14 enero, 2005
ÉTICA LAICA
No creo en Dios, por lo que no puedo creer en éticas religiosas. No tendría sentido. Sólo puedo creer en las laicas, pues.
Sí puedo creer, en cambio, en éticas de zarzas ardiendo, con alguien que, megáfono en mano, y oculto tras las llamas, va diciendo e imponiendo su ética propia a una comunidad no muy crítica.
Es decir, creo que hay éticas impuestas (a la fuerza, por la tradición, ...) y éticas consensuadas, como la que emana de los principios contenidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Si bien no son perfectos, estos principios me permiten tener una tabla a la que agarrarme cuando hablo con otros, sabiendo que esos valores, en sí, no hay razón para que le repugnen, y que nos son comunes, sea cual sea su cultura.
13 enero, 2005
VOLVER A EMPEZAR...
Pero todo cambió tras el 11/9. En nombre de la llamada guerra contra el terror, países que desde siempre habían liderado la lucha en favor de los derechos humanos admitían casi un uso público de la tortura en numerosas prisiones, como en la base de los EEUU en Guantánamo. Un nuevo eufemismo, ‘técnica de mejora de los interrogatorios’, procedente de la CIA, empezó a ser usado públicamente. Pero no sólo eso, escritos de diferentes autoridades defendían estas prácticas en ocasiones, aunque las víctimas no estuvieran inculpadas de nada claramente.
Ahora parece ser que todo va volviendo lentamente a su cauce. Las ‘técnicas de mejora de los interrogatorios’ han sido prohibidas. Su uso ya no se justifica, al menos abiertamente. En el Reino Unido, las prácticas de reclusión indefinida sin cargos, ni asistencia y sin juicio, han pasado a considerarse ilegales y en los EEUU, el fiscal general del estado ha debido declarar que estaba en contra de la tortura ante una comisión. Desgraciadamente, en muchos otros países los malos tratos siguen siendo aún una práctica habitual, que se trata de ocultar, pero que, al menos, no se defiende como positiva.
Es lamentable asistir, a estas alturas, a la ratificación de las autoridades de lo que parecía evidente no hace tanto. Ello no hubiera sido posible sin la presión de la gente. Los ciudadanos debemos recordar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos no es algo que se nos haya concedido porque sí, sino que surge de la lucha y defensa continua de sus principios por millones de hombres y mujeres.
02 enero, 2005
TRAS EL TSUNAMI
El pasado 26 de diciembre, en el Índico, tras un primer tsunami hubo otro, y luego otro y otro, hasta seis. Un mínimo de 160.000 personas perdieron la vida como consecuencia directa de ello. Pese al tiempo pasado ya, no podemos dejar de efectuar algunas breves reflexiones.
Así, junto a otras muchas voces, creemos que es urgente el desarrollo de una red mundial de teledetección y alerta eficaz de catástrofes, así como de seguimiento y evolución pormenorizado de las mismas desde el espacio, lo que haría disminuir (aunque no evitar) los efectos negativos de tales desgracias. Cuando la gente contempla el gasto en investigación espacial como un dispendio, tal vez valga la pena recordar lo pasado en el Índico como un aviso de que lo que no gastemos en el cielo, lo acabaremos por pagar por centuplicado en la Tierra.
Existe el problema y una parte de la tecnología para resolverlo... pero ¿existe el presupuesto? En el ámbito internacional, sin duda (todos somos responsables de todos), pero ¿y en los propios países afectados?
Indonesia —que es el segundo mayor receptor mundial de ayuda exterior neta— gasta casi la misma suma de dinero en sus fuerzas militares (unos 1.686 millones de euros en el año 2000 —unos 300 mil millones de pesetas—) que lo que recibe en ayuda. En Sri Lanka, el presupuesto militar supera tanto al de sanidad como al de educación (su gran deuda exterior procede, precisamente, de ese gasto, que es insostenible). Tailandia sólo en el año 2000 se gastó el equivalente a unos 82 millones de euros en compra de armamento. En la India, tercera importadora mundial de armas, el gasto final en defensa en el 2003 superó los 13.000 millones de euros (más de dos billones de pesetas), de modo que su ejército significó el 15% del gasto público indio, en contraste con el 7% destinado a gastos sociales como sanidad o educación. Pero no sólo eso. Sus autoridades decidieron el pasado mes de enero de 2004 la compra de un portaviones por valor de unos 1.500 millones de euros.
