Hay que ver a qué velocidad vamos. Hace nada discutíamos si el cambio de milenio era en enero de 2000 o en enero de 2001, y ¡ya estamos a mediados de la primera década!
Este 2005, sin duda, será justamente recordado como el año de El Quijote, al menos en el mundo hispanoparlante. Aunque los amantes de las ciencias del espacio sabemos que cuatrocientos años no es nada, el camino recorrido por este hidalgo manchego en su Rocinante desde entonces no deja de impresionar a todos los que nos continuamos acercando a la obra de Cervantes. Pero también será el año de muchas más cosas (esperamos que todas positivas).
Entre ellas, y curiosamente, también será —en parte— el año de Tribuna de Astronomía y Universo, ya que se cumplirán veinte años —que les puedo asegurar que en el mundo de la divulgación científica en España son muchos— del nacimiento de la primera de ellas (Tribuna de Astronomía) y diez del nacimiento de la segunda (Universo) —y, ya puestos a rememorar, que ya hace seis de la unión de ambas—.
Curioso el destino que ha permitido unir ambas fechas y recordar al que esto escribe, como una parte del espíritu del hombre de la Mancha también lo ha sido, a su manera, el de los editores de esta revista que tienen en sus manos, en un esfuerzo conjunto con cientos de colaboradores que a lo largo de todo este tiempo han tratado de hacer llegar a nuestros lectores las investigaciones más recientes, contempladas desde la óptica de autores de aquí.
Y el camino no ha sido fácil, pese a las grandes palabras de muchos responsables políticos y pese a que según las encuestas, el mundo de la ciencia es uno de los más valorados por la población española. Año tras año, hemos ido viendo cómo las políticas presupuestarias de los diferentes gobiernos han seguido primando sólo muy mínimamente el avance del conocimiento científico o su divulgación o enseñanza, más preocupados como han estado, seguramente, por otros menesteres. Sólo como decepción se puede juzgar en este sentido los presupuestos destinados a ciencia por el actual gobierno de España para este año entrante, el cual continúa invirtiendo un amplio porcentaje del esfuerzo económico que se realiza en investigación puramente militar, descuidando otras maneras de acercarse a la realidad más pacíficas y sensibles a la solución de problemas reales de los ciudadanos.
En este 2005 los amantes del estudio del Cosmos seguiremos tratando, con la parca luz de la linterna de nuestro —posiblemente— no muy largo ingenio, de iluminar algo las incógnitas que el Universo nos presenta, tratando de deslindar gigantes de molinos. Y eso no será porque no amemos los gigantes, que, claro está, los amamos como todos, sino porque somos capaces también de deleitarnos con la visión de los molinos y de gozar con la mera aventura de la búsqueda de la mejor verdad demostrable
Esperamos que, por fin, este año alumbre al Gran Telescopio de Canarias, y que al menos su inauguración y puesta en marcha dé nuevo aliento a esta ciencia antes de que se marchite como Grisóstomo, el estudioso de las estrellas del Quijote, que murió de mal de amores por la desafección de la pastora Marcela.
(publicado en Tribuna de Astronomía y Universo, enero de 2004)
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