28 junio, 2021

"Si me dejan hablar, no me fusilan": Juan Borgoñoz y el fin de la Guerra Civil

 Texto de Carlos López Borgoñoz





-          Tranquila Carmina; si me dejan hablar, no me fusilan

Carmen tenía 15 años recién cumplidos cuando su padre, el teniente de la Guardia de Asalto Juan Borgoñoz fue trasladado desde Alcublas (Valencia) al Campo de Concentración de Medinaceli (Soria), detenido.  Corría el 14 de Abril de 1939.

Tiempos convulsos. El día 1 de Abril de 1939, vencido y acorralado el ejército rojo, las tropas nacionales alcanzaron sus últimos objetivos militares. La guerra había terminado.

Dos días antes de emitirse el último parte de guerra, el 29 de marzo, el teniente Juan Borgoñoz Mateo, de 39 años, jefe de la 62ª compañía de asalto del ejército republicano, fue detenido en la “Masía de las Dueñas” en Alcublas (Valencia) donde se hallaba al mando de más de 600 presos de la zona nacional, tras la huida del resto de oficiales y la llegada de las tropas franquistas.

Los presos llevaban a cabo hasta entonces trabajos de fortificación; se libraba la guerra en el último frente de la guerra civil española y probablemente sin tener conciencia de ello se asistía a las últimas acciones militares. Hoy quedan restos de las fortificaciones de las líneas de defensa republicanas “intermedia” e “inmediata” en pueblos cercanos, en las que trabajó la “Unidad 152 de prisioneros trabajadores”, al mando de la cual estaba Juan Borgoñoz.



Poco antes, Alcublas había albergado un aeródromo militar, que ya había dejado de funcionar en aquellos días, como consecuencia de la cercanía del frente y la retirada de las tropas republicanas. Era un acuartelamiento importante de tropas republicanas.

El estado mayor republicano había rendido en esos días todas las tropas del frente valenciano, permitiendo la entrada del General Varela, que ocuparía Valencia ya sin resistencia.

Como decíamos, el día 14 de Abril de 1939, Juan Borgoñoz fue trasladado desde el campo de prisioneros de Alcublas hasta Pina (Zaragoza) y ya como preso preventivo ingresó en el campo de concentración de Medinaceli (Soria), iniciándose su proceso sumarísimo, instruido según las normas de la “causa general” instaurada por el régimen franquista para la purga y depuración de enemigos del nuevo orden.

Por lo visto, sí que le dejaron hablar, y esto es lo que sucedió en aquellos días.

Nacido en Cartagena en 1900, Juan Borgoñoz ingresó en las fuerzas armadas a los 14 años y con 28 en la guardia de asalto, alcanzando el empleo de sargento en 1936.

Se inició el proceso sumarísimo de urgencia del nuevo régimen franquista contra Juan Borgoñoz el 27 de mayo de 1939, solicitándose tras las diligencias iniciales los informes que determinarían su futuro inmediato.

Ya se había presentado el mismo día de su detención a sí mismo, con su puño y letra, como sargento de asalto, a pesar de que había sido ascendido a teniente por el ejército republicano. Consciente de que ese ascenso no le ayudaba en su proceso, o realmente convencido de su adhesión a la causa nacional, reniega de dicho empleo en el documento.

Lo primero que hace en dicha declaración es destacar el expediente que se abrió contra él por desafección al régimen republicano, que lógicamente se debió intuir como pieza fundamental de su defensa. Curiosa circunstancia: fue juzgado por ambos bandos de la guerra.

En el mismo documento, su “ficha clasificadora”, fue invitado a denunciar por desafectos (esta vez a la causa nacional) a varios miembros del ejército republicano; el propio impreso que rellena contiene los espacios en blanco reservados a tales denuncias, de lo que se desprende que era práctica habitual en dichos procesos sumarísimos, para facilitar un desenlace favorable al interesado denunciante.

