El pasado lunes 4 de febrero, Irán efectuaba con éxito una prueba de un cohete espacial dentro de su programa de preparación del lanzamiento de un satélite de investigación durante el mes de marzo del año que viene. Ambos ingenios, el cohete y el satélite, que se llamará Omid (Esperanza), son fruto de la ingeniería de esta república islámica. No deja de ser curiosa esta capacidad tecnológica en un país en el que las lapidaciones siguen siendo legales.
Pese a todo, el cohete y el proyecto de satélite despertaron una cierta alegría en los que pensamos que en el espacio cabemos todos, de oriente a occidente, especialmente si sirven para ampliar nuestro conocimiento sobre nuestro entorno.
Desgraciadamente, ese sentimiento de vio matizado con una indudable preocupación por el perfil del actual gobierno de ese país. Pero, y es bueno recordarlo, la verdad es que eso también nos pasa con las autoridades de la mayoría de países que tienen cohetes en la actualidad.
Aunque el perfil militar del lanzamiento iraní no es ningún secreto, como tampoco lo es lo que el mismo implica desde una perspectiva geoestratégica en un Medio Oriente convulso, tampoco podemos olvidarnos que no son los primeros (ni serán los últimos) en unir el desarrollo de una industria espacial, con el perfil bélico de algunos de sus gobernantes y con el interés de éstos por la energía nuclear (en este caso para uso pacífico, según han declarado fuentes oficiales de esta misma nación).
Cabe recordar que los principales artífices del programa espacial ruso, como Korolev, adquirieron su experiencia en cohetería gracias al diseño de misiles balísticos intercontinentales en un contexto de guerra fría y desarrollo atómico. Lo mismo cabe decir de los estadounidenses, que el 31 de enero conmemoraron el 50 aniversario del lanzamiento al espacio de su primer satélite -el Explorer I-, y dónde muchos de sus ingenieros, con Von Braun a la cabeza, también habían desarrollado antes cohetes de uso militar. Es difícil tirar la primera piedra, y más cuando ninguna de esas dos potencias (ni la China ni la India), ha renunciado aún ni a bombas atómicas ni a misiles, reactivando cada cierto tiempo proyectos militares en el espacio.
Tal vez lo mejor para el espacio fuera que algunos gobiernos no sean los que son. Pero eso no sólo sería bueno para el Cosmos, sino principalmente para los habitantes de los países que los sufren y que ven como algunos de sus derechos humanos más básicos son violados sistemáticamente, en uno de los casos con unos JJOO de fondo.
Si las autoridades de Irán quieren lanzar satélites de investigación, que éstos bienvenidos sean. Si tienen otras intenciones detrás, ello no será culpa de la ciencia.
Alfonso López Borgoñoz
(publicado en Astronomía pág. 5 marzo de 2008)
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