25 octubre, 2010

DIVULGACIÓN CIENTÍFICA, SIGUE SIENDO EL GRAN RETO

En su Blog, Claudi Mans escribe un texto interesante titulado "Es pot divulgar la quàntica?".





Pese a haber ayudado a fundar una revista de divulgación de ciencias del espacio, eso de la divulgación siempre me provoca dudas.

Desde una perspectiva política, creo que es muy importante, ya que el conocimiento científico se debe hacer llegar a la gente, que es quien debe decidir al respecto, dado que en España básicamente es su bolsillo el que paga las investigaciones.

No sólo eso, cada vez el impacto de los descubrimientos científicos y tecnológícos va a influenciar más nuestras vidas (bueno, siempre han influenciado mucho, incluso desde antes de la revolución neolítica -sino nadie se hubiera preocupado de usar el fuego, de la agricultura o inventar el arco y flechas-) y es evidente que los aspectos de bioética, etc. que cada vez más a menudo nos llegan, van a exigir una mayor comprensión de lo que pasa a nuestro entorno para poder optar por aquellas líneas que de verdad y de forma razonable creamos más correctas.

Sin embargo... no es menos cierto que por dentro, a nivel personal tengo otra sensación....

Se puede explicar la "Novena" de Beethoven tarareándola en el metro. No hay duda. Pero no es lo mismo que con orquesta y coros en un auditorio.

Toda divulgación permite saber resultados del trabajo científico o tecnológico, pero eso no es lo más grande de la ciencia o la tecnología. Para mí (cosa personal) lo importante es cómo se llega a éstos resultados.

Me interesa más cómo llegó Colón a América o Amundsen a la Antártida, que el hecho en sí del descubrimiento (no el hecho de América o la Antártida, que son maravillosos).

La naturaleza es así desde siempre y no por obra nuestra. Saber que algo se cae a un cierta velocidad está bien. El cómo lo sabemos es lo que nos hace una especie algo diferente, el cómo podemos hacer leyes generales sobre esas caídas es la 'gran cosa'.

La gracia está en cómo saber cosas sobre lo que nos rodea.

Ese esfuerzo, la dificultad, es la gracia de la ciencia y de ir en bicicleta.



Subir al Alpe d'Huez es diferente a verlo por la televisión. Mirarlo por la pequeña pantalla es lo máximo para mí, pero nunca debo creer que en mi mirada del esfuerzo ajeno está la grandeza, sino en el esfuerzo que hay detrás de cada pedaleo, las horas de entrenamiento, la preparación y un método de trabajo adecuado.

19 octubre, 2010

CIENCIA EN LA CORTE VISIGODA. EL REY SISEBUTO Y SU PEQUEÑO TRATADO SOBRE ECLIPSES

- Versión ligeramente ampliada del artículo del mismo título publicado en la revista UNIVERSO en “Mirando Atrás”. Universo, Astronomía y Astronáutica nº 18, págs. 64-67.Octubre, 1996. Esa versión fue corergida en un texto posterior, en todo lo que afecta al contexto de la época de Sisebuto y en como pudieron influir en su obra los acontecimientos astronómicos
- Sobre el mismo tema ver otra entrada en este blog*


San Isidoro de Sevilla (560-636)1, además de sus estudios teológicos y filosóficos, también tuvo afición a escribir sobre la naturaleza y sus fenómenos, amparado por un sólido bagaje de conocimientos procedentes de la tradición grecolatina, y así escribió un tratado en prosa titulado De rerum natura (Sobre la naturaleza), en latín, a inicios del siglo VII, a petición del rey Sisebuto, que reinó en la Hispania visigoda entre los años 612 y 621.

Este libro pronto fue conocido en toda Europa, alcanzando una gran difusión, siendo también denominado como Liber Rotarum (Libro de las Ruedas), por las distintas ilustraciones que acompañaban el texto, las cuales tenían esa forma al tratar, normalmente, sobre fenómenos astronómicos. En este escrito se trataba de dar una visión clara y sintética del estado de la cuestión del conocimiento científico en su tiempo, y abarcaba diversas materias dentro de lo que podríamos llamar ciencias naturales, con un especial hincapié en la divulgación de la materia astronómica.

Seguramente Sisebuto no tuvo que insistirle demasiado al obispo sevillano para que escribiera este tratado, ya que Isidoro nunca había hecho ascos al estudio de algunas cuestiones científicas, es más, en algunos de sus libros anteriores ya había dejado caer algunas nociones que indicaban sus conocimientos sobre el mundo natural. Como es normal, y a diferencia de los clásicos, como Lucrecio (de cuya obra más famosa copia el título), la obra de Isidoro está llena de referencias cristianas, y está adaptada a la concepción teológica del autor.

Pero lo que hoy nos interesa no es tanto el estudio de los conceptos astronómicos de Isidoro, sino en una epístola/tratado (la Epistula metrica ad Isidorum de libro rotarum -Samsó, 1992: 27 y 28- o Epistula Sisebuti) que, en verso y también en latín, le contestó el propio rey Sisebuto a San Isidoro, tras recibir el libro cuya redacción había pedido. En esta carta el monarca trató de dar una explicación racional y precisa, sin caer en supersticiones, a los eclipses de Luna, primordialmente, y a los eclipses de Sol. A partir de entonces, el libro de Isidoro y la carta de Sisebuto fueron conocidos de forma conjunta.

Por los datos históricos que conocemos y por los que menciona el texto -así como por algunos hechos que no se mencionan en el mismo-, se puede llegar a suponer que su fecha exacta de redacción fue el año 612, es decir, en el mismo año del inicio del mandato de Sisebuto, según explica el historiador de la ciencia Jacques Fontaine, en el trabajo introductorio a la edición en francés de este volumen (Fontaine, 1960). Probablemente, a finales de agosto o en septiembre de dicho año. Pero, ¿en que circunstancias se escribieron ambos tratados?.

Sisebuto y su tiempo
El rey godo Sisebuto, obtuvo dicho cargo electivamente -entre los nobles- tras el breve, pero intenso, mandato de dos años del rey Gundemaro -que falleció de muerte natural (circunstancia no muy habitual)-. Su reinado significó una cierta consolidación del poder de la monarquía visigoda y de la cultura romanizante, así como representó una especial protección de la religión católica (lo cual incluyó persecuciones de herejes -especialmente arrianos- y de nobles levantiscos, dictándose además durante su mandato una serie de medidas de control de la población judía). Amplió las posesiones de su corona en la península, en detrimento de los bizantinos, y trató de apaciguar una revuelta de vascos y cántabros.