El teniente Evaristo Sabat Beneyto, uno de los denunciados por Juan Borgoñoz, había estado destinado en Ceuta con motivo de la Guerra en África en 1924 como alférez y fue condecorado como teniente en la misma guerra en 1926. Se desconocen los delitos de los que se le acusó ni su paradero tras las denuncias, al igual que en el caso del cabo Juan Gómez Gómez o el guardia Jaime Salvador Tomás, también denunciados en el mismo documento.

El procesado prestó declaración el 29 de Mayo, tras sólo un mes y medio en prisión, lo que da idea de la celeridad de los procesos sumarísimos en marcha.  

En su declaración, consta que el 3 de noviembre de 1937 fue enviado al frente de Cuenca, concretamente a los pueblos de Huélamo (que llegó a ser evacuado por la cercanía del frente), Valdueza (pueblo en el que vivió 6 meses) y Zafrilla, último pueblo de la provincia en ser tomado por las tropas de Franco.

Siempre según su declaración, el 25 de marzo de 1938 fue expedientado por “desafección al régimen republicano”, no quedando claro el motivo concreto, aunque alguno de los testimonios posteriores lo achacarían a la valiente conducta del procesado en la defensa de los centros religiosos de Alicante y Valencia en los meses previos al levantamiento militar. Tal vez fue entonces cuando le pidió a su hija Carmen, que entonces tendría 14 años, que le llevara su pistola al cuartel, lo que hizo ella escondiendo el arma entre su ropa.

En cualquier caso, como consecuencia de ello, se libró de ir al frente con su grupo, el 16.  Fue enviado de vuelta a Valencia y curiosamente siguió prestando servicio al ejército en Valencia capital, lejos del frente, integrado en el séptimo grupo del ejército republicano, el mismo que le abría el expediente.

Incluso, dada la escasez de oficiales, el 19 de Junio vuelve a ser agregado a la 63ª compañía y se le pone al mando de una sección de la misma, aunque no dura mucho en ella. En Julio de 1938 vuelve a Valencia una vez más tras producirse a sí mismo, según declara, una contusión en la rodilla, se supone que para provocar de nuevo su evacuación del frente.

El 6 de enero de 1939, sale de nuevo de Valencia, ya por última vez antes del final de la guerra en esta ocasión destinado en Portaceli, campo de prisioneros franquistas que, sin él saberlo, se convertiría pocos años después en sanatorio de tuberculosos y aún hoy en día sede del Hospital del Dr. Moliner.

Este campo de concentración había sido creado en 1937 por las autoridades republicanas, como espacio para identificación de franquistas, pero pronto cambió de manos, tras el final de la guerra. Curiosamente existe gran cantidad de documentación de este centro como campo de concentración franquista, pero muy poca como campo republicano, a pesar de que como se aprecia en el testimonio escrito, existió como tal.

Situado a 26 Km de Valencia (5 horas y 24 minutos a pie desde la calle Micer Mascó), muchos años después, el brigada Juan Borgoñoz recorrería esa distancia a pie para hacer llegar en 1948 la primera dosis de Rifampicina a su yerno Alfonso, ingresado en el sanatorio. Los antibióticos estaban entonces recién desarrollados y aplicados para la cura de la tuberculosis.

En realidad, según comentaba su hija relatando los hechos, podía haber ido en autobús al día siguiente, pero prefirió hacerlo así:

-          “Un día antes que se cura”

En esos momentos, caminando hacia el Portaceli sanatorio para tuberculosos, los recuerdos de la guerra debían estar aún frescos en su memoria.

El 13 de Febrero de 1939, salió desde Portaceli hacia la Masía de las Dueñas, entre los términos de Alcublas y Altura, (Valencia) como teniente (por haber quedado abolida la categoría de Alférez a la que fue ascendido “por votación” en 1938 a pesar de estar expedientado) y como jefe de vigilancia de 666 presos de las tropas nacionales que verificaban trabajos de fortificación, probablemente en las líneas de defensa próximas.


