Este año 2007 ha sido declarado como Año Heliofísico Internacional, en conmemoración del quincuagésimo aniversario del Año Geofísico Internacional (que tuvo lugar entre el 1 de julio de 1957 y el 31 de diciembre de 1958). Dada la cantidad y calidad de los diferentes observatorios solares ubicados en España, especialmente en las Canarias, esperemos que este evento pueda servir como un nuevo impulso al buen trabajo que realizan desde aquí un amplio número de investigadores, muchos de ellos ya con un sólido prestigio internacional.
Sin embargo, no hay duda que, principalmente, éste será el año en que el mundo recordará el vuelo del primer Sputnik. Cincuenta años se cumplirán también del lanzamiento el 4 de octubre de 1957 de la célebre sonda rusa, la primera en orbitar la Tierra. El reiterativo ‘bip, bip’ que se emitía desde la pequeña esfera —de sólo 58 cm de diámetro— con cuatro antenas que era este primitivo satélite, fue posible oírlo con preocupación y/o admiración (según el caso) desde todo un atento planeta durante cada una de sus órbitas de 96,2 minutos. La Tierra, a partir de ese momento, empezó a ser cada vez más pequeña. Algo que se recorre en hora y media no puede ser grande, ni puede tener fronteras que separen mucho a nadie. El segundo Sputnik partiría poco después, el 3 de noviembre, con la mítica perrita Laika como única pasajera.
No es casualidad la coincidencia de ambos eventos. Los esfuerzos del Año Geofísico Internacional y el envío al espacio del Sputnik están relacionados, ya que la excusa de disponer para ese año de satélites artificiales para cartografiar mejor nuestro planeta sirvió para incentivar que tanto los científicos de la Unión Soviética (en secreto) como los estadounidenses trabajaran para ser los primeros en poner un ingenio en órbita. Esta primera carrera la ganaron los soviéticos. Los estadounidenses respondieron con el lanzamiento del Explorer I el 31 de enero de 1958, menos de cuatro meses después (que, curiosamente, fue vivido como una eternidad por muchos).
A partir de ahí, el mundo asistió a un goteo espectacular y constante de acontecimientos históricos que iremos rememorando en los próximos años, tratando de revivir los asombrosos doce años siguientes de la astronáutica —su Edad de Oro—, que finalizaron con la llegada del hombre a la Luna en el año 1969. Tanto el del Sputnik, como el de Armstrong, fueron dos grandes pasos para la humanidad, aunque ahora parezca predominar el concentrar el esfuerzo en los satélites no tripulados.
Abróchense los cinturones. Hace cincuenta años, en estos momentos, una nueva era estaba a punto de despegar.
Alfonso López Borgoñoz
(Publicado en la revista Astronomía, enero de 2007)
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