Pese a que como monarca fue un hombre de su tiempo, en un período convulso, tenemos datos fehacientes sobre su notable afición a las ciencias y su conocimiento acerca de la mecánica celeste, según el modelo predominante entonces. Es muy posible que su gusto por la ciencia astronómica procediera de su período de aprendizaje y formación en el monasterio de Agali, cerca de Toledo, donde el estudio de los astros gozó de un gran predicamento entre un cierto número de monjes de esa época, que supieron cultivar esta ciencia rescatando el saber de los "antiguos". Su obra ha sido estudiada y debatida por numerosos especialistas en historia de la ciencia, como el español Julio Samsó; el francés Jacques Fontaine o el norteamericano Stevens.

Génesis de De Rerum natura y de la Epistula Sisebuti
Siempre difícil señalar cuales son las causas directas que motivan la realización de una obra científica. En ocasiones, cuando la misma es impulsada por un poder político, como es este caso, se piensa que el origen de la misma debe relacionarse con los hechos históricos que se vivían en el momento. Así, según Fontaine, el motivo de la petición, y del interés del monarca por la astronomía en ese tiempo, se debió a una serie de acontecimientos astronómicos de cierta relevancia que coincidieron a lo largo de un año y medio sobre el suelo de la península ibérica, y que fueron visibles por toda la población.

Así, en el año 611 hubo un eclipse parcial de Luna y uno total (el 4 de marzo y el 29 de agosto, respectivamente)2. El primero de ellos pasó por la tarde, y no fue posible ver su parcialidad dado que el fin de la misma coincidió con la salida de nuestro satélite, situado en Leo, por el este, a las 18h 15m.

Fue de tipo penumbral principalmente, por lo que dudamos que casi nadie se apercibiera del mismo. Sin duda fue más visto el segundo, total, aunque las horas no parezcan muy indicadas, dado que el inicio de su fase penumbral fue hacia las dos de la madrugada, de la parcialidad hacia las 3h 15m , no empezando la totalidad hasta las 4h 20m (la Luna se puso a las 5h 45m, cuando aún estaba eclipsada en su totalidad). La Luna se hallaba entonces en Aquarius, muy cerca de Saturno.

En el año 612, hubo, además, otros dos eclipses parciales de Luna visibles desde Hispania. El primero tuvo lugar el 22 de febrero, con nuestro satélite en Leo, más o menos cerca de la estrella Regulus, llegando a tapar la sombra de la Tierra, en el momento de su máximo eclipsamiento, hacia las 6h 35m., el 59% de la Luna (la cual se puso hacia las 7 h, con medio satélite aún eclipsado), y el otro el 17 de agosto, con la Luna de nuevo en Aquarius, cuyo máximo del 40% se vió en Toledo hacia las 5h 35m, poco antes de ocultarse nuestro satélite.

A todo eso hemos de sumar que en el mediodía del 2 de agosto del año 612, hubo, además, un eclipse parcial de Sol, en el que se oscureció el 87% de la superficie del astro Rey a su paso por Toledo a las 16h 15m. La línea de la centralidad iba desde la zona de Moscú, pasando por el sur de Italia y Túnez hasta el Sáhara. Como es obvio, fue visto como parcial en toda la península3.

Según el mismo autor francés, Fontaine, todos estos hechos, en una época plena de supersticiones (sólo hay que ver la lucha infatigable de los obispos y prelados cristianos en los inicios de la alta Edad Media contra las herejías y prácticas aún profanas que se seguían dando en los diferentes estados que entonces componían la Europa occidental), produjeron una cierta alerta y un cierto nerviosismo en la población hispana de la época, dado que el notable número de eventos astronómicos en tan poco tiempo, asociados a la llegada de un nuevo rey, no pudo dejar ser visto como algo alarmante, especialmente por los nobles contrarios o por las comunidades de seguidores de prácticas tenidas entonces como heréticas.

Además de eso, ciertos autores ilustrados, entresacaban de la lectura del libro del Apocalipsis la posibilidad de un cercano fin del mundo, que muchos esperaban ya (algunos con menos ganas que otros), y que vendría precedido por grandes señales en el cielo, según el mismo Gregorio Magno había escrito en una carta enviada al rey anglosajón Edilberto en el año 601.

Para Fontaine, sin duda Sisebuto entendió que quizás dicha alarma social le podía costar cara a él. Como hemos comentado antes, eran aquellos tiempos fáciles para el cambio rápido de reyes por la vía más violenta, y cualquier excusa era buena para ello (recordemos que se supone que el mismo Sisebuto, pese a todo, acabó muriendo envenenado -según escribe San Isidoro-, y su sucesor, su hijo de corta edad Recaredo II reinó sólo unos días).

Quizás, por todo ello, se decidió a pedir al hombre más respetado, prestigioso y sabio de su corte, como era Isidoro, que le escribiera un texto en el que se diera cuenta con una explicación lo más racional posible, de aquella serie de fenómenos. El libro, pues, pudo haber sido escrito en contra de los temores de supersticiosos, alentados desde cierta nobleza, y trataba de, buscando en los textos clásicos, dar una explicación a los sucesos que se habían visto.

Otra explicación alternativa
Pese a que esa explicación sobre las causas de la escritura del libro de Isidoro y del pequeño tratado de Sisebuto es posible que sea correcta, no nos lo parece a nosotros. Las razones para dudar son de índole astronómica.

Así, hemos de pensar que desde al año 601 al 610 se habían podido ver numerosos eclipses parciales de Sol y de Luna desde el mismo Toledo. Desde la capital del reino visigodo, se habían podido presenciar un total de seis eclipses parciales de Sol entre dichos años (casi uno por año).
Pese a que el del 26 de octubre del año 607 fue apenas perceptible y sólo cubrió un 3% de la superficie del Sol, el del 12 de agosto del año 603 oscureció el 97% del mismo, pasando la línea de centralidad cerca de Barcelona y por el norte de la península ibérica. Otro muy vistoso debió ser el parcial del 26 de diciembre del año 604, que llegó a tapar el 77% del Sol, y que fue un eclipse anular visible sólo desde el norte de África.

También, como es normal, se pudieron ver desde Toledo, entre los años 601 y 610, unos trece eclipses de Luna más (una media superior a uno por año), todos de tipo penumbral o parcial, como también lo fueron los de los años 611 y 612. E incluso hubo uno total el 16 de julio del año 604, hacia las 21 h.