Según su declaración, el día 28 de marzo de 1939, tras la retirada de las tropas republicanas, Juan Borgoñoz decidió permanecer en su puesto e incluso se constituyó él mismo con el acuerdo de los presos (“previamente avisados”) y de las tropas a su mando, en comandante militar de la plaza de Alcublas, con el fin de preservar el orden y prevenir disturbios ante la falta de autoridad provocada por la huida de los mandos republicanos. No sabemos si tal decisión supuso un acto de valiente responsabilidad o bien suponía la certeza de que era la mejor decisión para él. Siendo el jefe del campamento, decidió quedarse hasta la llegada de las tropas “enemigas”. Es muy destacable tal circunstancia, impensable por ejemplo en los campos de concentración de la guerra mundial, en los que no sería concebible que los jefes nazis esperaran pacientemente la llegada de las tropas rusas o americanas.

De hecho, siendo una circunstancia aún más sorprendente, se mantuvo en tal cargo hasta tres días después de la llegada de las tropas nacionales.

Según el testimonio de su hija Carmen Borgoñoz, los presos declararon en tal circunstancia que antes de abandonar el campo de prisioneros exigían garantías de un trato favorable al teniente Borgoñoz, lo cual suena creíble a la vista de los documentos, y al comprobar que efectivamente tras la llegada de las tropas franquistas, siguió desempeñando durante unos días su responsabilidad al frente del campo.

Carmen Borgoñoz relataría episodios narrados por su padre que evidenciaban un trato de gran humanidad hacia los presos, como el día en que despojó de sus botas a los soldados que vigilaban el campo para dárselas a los presos que llegaban o el día que amenazó con hacer saltar el campo por los aires, con todos dentro, si no cesaban las torturas que los miembros de la checa (según decía ella) infligían a los internos.

Visto con el paso del tiempo que los episodios narrados por su hija que han podido ser comprobados, se ajustaron tanto a la realidad, podemos pensar que también serían ciertos estos otros, que no constan explícitamente por escrito en ninguna fuente. Un testimonio realmente emocionante del tipo de decisiones que pueden tomarse incluso ante la mayor presión imaginable.

Increíblemente, el teniente Coronel del ejército franquista que liberó el campo de prisioneros llegó a dar un abrazo al acusado: La patria te recompensará con lo que has hecho con nuestros hermanos los prisioneros”.

Según la declaración, que lógicamente hay que analizar en clave de autodefensa, aunque siempre coherente con los documentos que la acompañan, Juan Borgoñoz fue siempre vigilado durante su pertenencia al ejército republicano por su circunstancia de expedientado, y “se le asignaban puestos donde no era posible la oración” (a pesar de que posteriormente no se le conocía tal devoción cristiana). Como consecuencia de tan estrecha vigilancia no tuvo opción de pasarse a   a la zona nacional…

Juan Borgoñoz había participado antes de la guerra,  durante los días de su destino en Alicante, en la vigilancia de las elecciones del 16 de Febrero de 1936 como sargento de la Guardia de Asalto. El  17 de dicho mes, evitó la quema del convento de los salesianos de Alicante; este no fue un caso aislado; la campaña electoral de aquel año se cobraría en España más de 40 muertos en diferentes incidentes.

Parece que efectivamente tales días fueron de gran violencia en las calles de Alicante. De hecho, Manuel Azaña declaraba el 20 de Febrero de 1936 que “En Alicante han quemado alguna iglesia. Esto me fastidia. La irritación de las gentes va a desfogarse en iglesias y conventos y resulta que el gobierno republicano nace como en el 31, con chamusquinas. El resultado es deplorable. Parecen pagados por nuestros enemigos

Tras su declaración del 29 de Mayo, se solicitaron informes y avales de la conducta del procesado, y  entre los que se adjuntaron a la declaración, destaca el que realizó en favor del acusado el teniente Coronel Enrique Robles, avalando el comportamiento de Juan Borgoñoz por su colaboración y protección a las órdenes religiosas de Alicante (protección a las monjas para que fueran  votar tranquilamente en Alcoy en el 36, incursiones nocturnas en el convento de los franciscanos de Alicante para tranquilizarles prometiéndoles protección a pesar de la inacción del gobierno civil, protección a la iglesia de Monteolivete, en Valencia, donde convenció a los más exaltados de que no la quemaran, etc…).

