16 junio, 2007

¿QUÉ HAY DE NUEVO, VIEJO?

¿Qué nos dice la teoría de la evolución, en la actualidad, sobre nosotros mismos, sobre los seres vivos en general y sobre todo lo que nos rodea, tanto físico como cultural o espiritual? Tratar de dar respuesta a esta pregunta, más allá de los mitos, errores y malas interpretaciones, es lo que ha motivado el interés confeso de escribir el libro "El legado de Darwin"* al filósofo inglés John Dupré, profesor de filosofía de la ciencia en la Universidad de Exeter (Reino Unido) y director de Egenis, un centro universitario que se dedica a la investigación del sentido e implicaciones sociales de los estudios sobre el genoma. Probablemente, su labor en esta última institución desde 2002 haya hecho que Dupré haya debido meditar frecuentemente en cómo la sociedad en general, y los diferentes grupos que la integran en particular, ha ido recibiendo y entendiendo los diferentes aspectos de las hipótesis darvinistas y de toda la investigación sobre biología hecha sobre dicha base.



Y es que, pese al tiempo transcurrido desde la publicación en el año 1859 de la obra de Charles Darwin El origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida, ésta sigue levantando las mismas pasiones que hace siglo y medio, cuando el interés por la misma hizo que se vendieran el primer día todos lod ejemplares puestos a la venta. Desde entonces, pocas teorías han generado tanta literatura y tan variada, y han sido objeto de ataques y defensas tan firmes (y citada tantas veces como justificación de determinadas prácticas) desde la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando por todo el espectro político, filosófico, científico y religioso. Para Dupré, como para nosotros, es evidente que la fuerza de muchas de las ideas que se sugieren por esta teoría han afectado lo que el autor llama “los grandes temas”, como la existencia de Dios, nuestra visión de la naturaleza humana y nuestra relación con otros seres vivos.

En cualquier caso, la pregunta que se plantea al principio Dupré la contesta él mismo, siendo el libro la justificación del porqué de dicha respuesta, entre otras muchas cosas. Para el filósofo inglés, no hay duda de que la evolución tiene consecuencias sumamente importantes para nuestra propia comprensión y para entender cómo nos relacionamos con nuestro entorno. Pero, también aclara de forma firme, no tiene tantas consecuencias para absolutamente todo como algunos han escrito, tanto a favor como en contra, especialmente desde campos alejados de la ciencia. La evolución por selección natural es sólo el muy complejo sistema como hemos evolucionado, lo cual no es poco, pero en ningún caso es la única respuesta para explicar cualquier cosa, ni siquiera en las ciencias de la vida. Para Dupré “gran parte de la biología (...) necesita mucho más que la evolución para tener sentido”.

Dupré trata de hacer en este breve libro un resumen y una crítica rigurosa y clara, de lo que debe entenderse hoy por evolución mediante selección natural y todo lo que se ha ido escribiendo en estos últimos años sobre la obra que nos dejó Darwin, sin rehuir temas polémicos, aunque quizás tocando demasiados, como el del alma, por ejemplo. El legado de Darwin no es un volumen para especialistas, aunque sin duda es mejor saber de qué va el tema antes de enfrentarse a sus páginas. Fácil de seguir, es una buena guía sobre el estado de la cuestión de los principales dilemas a los que se enfrenta en la actualidad la teoría darviniana, tal como hoy se entiende. Así, por su obra pasan comentarios y análisis sobre la evolución y la naturaleza humana; sobre las implicaciones religiosas del darvinismo (“tenemos evidencias que respaldan la teoría de la evolución, pero no hay ninguna evidencia que respalde la creencia en una deidad”); acerca del determinismo; criticando negativamente la psicología evolutiva o el creacionismo religioso —o la hipótesis pseudocientífica del diseño inteligente—; comentarios sobre raza y género o sobre planteamientos equivocados en el estudio de los genes (el llamado ‘genocentrismo’), sobre la relación entre cultura y biología (para Dupré, nuestro cerebro no está en blanco al nacer, ni completamente predeterminado), y un muy largo etcétera.



Pese a su escepticismo en muchos temas, Dupré es un decidido defensor del método científico, pese a todos los problemas. Cree que hay razones para que creamos en la mayoría de las cosas en las que lo hacemos, así como que es razonable rechazar muchas otras debido a la falta de pruebas de las mismas (en el texto el término inglés evidences, que significa pruebas, se traduce como evidencias, lo que no es del todo correcto) o de su coherencia con el resto de conocimientos ya fundamentados, pese a que reconoce que no siempre las bases sobre las que se asienta lo que sabemos son firmes ni definitivas.

* EL LEGADO DE DARWIN. QUÉ SIGNIFICA LA EVOLUCIÓN HOY, de JOHN DUPRÉ. Tit. Original: Darwin’s Legacy: What Evolution Means Today (2005). Traducción de Mirta Rosenberg. Katz Ediciones. Buenos Aires, 2006, 202 páginas.

Alfonso López Borgoñoz

(Publicado en la revista Archipiélago, nº 76, Octubre 2007)

1 comentario:

Anónimo dijo...

El mayor obstáculo con que topa cualquier intento de evaluar de manera imparcial las pruebas que sugieren explicaciones alternativas a los orígenes de la humanidad, es la lamentable inclinación de nuestra raza por el chovinismo. A este respecto, la teoría de la evolución es el equivalente científico del creacionismo, en la medida en que ambas defienden la idea de que la raza humana es la forma de vida culminante. Con arrogancia antropomórfica nos designamos a nosotros mismos Homo sapiens sapiens, y nos preguntamos con altivez si existen otras formas de vida "inteligentes" en el universo. Lo más probable es que haya vida inteligente en el universo. ¿Pertenece la raza humana necesariamente a esta categoría? Pese a nuestra egomanía cosmológica, es evidente que "resultamos ser una mezcla curiosa de lo salvaje y lo civilizado". Las otras formas de vida con las que compartimos el planeta son capaces de encontrar su camino desde el momento en que nacen hasta el momento en que mueren, sin necesidad de fantasías equivalentes a las que nosotros nos montamos para complicarnos la existencia. Sin el beneficio de los pontificados de papas ni profesores, sin la absolución de los sacerdotes o los psiquiatras y sin los oráculos de los profetas los demás animales de la Tierra viven y mueren según las leyes de la naturaleza. Obviamente, la raza humana no, y sólo esto debería ser suficiente indicativo de que los orígenes de nuestra especie quizá no sean naturales. EMAOBS.