26 febrero, 2007

EL FACTOR HUMANO

Siguiendo con el recordatorio del aniversario del Sputnik, nos corresponde, dada la actualidad, hablar de la importancia del factor humano en el desarrollo de la astronáutica. Negar el interés del espacio exterior en la ampliación de nuestro conocimiento o para el avance de la tecnología, sería un absurdo. Pero negar su interés militar para muchos lo sería más aún.

Al igual que nos pasó con la destrucción de un satélite por los chinos el mes anterior, la noticia, el pasado 25 de febrero, del ingreso de Irán en el club de los países con capacidad para lanzar cohetes al espacio nos generó antes una cierta preocupación que no la lógica alegría ante el logro, pese a que este nuevo programa, al igual que el nuclear, sólo se desarrolle, según los portavoces tecno-integristas iraníes, “para finalidades pacíficas”.

Negarles a ellos el derecho que por fuerza toleramos a otros en nuestro vecindario sería hipócrita. Pero negar que cuanto más presión tenga una olla más fácil es que estalle, podría ser gravemente estúpido. Es posible creer en una necesidad de Irán de desarrollar su capacidad de enriquecer uranio para finalidades energéticas. Es posible ver en sus cohetes una nueva posibilidad de aumentar la cantidad de gente que se beneficia con la tecnología espacial. Sin embargo, sería bobo no sumar un programa al otro, y no ver como los mismos llevan implícitos una seria amenaza (como la de otros, seguro, pero la proliferación no tranquiliza). Cada vez más dedos podrán oprimir la tecla equivocada. Cuantos más sean, no nos reiremos más.
¿Será la investigación bacteriológica para supuestos fines pacíficos el nuevo programa científico de Irán para el próximo año?

Por otro lado está el caso de Lisa Nowak, la astronauta estadounidense acusada de diversos delitos contra una ‘rival’ amorosa, que nos hace pensar también en este factor humano con inquietud de cara al futuro de los viajes espaciales. Pese a que lo sometamos a mil pruebas sofisticadas, el genio de nuestra especie, en su libertad, es imprevisible incluso a corto plazo. ¿Será posible enviar gente razonable durante unos tres años hacia Marte, en una nave más o menos pequeña, y que antes o después la cosa no acabe como ‘Gran hermano’?

Por último, lamentar la muerte en un desgraciado accidente el pasado febrero de seis personas en Los Silos (Tenerife). Entre ellas estaban Eduardo Delgado, Juan Luis Medina y Maurizio Panniello, miembros del IAC. Desde la redacción de Astronomía nos gustaría hacer llegar a nuestros lectores, a sus familiares y a todos los amigos del instituto canario el profundo sentimiento de desolación que nos invadió al conocer la noticia de la muerte de los tres jóvenes. Su interés por la ciencia, pese a las dificultades que su estudio significa, es, sin duda, una muestra de lo mejor de ese factor humano, cuya grandeza tantas preocupaciones nos comporta a veces.

Alfonso López Borgoñoz

(Publicado en Astronomía, como Editorial, en abril de 2007)

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