No podemos creer, pues, que hubiera nada especial en los sucesos astronómicos de los años 611 y 612 que motivaran la redacción de estos trabajos sobre ciencias naturales. Como hemos podido ver, la ocurrencia de los fenómenos no fue superior a lo normal ni en cantidad ni en espectacularidad.

Creemos que la verdadera razón de la redacción de estos dos tratados fue el mero gusto de una época en la que hubo un cierto renacimiento del conocimiento de la tradición grecolatina, y a un rey y una corte medianamente ilustradas, que gustaban de la lectura de estas obras en sus no demasiadas horas de paz, tal como el mismo Sisebuto indica al inicio de su poema, donde no se observan miedos latentes a revueltas sociales.

Aún en el caso de que en su tiempo hubiera habido alguna alarma (tampoco nos extrañaría), dudamos que los alarmados llegaran nunca a leer ni el tratado de Isidoro ni el de Sisebuto, ni que lo que en ellos se expresa fuera comprensible por una población en su amplísima mayoría analfabeta (¿qué proporción de los posibles alarmados se podría calmar con unos textos de las características de los que mencionamos?)

La explicación de los eclipses de Luna y de Sol por Sisebuto
Su explicación se basa en la concepción aristotélica del cosmos. El universo que describe Sisebuto es geocéntrico con una Tierra inmóvil en torno a la cual gira la Luna, el Sol y los demás astros (fijos o errantes). La Luna sería el cuerpo celeste más próximo a nuestro planeta y la misma serviría como frontera entre dos partes diferentes del cosmos, la sublunar (que iría desde nuestro planeta a la Luna), en el cual todo sería corruptible, y la supralunar, en la cual habría un éter incorruptible y eterno, y donde todos los movimientos serían uniformes y en círculos perfectos. Sisebuto, en su explicación, emplea una metáfora para aclarar los conceptos que emplea, y compara el movimiento de los astros por el cielo con una carrera de carros en torno a un punto central inmóvil (la Tierra).

Al principio de sus versos, dirigidos a Isidoro, y a modo de introducción, le dice que le envidia la calma en que transcurre su vida, en comparación con la suya, llena de avatares y de guerras. Después entra en materia y pasa a explicar el porqué pierde en ocasiones la Luna su brillante faz de nieve. Evidentemente, señala, no es debido a las causas supersticiosas que muchas gentes creen. Según él, la Luna, que carece de luz propia (lo cual le permite explicar los eclipses de Luna y también los de Sol) evoluciona en su órbita inviolable, a través del éter, pero hay un determinado momento en la misma en que la Tierra le priva de los rayos del Sol -que se halla en su apogeo- al estar situada su enorme masa en medio. Cuando los rayos de luz solares, que se expanden libres por todo el universo, se encuentran con nuestro planeta, se forma una pirámide (usa este término y no el de cono, que parecería más correcto, como después comentaremos) de sombra por la parte diametralmente opuesta a donde se halla el astro Rey. Al entrar allí la Luna cuando está llena, la luz que refleja empalidece y se apaga, lo cual dura hasta que sale de dicha pirámide de sombra (los demás astros -fijos y errantes- sí tienen luz propia, y además nunca se ven afectados por la pirámide de sombra de la Tierra por lo que no empalidecen ni se eclipsan). Como quiera que según esta explicación a cada plenilunio debería corresponder un eclipse de Luna, Sisebuto nos recuerda que la órbita de la Luna es oblicua, y que sólo en ocasiones su plenilunio es interrumpido por la órbita de la Tierra. Para producirse los eclipses es igual la posición del Sol, no importando que se halle sobre la vertical de nuestro planeta o desde un eje oblicuo.


A los eclipses solares apenas les dedica unas pocas líneas para señalar que la coincidencia entre el curso del Sol y el curso oblicuo de la Luna, hace que la segunda tape al primero, apagando momentáneamente su luz. Un problema surge en su explicación. Si las órbitas son circulares, todos los eclipses serían anulares y nunca totales, dado que el tamaño de la Luna nunca podría tapar todo el disco solar (si la Luna puede ser tapada por la pirámide de la sombra de la Tierra, su tamaño no podría jamás tapar al Sol si las órbitas fueran perfectamente circulares).

De lo que indica en el texto se deducen varias cosas. Por una parte la creencia, al igual que Isidoro, en un mayor tamaño del Sol que de la Tierra (hasta 18 veces), así como un menor tamaño de la Luna. Así mismo nos recuerda (sin dar cifras) la enormidad de la distancia que nos separa del Astro Rey, lo cual es necesario para que la pirámide de la sombra terrestre se alargue hasta llegar a la Luna. No habla de los planetas de forma separada de las estrellas. Los mismos no serían eclipsados al no caer nunca dentro de la sombra de la Tierra.

La no mención de Mercurio ni de Venus, tal vez nos puedan hacer suponer que Sisebuto creía que los mismos se hallaban situados más allá del Sol4, aunque ello es sólo una hipótesis.

¿Creía Sisebuto que la Tierra era redonda?. Aunque la idea de una tierra esférica había sido muy común en la antigüedad clásica, contó con menos favores en el período patrístico cristiano que va desde fines de la antigüedad clásica hasta el inicio del escolasticismo (McCready, 1996: 108), así es posible que el mismo Isidoro -es discutido- creyera en una Tierra en forma de disco plano (Samsó, 1979 y McCready, 1996: 126-127).

Pese a que también hay discusiones, en el caso de Sisebuto su creencia en una tierra esférica, parece desprenderse de la lectura de su texto, según Stevens (1980: 273-274), así como según McCready (1996: 124-125 notas 59 y 60), ya que habla de umbra rotae (sombra redonda) y de globus. El proceso de un eclipse en su conjunto (un Sol que al girar ocasiona siempre una forma igual en la sombra que es cortada por la Luna) también implica una tierra en forma de esfera.

Y todo ello a pesar de que indique que la sombra de la tierra tiene forma de pirámide y no de cono. Ya que hemos de pensar en que el hecho de que la sombra de nuestro planeta tuviera forma de pirámide implicaría una tierra en forma cuadrada, pero el hecho de que los eclipses se puedan producir tanto cuando el Sol está directamente sobre la vertical de la Tierra como cuando son oblicuos, implica que la Tierra debe ser esférica, ya que la forma de la sombra de un cuadrado o de un cubo varían según sea el ángulo de incidencia de los rayos solares sobre dicho cuerpo.

