La situación de los derechos humanos en China, a seis meses del inicio de los Juegos Olímpicos, es vergonzosa.
La represión más brutal, la limpieza ética y étnica, la tortura, la pena de muerte, así como la falta de derechos laborales, sociales y culturales seguirán campando a sus anchas por el país, por los alrededores de la zona olímpica, quizás de forma poco perceptible para los viajeros, tal como ha sucedido durante la construcción de los enclaves deportivos, basados en el sufrimiento y en la violencia sobre los trabajadores y trabajadoras que los han levantado.
Sin duda, habrá una China orgullosa de lo que se ha hecho, pero sin duda también habrá otra que estará esperando de las autoridades de todo el mundo y de los visitantes (deportistas o no) que vayan a la gran nación asiática algo más que buenas palabras para con el gobierno.
Hace falta que todos tratemos de demostrar de forma palpable nuestro rechazo pacífico, sin ningún paliativo, al trato que los gobernates de ese país dan a sus gobernados.
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