Todos los gobiernos tienen la obligación de brindar seguridad a los habitantes de sus países, sin duda, pero no a costa de su desarrollo. Algunos viven situaciones de conflicto, pero los gastos militares sólo acentúan su pobreza, les crean dependencias y no acaban con las desigualdades ni con la violencia interna. Los vendedores de armas (europeos, estadounidenses, rusos o chinos) también son responsables, al primar internacionalmente actitudes políticas favorables a la compra de armas con la excusa de la guerra contra el terrorismo (la mayor parte de la armas son para guerras a gran escala, no para luchar contra grupos urbanos radicales, para los que las únicas medidas que se han visto como útiles son las policiales). La ayuda entre gobiernos debería basarse sólo en estrictos códigos éticos internacionales, algunos ya en vigor. Es curioso que aquello a lo que más deba temer la ciudadanía, siga siendo a las decisiones de aquellos que supuestamente están para protegerlos.
UN NUEVO AÑO
Este 2005, sin duda, será justamente recordado como el año de El Quijote, al menos en el mundo hispanoparlante. Aunque los amantes de las ciencias del espacio sabemos que cuatrocientos años no es nada, el camino recorrido por este hidalgo manchego en su Rocinante desde entonces no deja de impresionar a todos los que nos continuamos acercando a la obra de Cervantes. Pero también será el año de muchas más cosas (esperamos que todas positivas).
Entre ellas, y curiosamente, también será —en parte— el año de Tribuna de Astronomía y Universo, ya que se cumplirán veinte años —que les puedo asegurar que en el mundo de la divulgación científica en España son muchos— del nacimiento de la primera de ellas (Tribuna de Astronomía) y diez del nacimiento de la segunda (Universo) —y, ya puestos a rememorar, que ya hace seis de la unión de ambas—.
Curioso el destino que ha permitido unir ambas fechas y recordar al que esto escribe, como una parte del espíritu del hombre de la Mancha también lo ha sido, a su manera, el de los editores de esta revista que tienen en sus manos, en un esfuerzo conjunto con cientos de colaboradores que a lo largo de todo este tiempo han tratado de hacer llegar a nuestros lectores las investigaciones más recientes, contempladas desde la óptica de autores de aquí.
Y el camino no ha sido fácil, pese a las grandes palabras de muchos responsables políticos y pese a que según las encuestas, el mundo de la ciencia es uno de los más valorados por la población española. Año tras año, hemos ido viendo cómo las políticas presupuestarias de los diferentes gobiernos han seguido primando sólo muy mínimamente el avance del conocimiento científico o su divulgación o enseñanza, más preocupados como han estado, seguramente, por otros menesteres. Sólo como decepción se puede juzgar en este sentido los presupuestos destinados a ciencia por el actual gobierno de España para este año entrante, el cual continúa invirtiendo un amplio porcentaje del esfuerzo económico que se realiza en investigación puramente militar, descuidando otras maneras de acercarse a la realidad más pacíficas y sensibles a la solución de problemas reales de los ciudadanos.
En este 2005 los amantes del estudio del Cosmos seguiremos tratando, con la parca luz de la linterna de nuestro —posiblemente— no muy largo ingenio, de iluminar algo las incógnitas que el Universo nos presenta, tratando de deslindar gigantes de molinos. Y eso no será porque no amemos los gigantes, que, claro está, los amamos como todos, sino porque somos capaces también de deleitarnos con la visión de los molinos y de gozar con la mera aventura de la búsqueda de la mejor verdad demostrable
Esperamos que, por fin, este año alumbre al Gran Telescopio de Canarias, y que al menos su inauguración y puesta en marcha dé nuevo aliento a esta ciencia antes de que se marchite como Grisóstomo, el estudioso de las estrellas del Quijote, que murió de mal de amores por la desafección de la pastora Marcela.
(publicado en Tribuna de Astronomía y Universo, enero de 2004)
01 enero, 2005
NO ESCRIBO A OSCURAS...
Pero no estoy a oscuras del todo, aunque son difíciles las certezas.
Tenemos capacidad para basar nuestras decisiones en percepciones razonables y comunicables, podemos llegar a acuerdos que nos permitan vivir con dignidad a todos.
Tenemos la capacidad de hablar, de escuchar, de tratar de convencer en base a lo que nos une y mediante el respeto de los que nos separa.
No sabemos que es lo bueno, pero sí que es lo malo.
No estamos a oscuras.