La mejor explicación sobre porqué usa el termino pirámide y no cono se deba al uso no muy preciso de dicho término en su época, tal como la imprecisa definición que de la misma da Isidoro en sus Etimologías.

Pese a su admiración al sabio hispalense, no siguió al pie de la letra sus teorías, y así su creencia en la luminosidad propia de las estrellas y de los planetas contradice a San Isidoro, que pensaba que éstas no tenían luz propia y que eran iluminadas por el Sol, al igual que lo era la Luna.


NOTAS
  1. Isidoro nació probablemente en Cartagena, hacia el año 560, y murió en Sevilla, en el año 636, ciudad de la que había sido obispo desde el año 599. Fue autor de numerosas obras de contenido teológico y algunas profanas, entre ellas destacan, aparte de la obra que hoy comentamos, sus conocidas Etimologías (Originum sive etymologicarum libri viginti), o su Historia de Regibus Gothorum, Vandalorum et Suevorum, en la que nos habla acerca de los sucesos más relevantes ocurridos bajo el mandato godo en Hispania hasta la fecha de su redacción. Su trabajo representó un notable esfuerzo de difundir en su época el saber grecorromano, eso sí, sin descuidar el punto de vista profundamente cristiano que impregnaba su obra.
  2. Y no dos totales como indica Fontaine (1960, pág. 4).
  3. Fontaine dice que la centralidad pasó por el norte de la península, probablemente confunde este paso con un eclipse anterior del que hablaremos luego (Fontaine, 1960: 4).
  4. Una hipótesis similar fue mantenida también por algunos autores árabes del siglo X y XI. 
Bibliografía
  • Fontaine, Jacques (Ed.) "Isidore de Séville Traité de la nature suivi de l'Épitre en vers du roi Sisebut à Isidore". Biblioteque de l'École des Hautes Études Hispaniques. Fascicule XXVIII. Bordeaux, Feret, 1960.
  • Lindsay, W. M. (Ed.), "Isidori Hispalensis Episcopi Etymologiarum sive Originum libri XX", 2 vols. Oxford: Clarendon Press, 1911.
  • McCready, William D. "Isidore, the Antipodeans, and the Shape of the Earth" Isis, 1996, 87:108-127.
  • Samsó, Julio "Astronómica Isidoriana" Faventia, 1979, 1: 167-174.
  • Samsó, Julio "Nota sobre la biografía de Sisebuto en un texto árabe anónimo". Serta gratulatoria in honorem Juan Régulo. Vol. I Filología. La Laguna, 1985, pags. 639-642.
  • Samsó, Julio "Las ciencias de los antiguos en al-Andalus". Edit. Mapfre. Madrid, 1992.
  • Stevens, Wesley M. "The figure of the Earth in Isidore's 'De natura rerum'" Isis, 1980, 71: 268-277 (273-274 habla de la carta de Sisebuto) así como Mc Cready, 1996 pag. 124-125 nota 59 y 60.
Alfonso López Borgoñoz

SCIENCE AT THE VISIGOTHIC COURT. KING SISEBUTE AND HIS LITTLE TREATISE ABOUT ECLIPSES

Alfonso López Borgoñoz
(To read in Antwerp, Belgium, in the Eclipse Conference, 15 october 2000)
 
Saint Isidore of Seville (Cartagene, 560-Seville, 636), except for his theological and philosophical studies, was also keen on writing about nature and its phenomenons, protected his knowledge emanating from the Greek Latin tradition, and thus he wrote a treatise in prose titled De rerum natura (About Nature), in Latin, at the beginning of the VII century, on request of King Sisebute, who reigned in the visigothic Hispania between the years 612 and 621. This book was soon known all over Europe, reaching a large distribution, also named Liber Rotarum (Book of the Wheels), because of the different illustrations that accompanied the text, and which had this shape when treating, normally, astronomic phenomenons. In this writing he tried to give a clear and synthetic vision about the state of the question of the scientific knowledge in that time.

Of course Sisebute did not have to insist too much to the Sevillian bishop in order to write this treatise, as Isidore never turned up his nose at the study of some scientific questions, moreover, in some of his former books he had already mentioned some notions that indicated his knowledge about the natural world. As is normal, and different from the classics such as Lucrece (of whom he copied the title from his most famous work), the work of Isidore is full of Christian references, and is adapted to the theological conception of the author.
 
But what we are interested in today is not so much the study of the astronomical concepts of Isidore, but the epistle/treatise (Epistula metrica ad Isidorum de libro rotarum o Epistula Sisebuti) that, in verse and also in latin, the very king Sisebute answered to Saint Isidore, after he received the book of which he had asked the editing. In this letter the monarch tried to give a rational and precise explanation, without giving in to superstition or to histories of witches, of lunar eclipses, in the first place, and of solar eclipses. Since then, the book of Isidore and the letter of Sisebute were known as a whole.
 
From the historical facts that we know and from those that are mentioned in the text -as well as from some events that are not mentioned in it-, it could be supposed that the exact date of editing was the year 612, this means, in the same year as the start of the mandate of Sisebute. Probably, at the end of August or in September of that year. But under which circumstances were both these treatises written ?
 
Sisebute and his time
The Gothic king Sisebute got the above-mentioned function after the short, but intensive mandate of two years of the king Gundemare. His reign signified a certain consolidation of the power of the Visigothic monarchy and of the Romanized culture, as well as a protection of the Catholic religion (that included persecution of heretics - especially arians - and of rebellious nobles, taking furthermore a series of tough measures during his mandate to control the Jewish population). He enlarged the possessions of his crown in the peninsula, to the detriment of the Byzantines, and tried to calm down a revolt of Basques and Cantabrians.
 
Though as a monarch he was a man of his time, in a stirring period, we have indisputable facts about his notable predilection for science and his knowledge of the celestial mechanism, according to the then overpowering model. It is very possible that his taste for the astronomical science emanates from his learning and education period in the monastery of Agali, near Toledo, where the study of the celestial bodies had a great authority among a certain number of monks of that time, who knew to cultivate this science saving the knowledge of the “old”. His work has been studied and debated by numerous specialists in history of science such as the Spaniard Julio Samsó, the Frenchman Jacques Fontaine or the North American Stevens, among many others.
 
