26 diciembre, 2005

¿QUÉ HAY DE NUEVO, VIEJO?

Uno de los campos de las ciencias que estudian el pasado que más novedades nos suele presentar es, sin duda, el de los resultados de la investigación sobre la expansión de los primeros grupos de homínidos. Ello es también cierto en Europa, donde ha habido un importante debate desde inicios de los noventa entre los partidarios de unas cronologías muy largas para el primer poblamiento de nuestro continente y los de unas cortas, no muy superiores al medio millón de años. La discusión se va decantando, poco a poco, en favor de los primeros, ante los nuevos hallazgos que se van sucediendo desde hace diez años en la península Ibérica y en toda Europa.
Los restos de hace un millón y medio de años encontrados en yacimientos enclavados en la depresión de Guadix-Baza (Orce, Granada), los de hace más de 800.000 años de Atapuerca (Burgos) y, ahora, los de Tarrasa (Barcelona), donde se ha hallado industria lítica de hace un millón de años como mínimo, parecen proporcionar pruebas suficientes (por lo publicado) como para hablar de una península Ibérica que seguramente se pobló algo ampliamente —y no de forma esporádica— con homínidos (¿Homo ergaster o erectus? ¿o habilis?...), en una época anterior a la hasta hace poco supuesta por algunos autores y que estaría, tal vez, en su primer momento, en torno a los dos millones de años, como defienden diversos estudiosos desde fines de los ochenta.
Pero no sólo pasó aquí, el descubrimiento en 2005 de herramientas de sílex en una excavación cerca de Pakefield (sureste de Gran Bretaña) o en 1994 de un fragmento de la bóveda de un cráneo de homínido (su calvaria) en Ceprano (Italia), con unas dataciones cercanas a los 800.000 años, así como otros ejemplos en otros yacimientos, nos muestra que algo parecido debió suceder en toda Europa, y que es, quizás, sólo un cierto azar el que ha determinado no encontrar más útiles en algunas otras zonas.
Otro debate es el que afecta a su industria, ya que en Orce, Tarrasa o la Gran Dolina (Atapuerca), así como en el resto de Europa o Asia en la misma época, sólo hallamos el tipo conocido como Olduvayense (Modo I). ¿Por qué no usaban aún la tecnología Achelense (Modo II), utilizada en África varios cientos de miles de años antes? Una de las respuestas más probables para Arsuaga (que nos vuelve a llevar a las cronologías largas para el poblamiento europeo), es que los homínidos salieron de África hace mucho más de un millón y medio de años, como se ve en Dmanisi —Georgia— y otros yacimientos, aunque haya dudas con algunas dataciones.
Otra cuestión importante sería si se llegó a Europa desde África por el estrecho o, por tierra, desde el Próximo Oriente. En este caso, es la segunda hipótesis la más probable, pese a los hallazgos de restos humanos en el Magreb con dataciones cada vez más antiguas. No se ha podido demostrar que bandas de homínidos cruzaran el estrecho en unas fechas tan remotas y se asentaran en nuestra península poblando después el resto del continente. Además, no es sencillo creerlo dado lo que hoy conocemos de la industria del Modo I y de lo que suponemos sobre la capacidad de estos lejanos antepasados. Si en 2001, una odisea en el espacio al tirar un homínido al aire un hueso se convertía al caer (en una hábil metáfora) en un astronave, el salto del mismo a la canoa necesaria para cruzar esos 14 km entre África y Europa es también muy complejo. Pero nuevos datos confirmarán o negarán esta hipótesis. Es lo bueno de la ciencia...
Por último, si se llegara a confirmar que desde hace dos millones de años los homínidos han cruzado el estrecho con cierta facilidad, ¿alguien podrá impedir el salto ahora a seres humanos, si no es acumulando muertos en el camino? Y si no se confirmara, ¿se podrá impedir también?
Alfonso López Borgoñoz
(a publicar en TECNOCIENCIA núm. 1, sección "Pretérito Imperfecto", marzo 2006)

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