19 febrero, 2008

El País apto para cualquier cosa...

Preocupado por la puesta a la venta de una colección dirigida por Iker Jiménez (y lo que es peor, su promoción con un regalo junto a la edición de "El País" del domingo 27 de enero, ver enlace -aunque no lo recomiendo-), escribí al Defensor del Lector de dicha publicación, José Miguel Larraya Mendia, un mensaje electrónico con una larga queja (aunque no muy bien escrita, todo sea dicho) por tal motivo:

Estimado Sr. Defensor del Lector de El País,

Le escribo en referencia a la colección sobre los programas televisos de Íker Jiménez que su diario ha regalado este domingo y que se distribuye a partir de esta semana, creo, con el mismo.

Desde mi punto de vista, uno de los elementos más importantes para un medio de comunicación es la credibilidad de toda su oferta informativa. De toda, ya que no es fácil para el lector saber en todos los temas cuándo el rigor es de primera clase o cuándo éste no existe.

Es por ello que para el lector sea fundamental el tener confianza en que desde un medio de comunicación se le ofrecen las mejores informaciones que son posibles obtener, y que elo se hace de una forma razonable, sin presentar investigaciones mal hechas o con búsqueda de datos a medias.

No me es positivo -como lector- darme cuenta que lo que se me dice a veces es creíble, a veces es engañoso y a veces sólo se ha comprobado a medias. No tengo 'el algodón que no engaña' que, pasado por encima del diario, me permita tener un buen conocimiento crítico de todo lo que leo. Los errores de Íker Jiménez son bien conocidos en los medios científicos y periodísticos desde hace tiempo, y ello ha sido puesto de relieve en numerosas ocasiones.

No es que sea tan inocente como para pensar en medios de comunicación puros, pero tampoco me conformo con la creencia de que, en el fondo, a éstos -y a los que trabajan en ellos- les es igual patrocinar un tipo de mensajes que otro, y que no les importe hacer pasar como investigación seria lo que es sólo fruto de la ficción.

Y la credibilidad no sólo es buena para un medio de comunicación, sino para cualquier trabajador o empresario. Un objeto vendido como plata en una joyería lo suelo entender como tal (no suelo hacer pruebas para comprobarlo). Si me lo venden por la calle, de entrada no me lo creo. Pero si las joyerías empiezan a vender como plata algunos objetos que no lo son... ¿Me va a tocar hacer pruebas complejas que no domino cada vez que mi triste economía me permita tratar de comprar un regalo de ese noble metal a alguien?

Y eso molesta. Si venden bajo la misma imagen noticias que son verosímiles junto a otras noticias que no lo son en absoluto, se me plantean dudas... el rigor, ¿será siempre el mismo?

Los directivos de los medios de comunicación se deben dar cuenta de que si se pone de moda mentir sobre fantasmas, extraterrestres, godzillas o jugadores de fútbol, su deber será seguir dando -pese a ello- la mejor verdad demostrable y razonable, así como su opinión sobre ello si quieren, de forma lo más diferenciada posible.

Y, si se deja hablar a Íker -ante todo libertad de expresión- ofrecer conjuntamente un reportaje bien documentado sobre sus posibles inexactitudes, ambigüedades y errores.

¿Hasta qué punto es fiable un medio de comunicación (no sus periodistas) cuando apuestan más por la posible venta de un producto que por el rigor en su información?

Si se admiten planteamientos como los de Íker y se les da mucha publicidad y vida (más que a otros periodistas de la misma empresa), ¿hasta qué punto creerse lo que nos digan desde ese medio de comunicación cuando no conocemos al periodista que escribe?

¿Cómo saber dónde sitúan en cada caso en la dirección de ese medio su ánimo de explicar la verdad más probable (por ser la que es sostenida por las mejores pruebas y razonamientos existentes) y no la ficción que más dinero pueda llegar a darles?

¿Hay mentiras buenas y mentiras malas, cuando se dan desde un medio de comunicación que aspira a ser serio?

Muchas gracias por su atención,

Alfonso López Borgoñoz

Castelldefels, 28 de enero de 2008
De forma muy correcta y rápida (al día siguiente, martes, 29 de enero de 2008 12:31) me contestó el propio Defensor del Lector, con el siguiente mensaje:

Estimado lector:

La difusión y venta junto al diario EL PAIS de una colección de programas de Cuarto Milenio que dirige Iker Jiménez y que emite la cadena de televisión Cuatro, que es gestionada por el Grupo Prisa, ha generado su protesta así como la de otros lectores.

Entiendo y comparto sus razones ya que la mayoría de los reportajes de esa colección de programas tendría un difícil encaje en las páginas del diario. De hecho, en sus más de de treinta años de historia la parapsicología, las apariciones o los ovnis han sido ignorados por EL PAIS y cuando han sido abordados se ha hecho siempre con un criterio razonable alejado de cualquier actitud crédula.

La decisión de ofrecer ese coleccionable a los lectores del diario responde, como es obvio, a razones estrictamente comerciales cuya valoración, como se me ha recordado, no forma parte de las competencias del Defensor del Lector de acuerdo con su Estatuto, que acota sus funciones a los contenidos del periódico y a vigilar que el tratamiento de las informaciones sea acorde con las normas éticas y profesionales del periodismo. Siempre será discutible si el diario ve comprometido su prestigio en función de la calidad de los productos que comercializa que cada día son más variados. Pero le aseguro que éste defensor no puede ni quiere entrar a valorar sus prácticas comerciales, ni a garantizar la calidad de esos productos.

Atentamente

José Miguel Larraya

Agradezco la respuesta y la entiendo. Mi crítica no es hacia él. Es un Defensor sólo del Lector y no del Consumidor.

La posición de PRISA queda clara. Es mercadotecnia, no tiene porque ser verdad en absoluto aunque el que la vende la venda como verdad posible y probable (aunque no haya pruebas de ningún tipo a favor y sí millones en contra).

Puede ser cualquier producto milagro si los de mercadotecnia quieren, como esas maravillosas almohadas que lo curan todo o esos productos adelganzantes que se ofrecen por la emisora de radio de la Cadena Ser. No importa el engaño, no importa la mentira.

Sólo es dinero, sólo es negocio, no es un problema para ellos de ética ni de verdad al servicio de la información.

El tema ha sido objeto de muchos escritos de blogs, mucho mejor que aquí, entre los que destacan los publicados por Javier Armentia, en el blog de ARP-APC ("El País de la pseudociencia") y por Luis Alfonso Gámez, en su propio blog ("¿Se puede hacer algo contra la telebasura paranormal?").

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