Origin of De rerum natura and of la Epistula Sisebuti
Although it is difficult to determine which are the direct causes that motivate the realization of a scientific work, according to Fontaine, the motive of the request, and of the interest of the monarch in the astronomy in this time, is due to a series of astronomical events which took place in the course of one and a half year on the soil of the Iberian Peninsula, and which were visible for the whole population.
 
Thus, in the year 611 a partial lunar eclipse took place and one total (on 4th Mars and 29th August, respectively). The first of them passed in the afternoon, and it was not possible to see its partiality as the end of it coincided with the rise of our satellite, situated in Leo, in the east, at 18h 15m. It was penumbral, so that we doubt that almost nobody could observe it. Undoubtedly the second, total, was more seen, although the hours do not seem very indicated, as the beginning of partiality was around 3h 15 m, and totality did not begin until 4h 20m (the moon set at 5h 45m, when it was still eclipsed in its totality). The Moon was then located in Aquarius, very close by Saturn.
 
In the year 612, there were moreover two other partial eclipses of the Moon visible in Hispania. The first took place on 22nd February, with our satellite in Leo, near Regulus, and was covering the shadow of the Earth, at the moment of the maximum of the eclipse, at about 6h 35m, 59% of the Moon (which set around 7 h, with half of the satellite still eclipsed), and the other on 17th August, with the Moon in Aquarius, of which the maximum of 40% was seen in Toledo at about 5h 35m, little time before our satellite was occulted.
 
To all this we have to add that at noon on 2nd August of the year 612, there was, furthermore, a partial eclipse of the Sun, in which 87% of the surface of the celestial body Rey was occulted when it passed over Toledo at 16h 15m. The central line went from the zone of Moscow, passed the south of Italy and Tunis to the Sahara. As is obvious, it was partial in the whole of the peninsula.
 
All these facts, in a period full of superstition (you only have to look at the inexhaustible fight of the Christian bishops and prelates in the beginning of the early middle ages against the heretics and still profane practices which were being held in the different states that then composed Western Europe), produced a certain alarm and a certain nervousness in the Hispanic population of that time, as the accumulation of astronomical events in such a short time, associated with the arrival of a new king, could not be left to be seen as something alarming, especially by the hostile nobles or by the communities of followers of practices which were considered to be heresy. Moreover, certain authors gathered from the lecture of the book of the Apocalypse the possibility of a near end of the world, which many expected already, and which would be preceded by big signals in the sky, according to what the same Gregore the Great had written in a letter to the English king Edilberte in the year 601.
 
For Fontaine, Sisebute undoubtedly understood that maybe the mentioned social alarm could cost him his head. In those times it was easy to change kings in the most violent way, and every excuse was good for it (remind that it was supposed that the same Sisebute died poisoned -according to Saint Isidore-, and his successor, his young son, Recarede II reigned only for two days). For this reason was decided to ask the man most respected and erudite of his court, like Isidore of Seville, to write a text with an explication as rational as possible of this series of phenomenons. The book, consequently, could have been written against the fears of the superstitious, proud from certain nobility, and tried, searching in classical texts, to give an explanation of what had been seen.
 
Another alternative explanation
Although this is a beautiful story, it does not seem excessively credible. We have to think that since the year 601 till 610 numerous partial eclipses of the Sun and of the Moon could be seen from Toledo. Thus, a total of six partial eclipses of the Sun could be witnessed in the capital of the Visigothic reign between those years (almost one per year). Although that of 26th October 607 was semi-imperceptible and only covered 3% of the surface of the Sun, that of 12th August of the year 603 occulted 97% of the same, passing the central line near Barcelone and the north of the Iberian Peninsula. Another very striking one must have been the partial of 26th December 604, which got to cover 77% of the Sun, and which was an annular eclipse only visible from the north of Africa. Also, as is normal, some thirteen lunar eclipses more could be seen from Toledo, between the years 601 and 610 (a half more than one per year), all penumbral or partial, such like those of the years 611 and 612. And there had even been a total one on 16th July of the year 604, around 21h. We don't think, consequently, that there was something special in the astronomical events of the years 611 and 612 that motivated the editing of those works about natural science. As we have seen, the occurrence of the phenomenons was not superior to the normal.
 
We think that the reason of the editing of these two treatises was only the liking of a period in which there was a certain revival of the knowledge of the Greek Latin tradition, and a king and a court rather erudite, who liked the reading of these works in their not too many hours of peace, such as the same Sisebute indicates in the beginning of his poem, where no latent fears can be observed. Maybe in their time there was some alarm, it would not surprise us, but we doubt that the alarmed got to read the treatise of Isidore or that of Sisebute, or that which was expressed in it was understandable for a population mostly analphabetic
 
The explanation of the eclipses of the Moon and the Sun by Sisebute
His explanation is based on the aristotelic conception of the cosmos. The universe of Sisebute is geocentric with an immobile Earth around which turn the Moon, the Sun and the other celestial bodies. Our satellite would be the most close corpse, and served as a border between two different parts of the cosmos, the sublunar (which would go from our planet to the Moon), where all should be perishable, and the supralunar, where there would be a non-perishable and eternal sky. All movements would be uniform and in perfect circles.
 
After a short introduction, Sisebute enters the matter and begins to explain why at occasions the Moon loses its brilliant countenance of snow. Obviously, he declares, it is not because of superstitious reasons like a lot of people think. According to him, the Moon, which has no proper light (which enables him to explain the eclipses of our satellite and also those of the Sun) evolves in its orbit, through the sky, but there is a specific moment in which the Earth deprives it of the rays of the Sun - which is situated in its apogee - its enormous mass being located in the middle. When the rays of sunlight, which are freely expanded all over the universe, meet our planet, a pyramid is formed (he uses the term pyramid and not cone) of shadow at the part diametrically opposed to where the celestial body Rey is situated.

When the Moon enters there at full moon, the light that it reflects fades and extinguishes, which lasts until it leaves the mentioned shadow pyramid (the other celestial bodies -stars and planets- if they have light of their own and moreover never are afflicted by the shadow pyramid of the Earth, as a result of what they do not fade nor eclipse). As according to this explanation each full moon would coincide with an eclipse of the Moon, Sisebute reminds us that the orbit of the Moon is oblique, and that only in occasions its full moon is interrupted by the orbit of the Earth. In order to produce the eclipses the position of the Sun is equal, not importing if it is situated on the vertical of our planet or from an oblique axis.