Concuerda esta última descripción con el relato de su hija Carmen, que siempre destacó que a pesar del fuerte temperamento que tenía su padre, destacaba en él su capacidad para convencer a los más exaltados de que depusieran las actitudes violentas. Probablemente, al destacar esa cualidad en su padre, siempre se refirió a este episodio de Monteolivete (Donde poco después encarcelarían a su consuegro Santiago López Oliver).

El mismo coronel Robles, que avaló de tal forma a Borgoñoz,  acusaría posteriormente al Capitán Rubio Funes de la muerte de su hijo, el teniente Robles, por no acatar este sus órdenes y “por fingirse enfermo”, dejándolo en manos de la “turba” que asaltó la prisión de Alicante en la que se hallaba, fusilándole poco después.

Tal episodio es narrado por Juan Borgoñoz en su declaración, mencionando que el asesinato del teniente Robles fue “por negarse a cooperar con la causa roja”.

Hasta septiembre de 2018 existió una calle del “Teniente Robles” en Alicante, en la que una placa recuerda su fusilamiento en 1936. Según otras descripciones de los hechos, el teniente Robles junto con otros militares intentó sublevar Alicante y sacar las tropas a la calle y fue detenido y juzgado el 6 de octubre de 1936 siendo condenado a muerte y fusilado poco después. Hoy la calle está dedicada al Humorista Gráfico Forges.

En la declaración de Juan Borgoñoz, aparece también una mención al Capitán de Asalto Dionisio González Prieto, héroe de la causa nacional al haber sido asesinado posteriormente por los frentepopulistas en Octubre del 36 según coinciden numerosos documentos. Dionisio González confió expresamente en él para encargarle esas misiones de protección a los edificios religiosos a pesar de ser capitán de una compañía a la que no pertenecía Borgoñoz, lo que se presentó como prueba de la confianza que depositaba en el procesado en aquellos días.

Probablemente se deba a esta etapa de enconada defensa de los religiosos de Alicante el expediente que se le abrió por parte del gobierno republicano; al menos eso declararía algún testigo posteriormente.

En los días siguientes de 1939, se aportaron con sorprendente celeridad los siguientes documentos que avalarían la conducta adicta al franquismo:

  • Diligencia de comparecencia ante tribunal popular del 7 de diciembre de 1937, que le expedientó por desafección a la causa republicana.
  • Certificado de expediente y libertad provisional expedido por el Juzgado (republicano) numero 3 de la rebelión Militar del 17 de dic. 1937
  • Oficio por el que se le obliga a permanecer en Valencia, al estar  expedientado (21/03/1938)
  • Particularmente emotiva es la carta de los prisioneros de Guerra a cargo de Juan Borgoñoz, atestiguando que fueron objeto de “toda clase de atenciones y consideraciones por parte de Juan Borgoñoz y la fuerza a sus órdenes”, firmada por 176 presos que agradecen su actuación tras escapar el resto de los mandos republicanos. Este documento fue firmado el 29 de marzo de 1939, un día después de la llegada de las tropas franquistas a los campos de prisioneros, coherente con el relato posterior de Carmen Borgoñoz. Lógicamente se debió firmar para prevenir cualquier tipo de represalia que pudiera tomarse posteriormente contra el detenido. Tal testimonio resultaría de la máxima importancia pocas semanas después.

En la carta firmada por los presos el 29 de Marzo, se destaca “su agradecimiento y gratitud”; según dicho testimonio, ante la inminente llegada de las tropas nacionales, el teniente Borgoñoz prefirió mantenerse en su puesto ante la llegada de los nacionales, en vez de huir como el resto de oficiales, probablemente convencido de que resultaba la mejor decisión también para su persona. De hecho, asumió la jefatura militar de la plaza con la aprobación de los presos, una circunstancia desde luego fuera de toda lógica, al haber estado él al mando de los mismos. ¿No habría nadie mejor entre los detenidos “nacionales” capaz de garantizar el orden, teniendo en cuenta que las tropas franquistas estaban entrando en la plaza?






