03 febrero, 2005

SÓLO PORQUE ESTÁ ALLÍ...

En 1962, el presidente estadounidense John F. Kennedy dijo en la Universidad Rice que “[...]A George Mallory, que murió en el Everest, se le preguntó que por qué quería escalarlo. Él contestó ‘porque está allí’. Bien, el espacio está allí, y vamos a escalarlo [...] Porque esa meta servirá para organizar y para medir lo mejor de nuestras energías y de nuestras habilidades [...] Hemos elegido ir a la Luna en esta década y hacer otras cosas, no porque sean fáciles, sino porque son difíciles”.

Para muchos, lo mejor de la llegada a la Luna no fueron los paseos de los astronautas, ni el medio centenar de kilos de piedras que se trajeron, sino el que una parte importante de una generación se interesara por la investigación, por la posibilidad de participar y formar parte de la gran aventura espacial y de la gran ciencia que giraba a su alrededor. Particularmente, mi interés por el Universo también se despertó en aquel momento de asombro.

Ahora, pasadas ya hace meses las Olimpíadas de Atenas, en las que el trabajo, así como la capacidad física y mental, permitió a algunos llevarse tres centenares de medallas de oro e ilusionar con la práctica deportiva (beneficiosa si es responsable) a millones de personas, no puedo menos que recordar esas palabras de Kennedy, esa ilusión, y volver a sentir como crecí con mi mente puesta en la conquista del espacio, cuyo espíritu era similar al olímpico (citius, altius, forrtius —más rápido, más alto, más fuerte—).

Después, en algún momento, pareció cambiar el lema de esa ilusión, al cambiar el de la NASA, pasando a ser faster, better, cheaper, dónde lo más importante no era lo de más rápido ni mejor, sino (parece ser) sólo lo de más barato... que si bien toca más de pies a tierra, no genera la misma ilusión en nosotros ni, posiblemente, en los más jóvenes. Ni hacia el espacio ni hacia la ciencia. Especialmente en España, donde ‘poco presupuesto’ e ‘investigación’ han ido siempre de la mano.

¿Servirá la Cassini-Huygens para despertar ese ánimo? ¿Seremos capaces de ilusionar con su magia a la siguiente generación? Creo que no. Los resultados de la Galileo no parecieron entusiasmar a mucha gente... y casi nadie se acuerda ya de los últimos robots enviados a Marte, cuando no hace un año aún de su llegada.

Posiblemente sólo el enviar seres humanos, enfrentándolos al viejo reto de establecer nuevas fronteras, pueda despertar ese mismo interés de nuevo. Tal vez el tratar de resolver problemas no porque sean fáciles, sino porque son difíciles, y no porque sea barato, sino porque genera ilusión, sea una de las maneras más inteligentes de mejorar nuestro conocimiento de nuestro entorno y de nosotros mismos. Como cuando de pequeños tratábamos de subir a aquel maldito árbol del parque, decenas de veces, (hasta conseguirlo o no), sólo porque estaba allí.

(publicado en Tribuna de Astronomía y Universo, noviembre de 2004)

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