On the solar eclipses he hardly dedicates some lines to indicate that the coincidence between the course of the Sun and the oblique course of the Moon, makes that the second covers the first, extinguishing its light. A problem arises in his explanation. If the orbits are circular, all the eclipses would be annular and never total, given the fact that the size of the Moon could never cover the solar disc (if the Moon can be covered by the shadow pyramid of the Earth, its size could never cover the Sun if the orbits were perfectly circular).
 
Various things can be deduced from the text. On the one hand, the conviction, the same as of Isidore, of a bigger size of the Sun than the Earth (up to 18 times), as well as of a smaller size of the Moon. Also it reminds us of the enormousness of the distance which separates us from the celestial body Rey, which is necessary for the terrestrial shadow pyramid to get so long that it reaches the Moon. He does not speak of the planets as a separate thing from the stars. These would not be eclipsed, as they never fall in the shadow of the Earth.

Did Sisebute think that the Earth was round? Although the idea of a spherical Earth was common thought among the scientists of the classic antiquity, it received less approval in the patristic Christian period at the end of that age. It is possible that the same Isidore - it is subject of debate - believed in an Earth in the shape of a flat disc. Although there are also discussions, in the case of Sisebute his belief in a spherical Earth seems to emanate from reading his text, as he talks about umbra rotae (rounded shadow) and about globus. The process of an eclipse in its whole (a Sun which turning always causes a round shape equal in the shadow that is cut by the Moon) also implies an Earth in the shape of a sphere. And all this in spite of his indicating that the shadow of the Earth has the shape of a pyramid and not of a cone (let's think that the shadow of our planet had the shape of a pyramid, this implied a square or cube earth, but the fact that the eclipses can occur as well when the Sun is directly on the vertical of the Earth as when they are obliques, implies that the Earth must be spherical, as the shape of the shadow of a square or of a cube varies according to the angle of incidence of the sun rays on the mentioned corpse). The best explanation about why he uses the term pyramid and not cone is due to the not very correct use of that term in his age, such as the imprecise definition that Isidore gives in his Etymologies.

In spite of his admiration for the sevillian scientist, Sisebute did not follow his theories literally, and so his belief in the proper luminosity of the stars and planets contradicts San Isidore, who thought that these did not have own light and were lit up by the Sun, as is the Moon.

(text translated to the english by Geert Poitevin)(many, many thanks Geert!)

EL ASTROLABIO. EL BUSCADOR DE ESTRELLAS

por Anna Vollmer y Alfonso López Borgoñoz
[Versión ampliada del artículo del mismo título publicado en la revista española UNIVERSO en diciembre de 1997]
(haciendo click en las imágenes, éstas se amplían)


Astrolabio medieval clásico
Quizá no fue el primero, pero posiblemente sí que ha sido uno de los instrumentos que mejor y durante más tiempo ha acompañado a generaciones de astrónomos en su búsqueda de un mayor conocimiento del movimiento de los astros por el firmamento.
El término astrolabio, que en griego vendría a significar “el que encuentra las estrellas”, se ha utilizado desde la antigüedad para denominar un tipo de instrumento astronómico, que se emplea para determinar las posiciones de las estrellas y las horas. Su uso se basa en dos ciencias en las cuales destacó la cultura griega clásica: la astronomía y la geometría.

En las próximas líneas no trataremos, sin embargo, de hacer una recopilación exhaustiva de todas las posibilidades de medición de este utensilio, sino sólo de las más generales. 

Y al ser éste un artículo de divulgación, tampoco nos entretendremos en exceso en la explicación del sistema de proyección estereográfica usado para la construcción de este instrumento.



Pese a haber existido a lo largo de la historia diferentes tipos de astrolabios, como el de Ptolomeo, que parece ser que era como una especie de esfera armilar, dedicada en forma más precisa a la observación, aquí sólo trataremos del astrolabio planisférico, que, sin duda, es el más conocido. (Ver recuadro 1, en el lateral, sobre las partes de un astrolabio).

Partes principales de un astrolabio (Recuadro 1º):
  • La madre: Es una lámina, generalmente de bronce, hueca por uno de sus lados para la colocación del tímpano y la araña. En la periferia de dicho lado está el limbo, y en su parte superior hay una anilla de sujeción, que se une a la madre por una pieza que se conoce como trono. Su dorso, también grabado, sirve así mismo para diferentes usos.
  • El tímpano: Es una placa, de apenas medio milímetro de espesor, grabada con las coordenadas de la esfera celeste para una latitud terrestre determinada (y sólo para esa latitud, motivo por el cual cada astrolabio puede venir provisto con varios tímpanos, cada uno adaptado a una latitud concreta). En esta lámina aparecen grabados el cenit, el horizonte, las líneas de altura, el acimut, el ecuador y los círculos de Cáncer y Capricornio, así como las líneas de almucantarat. El tímpano también nos muestra algunas curvas situadas por debajo del horizonte (y por ello no visibles) como son las de las líneas crepusculares.
  • El limbo: Situado en el borde exterior de la madre, está graduado en sentido horario en horas y/o grados.
  • La araña: Es un buscador de estrellas, así como del Sol. Su eje central marca la posición del polo norte de la esfera celeste (estrella polar). En la araña están representadas algunas de las estrellas más visibles y la eclíptica. Ésta, el camino que aparentemente recorre el Sol a lo largo del año por la esfera celeste, se muestra mediante un círculo más grueso, el círculo de la eclíptica, en el cual generalmente vienen indicados los signos del zodíaco. Las estrellas aparecen como una especie de uñas o flechitas.
  • La regla: Situada sobre la araña, se usa para alinear la fecha (sobre el círculo de la eclíptica), con la hora (en el limbo) correcta sobre el círculo horario, así como para otras medidas.
  • La alidada: Se usa para medir las alturas de los astros sobre el horizonte mediante las pínulas, que son dos planos que se alzan perpendiculares sobre la alidada, con un orificio en su centro.
  • El dorso del astrolabio: Todas las observaciones y medidas se realizan en el dorso de la madre, con la ayuda de la alidada. Además de la graduación en grados situada en el borde del dorso del astrolabio, éste tiene, además, lo que se conoce como cuadrado de sombras y un calendario zodiacal.
  • Anilla o argolla de suspensión: Es de donde se cuelga el astrolabio para hacer mediciones. 


El tímpano es una parte central para las mediciones, y cada uno de los mismos va preparado para una latitud exacta. En la imagen de la izquierda vemos uno preparado para la latitud 42º N (norte de España). Como se puede ver si se comparan con otros de latitudes más altas, por ejemplo, la forma de los almucantarats en los de latitudes más altas son menos elípticos y más redondeadeos que en éste, circunstancia que va en aumento hasta el polo norte terrestre, en donde los almucantarats son círculos casi perfectos.