No es de sorprender pues que Juan Borgoñoz tranquilizara a su hija tras su detención; estaba convencido de que sería liberado al poco tiempo a no ser que se ordenara una ejecución inmediata.

  • Carta manuscrita de Francisco Carbonell Chordá, jefe de sección, perteneciente al grupo Bouchón-Bosch, certificando los esfuerzos del procesado por defender numerosas iglesias de la quema, desde su “humilde categoría de sargento, incluso desoyendo las instrucciones del Gobernador (…) siendo esto causa de que se le expedientara como desafecto a la revolución marxista”. (documento fechado el  19 de Abril de 1939, pocos días después de la detención)
  • Aval de Manuel Iturralde del Pozo, destacando cómo Borgoñoz prestó servicios en Alcoy, descubriendo un arsenal de “los elementos de la extrema izquierda” y certificando que “fue expedientado por desafecto al Gobierno Rojo”. (27 de Mayo de 1939). (Según BOE de 29 de septiembre de 1936, Manuel Azaña firmaba la baja en el ejército republicano del teniente Iturralde, por “abandono de destino”, lo que prueba su afección a la causa franquista.)
  • Aval del guardia Casildo Pardo Martínez, quien certificó igualmente el descubrimiento del arsenal de Alcoy, la afección a la causa franquista y el expediente por desafección al régimen rojo de Juan Borgoñoz, quien sufrió persecución por sus compañeros del ejército republicano. (25 de Mayo de 1939)
  • Informe del guardia Bernardino Bou Salom, “falangista antes del glorioso alzamiento nacional”, que aparece en 1934 como directivo del “Sindicato regional Autónomo de obreros de la producción” fundado por la falange en Baleares. El guardia Bou, relata como el Sargento Borgoñoz le protegió cuando estaba amenazado de muerte en 1936 por su pertenencia a Falange.(25 de mayo de 1939)
  • Informe del guardia Manuel Chulvi Vidal, quien hace constar como Juan Borgoñoz era “acérrimo enemigo de la chusma marxista” y su expediente por desafección al régimen republicano. (27 de mayo de 1936)
  • Petición de 7 miembros de la Brigada de Investigación del Ejército del Norte en Valencia, entre ellos de nuevo los guardias Chulvi y Pardo, solicitando el traslado de Juan Borgoñoz desde Medinaceli a Valencia, ya que en dicho caso “cooperaría eficazmente a la aportación de datos sobre elementos marxistas destacados, pendientes de depuración…”. Uno de los firmantes de dicha petición sería recordado en innumerables ocasiones por Carmen Borgoñoz dado lo inusual de su nombre: Lorenzo Lorenzo Lorenzo (31 de Mayo de 1939)
  • Segundo informe firmado por Manuel Iturralde, con la misma exposición (5 de Junio de 1939)
  • Segundo informe firmado por los mismos guardias (entre ellos Don Lorenzo), y tercero de los guardias Chulvi y Pardo, destacando la “incesante propaganda que Juan Borgoñoz hacia entre ellos mismos cuando estaban a sus órdenes en favor del glorioso alzamiento nacional” (5 de junio de 1939)
  • Interesante carta manuscrita con el testimonio de Mariano Carmín Martínez, Presidente de la Comisión Gestora del Ayuntamiento de Valdueza (Cuenca), quien responde a “lo ordenado por el señor juez instructor de Medinaceli”. Presta testimonio en dicho documento Doña Eloína Rodríguez Muñoz, soltera sobrina de un sacerdote con quien convivía y que según su testimonio “no tenía ningún secreto con Juan Borgoñoz”, “quien estubo ospedado (sic) en su casa desde noviembre de 1937 hasta enero de 1938” “mientras era jefe de las fuerzas rojas de asalto en esta localidad”. Dña Eloína declara cómo Juan Borgoñoz hizo frente a los violentos, y cómo desobedeció las órdenes de “un capitán rojo del estado mayor, quien ordenó a los ganaderos la evacuación de esta villa, y tan pronto se marchó el capitán del pueblo, ordenó el Sr. Borgoñoz a los ganaderos que siguieran con las ganaderías en su término haciendo caso omiso”. También narra cómo permitió huir a zona nacional a dos huidos de la zona roja “humildes, indocumentados”, dándoles un pase para ello. “Por su actuación en este pueblo, es merecedor el Sr. Borgoñoz que se decrete su libertad y se incorpore a su destino”. (5 de Junio de 1939)

