22 febrero, 2006

A LOS DIOSES ROGANDO Y CON EL SÍLEX DANDO...

Los chimpancés están muy cerca evolutivamente de los humanos. En el 2005 se comprobó que compartimos con ellos algo más de un 96% de nuestro ADN y, según parece, nuestras líneas se separaron hace sólo unos siete millones de años. Muy cerca, más de lo que muchos creíamos, de lo que el mismo Darwin imaginaba o de lo que los creacionistas temen.

Así, son capaces de usar palos alargados para comer hormigas o termitas. Es decir, emplean elementos de su entorno (tras seleccionarlos) para mejorar sus posibilidades naturales de actuación. Incluso modifican manualmente estos elementos para hacerlos más precisos, más útiles. Fabrican herramientas.


Chimpancés comiendo hormigas mediante un palito en el Zoo de Barcelona. (A. López)

No somos, pues, la única especie dotada para desarrollar esa habilidad. Dicha capacidad, de hecho, ha sido constante en los homínidos, desde siempre. Pese a que la industria lítica más antigua —hallada en la región de los Afar, en Etiopía— no parece ir mas allá de los 2,8 millones de años de antigüedad, ya se ve en ella signos inequívocos de que los que la crearon ya conocían los rudimentos de las técnicas de talla. Antes debieron haber utensilios perecederos de madera o hueso.

Probablemente, una de las diferencias de los homínidos con respecto a sus antecesores fuera la de ser capaces de ir fabricando mejores herramientas con la ayuda de otros útiles, con el fin predeterminado —y cultural— de optimizar sus prestaciones. Ello les facilitaba luchar contra sus limitaciones naturales. ¿Cuándo fueron capaces de elaborar una teoría al respecto? ¿Cuándo se dio el salto a la creación de la tecnología, entendida como el conjunto de teorías y de técnicas que permiten un mejor aprovechamiento práctico del conocimiento sobre nuestro entorno?

Quizás adquirieron dicha capacidad en algún momento de hace algo más de un millón y medio de años, pero ello no implica que la misma encontrara un marco adecuado e inmediato para su expresión. ¿De que eran capaces las poblaciones de homínidos que surgieron de África en esa época y se extendieron por el mundo? No es una respuesta fácil. Los Homo sapiens, tras muchas decenas de miles años sobre la Tierra, sólo ha sido capaz de alcanzar la Luna hace poco. De habernos extinguido antes, no habrían quedado pruebas físicas de que podíamos hacerlo.

¿Tenían esa capacidad también las poblaciones neolíticas? Sin duda, pero les faltaba el contexto adecuado en el que desarrollarla. ¿Y los neandertales?...

Un caso sorprendente de distancia entre la capacidad que se supone a ciertos homínidos y los restos líticos que encontramos en sus yacimientos es el de las poblaciones que vivieron en Europa hasta hace unos 600.000 años. En esa época aún hallamos restos de una industria sencilla llamada Modo I (o Olduvayense, cuya fabricación no parece que estuviera estandarizada), cuando en África ya usaban el Modo II (o Achelense, con una elaboración más compleja, por fases), que había surgido todo un millón de años antes, con la aparición de los Homo ergaster.

Bifaz achelense, procede de un yacimiento superficial de la provincia de Valladolid, en el valle del Duero. (Comuna de Wikipedia)

No sabemos cuando se desarrolló la capacidad de averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas —lo que el diccionario entiende como conocimiento—, pero ese es un paso necesario para la creación de la verdadera tecnología, como creación cultural humana, capaz de pensar en modelos. Y de esa verdadera tecnología, creo que tenemos la primera prueba pura con el Modo II, aunque el Modo I se acercara. Fueron seguramente estas herramientas las culpables del gran desarrollo de las poblaciones que las usaron en el Paleolítico inferior en África y en el medio en Europa, según Desmond Clark o Eudald Carbonell.

Con el llamado Modo III (o industria Musteriense), de época de los neandertales, se elaboraron ya instrumentos mucho más especializados —y con una cierta complejidad— según cada necesidad. Nada servía para cualquier cosa. Sin duda, eso ya era una auténtica tecnología, en el camino de la actual.

Alfonso López Borgoñoz

(Sección 'Pretérito imperfecto', revista mensual Tecnociencia nº 2, abril 2006)

1 comentario:

Fabian dijo...

Muchas veces nos olvidamos de que el lenguaje también es una tecnología.