USO DEL ASTROLABIO
Para utilizarlo se precisa conocer previamente algo acerca del sistema de coordenadas altoacimutales (ver recuadro). Tras ello, ya podremos empezar a operar con nuestro astrolabio cualquier noche despejada.
Primero deberemos localizar una estrella que conozcamos y que sea muy brillante, para que nos sirva de referencia. Sirio, Aldebarán, Arturo, Vega, Rigel o Betelgeuse funcionarán perfectamente. (Ver recuadro 2, sobre coordenadas altoacimutales).

El sistema de coordenadas horizontal o altoacimutal (Recuadro 2º): 
Al igual que el sistema de coordenadas geográficas nos permite saber que Madrid se encuentra, exactamente, a 40º 25' 12” al norte del ecuador (latitud) y a 3º 43' 12” al oeste del meridiano de Greenwich (longitud), o que Barcelona está a 41º 25' 14” de latitud norte y a 2º 10' 11” de longitud este, los sistemas de coordenadas celestes nos permiten determinar, con precisión, el lugar en el que se ubican, en el cielo, los diferentes astros que queremos observar.

El sistema que se usa en los astrolabios es muy sencillo, y se conoce como sistema de coordenadas altoacimutal. Éste va variando continuamente para cada objeto, a lo largo de la noche, lo cual obliga a constantes mediciones. Para entenderlo, bastará con tener claros los siguientes conceptos:
  • Cenit -c-: Es el punto de la esfera celeste situado justamente sobre la cabeza del observador. Se dice que está a + 90º del horizonte, dado que esa distancia es la cuarta parte de la esfera celeste.
  • Nadir -n-: Es el punto de la esfera celeste situado justo en las antípodas del observador. Es el punto contrario al cenit, situado a 180º del mismo en la esfera celeste. Es por ello que se dice que el nadir tiene una altura de - 90º.
  • Altura -h-: Es la porción de círculo (o arco) que hay entre el horizonte y el objeto celeste, que en este caso concreto conoceremos como estrella A (la altura sería el arco mA en la figura).
  • Distancia del Cenit: Es la porción de círculo que, en este caso, separa una estrella del cenit (arco Ac, en el ejemplo). Los almucantarats (similares en su concepción a los paralelos geográficos terrestres) son círculos imaginarios en la esfera celeste, paralelos al horizonte, situados en todos sus puntos a la misma distancia del cenit. Cuando dos estrellas están a la misma altura, se dice, pues, que tienen el mismo almucantarat.

  • Acimut: Si entendemos el horizonte como un círculo imaginario que rodea al observador, el acimut sería la porción que separaría el norte geográfico (N) del lugar en el que corta el horizonte la prolongación de la línea que une a la estrella A con el cenit (el acimut astronómico 0º original es el sur, pero por influencia de los acimuts geográficos terrestres, ahora se suele usar el norte). Todos los objetos que tienen el mismo acimut se dice que se encuentran en el mismo círculo de acimut o vertical (el acimut, en la figura, sería el arco Nm).

    Una vez seleccionada una estrella, como por ejemplo Aldebarán, mediremos su altura (h) sobre el horizonte. Para ello, deberemos colgar el astrolabio por su anilla en un punto lo más fijo posible, después apuntaremos a la estrella con la alidada, a través de las pínulas, lo cual nos proporcionará su altura sobre el horizonte en la escala graduada situada en la periferia del dorso de la madre del astrolabio (ver recuadro 3, sobre cómo medir alturas).

    Una vez medida la altura de la estrella con la alidada en el dorso, y una vez puesta la uña de la estrella que hemos medido en el almuncantarat correspondiente (en la imagen, vemos una estrella en el almuncantarat situado en 40º), mediremos, de nuevo con el dorso y la alidada, el día que es del zodíaco, al saber cual es el correspondiente a nuestro calendario. Después, cogemos la regla, y sin mover a la estrella de su almuncantarat, pasamos la regla por encima del día correspondiente, lo cual nos da la hora exacta del evento en el limbo del astrolabio.
    Cómo medir la altura de un objeto celeste sobre el horizonte con un astrolabio (Recuadro 3º):

    Para conocer la posición en el cielo nocturno de una estrella, utilizaremos el dorso del astrolabio, el cual deberá estar suspendido por su argolla en un punto fijo. Después, cogeremos la alidada y situaremos nuestro ojo mirando a través de su pínula inferior. Con la otra mano, iremos girando la alidada hasta ver la estrella que estamos buscando a través, también, de la pínula superior. Debemos tener en cuenta que el cenit debe estar alineado con los 90º que están situados debajo de la anilla, y el horizonte con la línea que marca los 0º (dicha línea, para ello, deberá estar en paralelo con el suelo).

    Para conocer la posición del Sol, también es necesario suspender de un punto fijo el astrolabio. Después, giraremos la alidada hasta que los rayos solares atraviesen los dos agujeros también, formando una mancha luminosa sobre un papel blanco (u otro material) colocado por debajo de la pínula inferior.

    El círculo más externo situado en el dorso del astrolabio contiene una escala, en grados, que va desde 0º (posición horizontal) a 90º (posición vertical). El ángulo entre la alidada y la línea horizontal que marca 0º, será el de la altura del objeto celeste.


