Los de más de 50 se acuerdan de dónde estaban el 23 de febrero de hace 40 años. Incluso yo, pese a mi problema de memoria que cada año va a peor.
Era un lunes. Yo volvía a mi casa desde una discoteca pija de la antigua plaza Calvo Sotelo (ahora Francesc Macià) llamada Zacarías a la que había ido esa tarde. Al llegar, mi madre me dijo que había habido un asalto con disparos al Palacio de Congresos por parte de unos guardias civiles. No recuerdo si los tanques ya se paseaban por Valencia a esa hora (eran las 21 h pasadas). Mi padre había llegado a casa poco antes y mi hermano Carlos estaba también (creo que Sergio trabajaba en un hotel ese día, Julia estaba en Alicante y Mari en Valencia).
Yo estaba de permiso. Hacía la mili en Valencia, justo en el Cuartel General de la división Maestrazgo 3, en la Alameda valenciana, cuyos tanques de Bétera tomaron Valencia. Justo había estado destinado en esa compañía de tanques hasta que mi hermana Mari removió cielo y tierra y fui trasladado a Valencia a mediados de enero de 1981 (nota: Bétera estaba al lado de la residencia de Portaceli donde mi padre pasó su tuberculosis hacia 1950, durante un par de años) (nota 2: La mili casi ninguno sabe ya lo que era 🙂).
El permiso (unos días de vacaciones, para los ignoren que significa el término en el mundo castrense de medio pelo de la mili) me lo dieron por sorpresa, sin pedirlo ni llevar aún el tiempo necesario para poder pedirlo. No llegaba al mes y medio en mi nuevo destino.
Un administrativo al que no conocía más que de vista se me acercó y me dijo que me correspondía. Lo pedí, lógicamente. No creía llevar el tiempo que me habían dicho que precisaba al llegar, pero no iba a perder la oportunidad. Y en la mili además uno debe ser obediente.
Y, la verdad, me iba bien irme. Había pasado en el cuartel los últimos días muy nervioso. Mi suerte quizás se iba a torcer, pensaba. Aún más.
Dos días antes un teniente con un retrato de Franco en la mesa de su despacho (también tenía uno del rey) me había pillado leyendo 'Panfleto contra el Todo" de Savater. Me dijeron que era del CESID o de su equivalente militar en aquel tiempo. Con un retrato de Franco trabajar en temas de inteligencia me parecía contradictorio, ciertamente, pero jamás lo comenté con él.
La obra de Savater era moderadamente roja, como yo en aquel tiempo y como el mismo Savater creo que se declaró un día, pero al teniente le debió parecer prosoviética. Me la cogió y me dijo que se la dejara, que la iba a leer. Claro, cortante y seco.
Y sin duda persuasivo.
Le di presto el libro. Mi cara de espanto en el reflejo de sus ojos aún la veo...
Y, pese a mis temores, como ya h dicho antes, un par de días después tenía un permiso no solicitado, y un compañero de allí que militaba en el PSUC, y cuyo nombre no recuerdo, también obtuvo el permiso, como supe más tarde...
Seguramente sería casualidad, y no causalidad. No sé.
Pero quizás el libro de Savater me sirvió como lectura estimulante en aquel momento de hastío y, afortunadamente, quizás también para no vivir un golpe de estado desde dentro, dado que tal vez los mandos prefirieron no tener el día previo al golpe por el cuartel central de la División a posibles 'rojos' que pudieran ver algo y avisar de algo o poner alguna traba el lunes. No me conocían, pero no me imagino siendo un peligro para nadie.
Pero seguramente todo sea fruto de mi imaginación y todo fuera casualidad.
Moraleja para los y las más jóvenes (y, bueno, para todo el mundo): Como se ve, leer siempre ayuda, de una forma u otra...
(nota 3: El título impactaba... 'Panfleto contra el todo'... Ahora se tiene por más revolucionario quemar contenedores de papel que leer los libros quie a vecs la gente deposita allí).
(nota 4: El teniente me devolvió el libro al cabo de unos días. Muy serio. No le había gustado y le parecía que se debía tener más respeto al escribir o algo así -cuando a uno le tiemblan las orejas escuchar no es fácil-. Me lo dio en su despacho. Hasta el retrato de Franco me miraba con cara algo enfadada. El del rey no, dado que ya no estaba)
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