El 9 de junio de 1939 se decretó su libertad provisional, aunque se supone que ya gozaba de alguna medida de atenuación de la prisión provisional, pues el 10 de Junio de 1939 “se amplía la libertad de la que disfruta el encartado para que pueda trasladarse por sus medios a su domicilio en Valencia, calle Finlandia número 3 pral 2ª” con la obligación de presentarse cada lunes en el juzgado.

Juan Borgoñoz cumplió con su obligación semanal, dándose fe de ello entre el 19 de junio y el 10 de Julio de 1939, hasta que el 17 de Julio el juez instructor Sotero Murguía Iglesias remite el sumario al Auditor de Guerra de la 5º región, sin haber observado ninguna conducta delictiva y habiendo otorgado la libertad provisional del encartado.

El 2 de Diciembre de 1939, se expide un certificado por el que Juan Borgoñoz se encuentra “pendiente de reingreso en el cuerpo de la Guardia de Asalto por no haber aparecido cargos contra él mientras ha permanecido en la zona roja”.

El 4 de Diciembre, tras declarar que su ascenso a Alférez fue determinado por votación de “sus compañeros derechistas por estar en libertad provisional y vieron una garantía para ellos en su elección” se “propone el sobreseimiento y archivo provisional de las presentes actuaciones”.

El 11 de Diciembre cesa la prisión atenuada que sufría, y tres años después tras unas Navidades presumiblemente tranquilas, llega como regalo de reyes, el 5 de Enero de 1943 el archivo definitivo de las actuaciones contra Juan Borgoñoz Mateo. (Pag 93)

Todo había terminado.

Juan Borgoñoz llevó desde entonces una existencia más o menos tranquila, incorporándose de nuevo en la Policía Armada de Franco, sin más represalias, lo que permitió vivir una posguerra junto a su familia que, aunque dura, fue más llevadera que la de otros excombatientes cercanos. Durante dichos años se mostró una persona inquieta en los negocios, sin suerte en ellos, y también inquieto en sus relaciones amorosas, en las que consta más éxito, aunque causando gran desasosiego en su familia.

El testimonio de los hechos relatados por su hija Carmen Borgoñoz durante tantos años, se han demostrado fundamentalmente ciertos, a pesar de lo excepcional de la actuación de una persona que se enfrentó a circunstancias que amenazaron su vida tomando decisiones sin dejarse llevar por la angustia o el pánico. Tomando decisiones orientadas a la compasión de las que sin duda se sentiría orgulloso, como así se sintieron sus descendientes.

Murió en Valencia en 1968.

Epílogo

Con fecha de 18 de Noviembre de 1944 se designó al juez Rafael Gómez del Valle y Rojas, para la revisión de este procedimiento. El resumen de cargos fue que Juan Gorgoñoz Mateo (sic) de “antecedentes izquierdistas durante la pasada rebelión fue salgento (sic) profesional de asalto prestando servicios de armas en el ejército rojo alcanzando la graduación de teniente”.

El 28 de Marzo de 1947 se archivaron definitivamente las actuaciones.



Imágenes por Sant Llorenç de Morunys, 

destinado allí en acciones contra el maquis. 









Imagen en los años veinte y previos




hacia 1928



Hacia 1913


 
















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