El pasado mes de diciembre nos traía la muy buena noticia, en principio, de que el Ministerio de Industria había elaborado un nuevo Plan Estratégico para el Sector Espacial en España, dotado con 1071 millones de euros para el total del quinquenio 2007-2011. Este plan, entre otras cosas, deberá permitir la puesta en órbita del primer satélite realmente español, que esperamos pueda servir como acicate de un sector en expansión, en un proceso para cuyo desarrollo se precisa que las empresas se impliquen también con sus inversiones propias.
Tras el importante paso dado con nuestra incorporación el año pasado al conjunto de países que forman el Observatorio Europeo Austral, vemos cómo ahora se pasará también, gracias así mismo a este plan, de una aportación a la Agencia Espacial Europea (ESA) del 6% a otra del 8% en el 2009, lo cual significa, de momento, unos 185 millones de euros en el 2007, cifra que está más relacionada con el peso de nuestro PIB en el conjunto de países miembros de dicho organismo.
El retorno de esta colaboración se espera que sea completa, es decir, que todo lo que se invierte desde España en la ESA sea pagado por ésta después a instituciones o empresas españolas que colaboren con sus proyectos. El dinero para la ESA saldrá de los fondos generales destinados al Plan Estratégico antes citado y representarán más del 90% de los mismos. Como siempre, este alto porcentaje sólo será bueno o malo en la medida que las autoridades de la agencia europea apliquen una política de retornos realmente adecuada.
Sin embargo, no podemos olvidar que estas noticias surgen en un ambiente enrarecido, dado el muy lento ascenso del porcentaje de nuestro PIB que destinamos a investigación, desarrollo o innovación entre entidades públicas y privadas (un ridículo 1,13% en el 2005). Recordemos que la agenda europea ‘obliga’ a llegar al 2% en el 2010 (lo cual no está muy lejos de la media europea actual, pero sí a casi el doble de la española). Lo que es nosotros, mal vamos.
Si de aquí al final de la década se cumple el objetivo de aumentar notablemente el porcentaje de nuestro PIB destinado a la ciencia, esas nuevas inversiones nos llenan de alegría. Si lo que se hace es desvestir un santo para vestir a otro, será un más de lo mismo que lanzará un claro mensaje mortecino a unas empresas españolas poco dadas a la inversión en ciencia como norma general. Y será que el gobierno no cree que sea importante en realidad esta cosa de la ciencia más allá de las declaraciones en los dominicales de los diarios o de movimientos ‘estrella’ de fondos, para hacer ver un mayor movimiento por la ciencia del que en realidad hay.
Alfonso López Borgoñoz
(A publicar en Astronomía, editorial febrero 2007)
Alfonso López Borgoñoz
(A publicar en Astronomía, editorial febrero 2007)
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