    La araña sirve para fijar los astros en el cielo, tanto gracias a sus uñas, en las cuales se puede ver el nombre de las estrellas cuya posición indican (imagen de la derecha), como del Sol, gracias al círculo de la eclíptica, en la que se hallan los diferentes signos del zodíaco, así como los días que componen éstos.
    Tras la operación anterior, y una vez determinada la altura de la estrella, giraremos el astrolabio, y moveremos la araña hasta que la flechita que indica la situación de Aldebarán quede en el lugar correspondiente a la altura que antes hemos medido. Para ello deberemos tener el tímpano (correspondiente a nuestra latitud) correctamente situado, con su norte señalando hacia dicho punto cardinal, quedando el este a nuestra derecha y el oeste a la izquierda (inversamente a lo que ocurre con el planisferio), y sabiendo que el punto central del tímpano es el lugar correspondiente a la estrella polar.
    En el tímpano, veremos que hay grabados una serie de círculos (más o menos elípticos) concéntricos, en torno a un punto central, que es el cenit. Cada uno de esos círculos se conoce con el nombre de almucantarat (ver recuadro acerca de las coordenadas altoacimutales) y viene marcado con un número que indica su altura en grados desde el horizonte, el cual está representado por el círculo más amplio, que engloba a todos, y cuya altura es 0º. Así, el almucantarat más cercano al horizonte estará a 1º ó 2º, y el más cercano al cenit a 88º u 89º.
    Así mismo, es posible ver cómo estos círculos son cortados por una serie de líneas que surgen del cenit y que finalizan en el círculo del horizonte. Son los círculos de acimut. Justamente en el lugar donde estas líneas cortan con el círculo del horizonte hay unas cifras, que nos indican la distancia, en grados, entre dicho punto del horizonte y el norte geográfico.
    Como hemos dicho antes, situaremos la uña o flechita de la araña que tiene el nombre de Aldebarán sobre la línea del almucantarat correspondiente. Si la altura se ha medido entre el este y el cenit, la estrella se situará en el horizonte oriental o parte derecha de dicho círculo, y si ha sido entre el oeste y el cenit, se encontrará a la izquierda, en el horizonte occidental.
    A partir de aquí, al haber situado la estrella que hemos tomado como referencia, el resto de las estrellas más visibles en el cielo esa noche, indicadas con cada una de las uñas restantes de la araña, ya quedarán colocadas sobre el tímpano. Del mismo modo, nos será sencillo situar otras estrellas que no estén en la araña y de las cuales tengamos sus coordenadas en relación a la que usamos como referencia.
    Determinación precisa de la hora solar con un astrolabio Tras saber la posición exacta de las estrellas podremos empezar a realizar diversas mediciones o cálculos, como el de la hora (en tiempo universal). Al igual que en un planisferio podemos situar cualquier objeto en sus coordenadas si sabemos la hora exacta a la que estamos (ver revista Universo nº 7, Diciembre 1995), también será posible hacer lo contrario, es decir, conociendo las coordenadas de una estrella, podremos determinar la hora con precisión. En esto, un astrolabio funciona igual que un planisferio normal.

    La base del astrolabio está formada por la madre, que aquí vemos dibujada, y por el dorso. La madre está hueca, y en su interior se aloja el tímpano, la araña y la regla. A su alrededor se puede ver el limbo, con una escala horaria y otra en grados. En la parte superior se observa la anilla se sujección, asentada en una pieza que se conoce como trono.

    Para determinar la hora en tiempo universal, una vez situada la estrella de referencia en su altura correspondiente, usaremos la regla y el círculo de la eclíptica que encontramos en la araña, así como, de nuevo, el dorso del astrolabio. Habrá dos métodos, según sea de noche o de día.
    Si queremos medir las horas nocturnas usaremos, otra vez, la alidada y la periferia del dorso de la madre, dado que allí está grabado el calendario zodiacal en círculos concéntricos, con los meses, los días de cada mes, los signos del zodíaco, y los días de cada signo del zodíaco. Con un movimiento en sentido contrario al de las agujas del reloj, situaremos la alidada encima del día exacto del mes en el que estemos, lo cual nos dará una fecha en el zodíaco.
    Esta fecha nos servirá en el otro lado del astrolabio para indicar la posición del Sol en ese día en el círculo de la eclíptica que se halla en la araña.
    Una vez tenemos este dato, y sin mover la estrella de referencia de su altura antes encontrada, volvemos a coger la regla, y la haremos pasar por encima de la fecha del zodíaco que hemos hallado con la alidada, y que se encuentra en el círculo de la eclíptica. La prolongación de la regla hacia el limbo, nos dará la hora exacta a la que estamos.
    En el caso de las horas diurnas, también mediremos la altura del Sol mediante la alidada y, con ese dato, y tras saber qué día es en el zodíaco mediante nuestro conocimiento de qué día del mes es, situaremos el Sol, mediante el círculo de la eclíptica, en el almucantarat correspondiente, girando la araña. Aquí, de nuevo, la regla nos indicará, tras pasar por encima de la fecha zodiacal correcta, la hora a la que estamos.

    OTRAS SENCILLAS UTILIDADES ASTRONÓMICAS
    Como antes hemos señalado, el astrolabio aún tiene muchos usos más en astronomía. Entre los más sencillos está el de hallar el lugar de salida y puesta del Sol para cada día del año.
    Para ello necesitamos tener bien determinada la posición del astro rey en la eclíptica. Una vez lo sepamos, supongamos que es el primer día de Aries, haremos girar la araña hasta que la señal del círculo de la eclíptica que indica esa fecha en cuestión corte el horizonte por el este. Ése será el punto por donde saldrá el Sol ese día del año. Por los grados que hay grabados junto al horizonte, sabremos a qué distancia angular del norte se producirá dicho evento.
    Por el contrario, si movemos la araña hacia el horizonte occidental, veremos el lugar por donde se pondrá nuestra estrella.
    Pero no sólo eso, con la ayuda de la regla, si la situamos justo por encima del punto en el que el círculo de la eclíptica corta el horizonte oriental (u occidental), tendremos, si leemos el punto del limbo donde señala la regla, la hora exacta de la salida (o puesta), respectivamente, del Sol, para cada día del año.
    Además de esto, podremos medir la hora de los ortos u ocasos de todas las estrellas más visibles a lo largo de todo el año. El astrolabio también nos sirve para orientarnos. Dado que el mismo nos señala la distancia angular del norte por la que surgen las estrellas cada noche, mirando la salida de las mismas, podremos situar, correctamente, y sin brújula, donde se sitúa cada noche el este, el sudoeste, etc.
    También es posible hacer mediciones con el cuadrado de la sombra, al dorso del astrolabio, el cual fue utilizado por los agrimensores para resolver problemas de medidas. Éste consta de dos partes, dos líneas o sombras verticales, y una horizontal, que les sirve de base y que se llama sombra yaciente. Se usaba colgando el astrolabio por su anilla, y enfilando la alidada hacia el punto del que queríamos conocer la altura. Se miraba entonces qué punto del cuadrado, por su base o sombra yaciente, era cortado por la misma (por ejemplo, el 8), con lo cual se podía deducir que la altura del objeto observado era de 8/12 partes de la distancia a la que el observador se encontraba del objeto medido. Si se deseaba saber la altura de un astro, como el Sol, la fórmula a usar era tan h = 12/9 = 1,5, de donde se podía deducir que h = 56º 19', siendo h la altura del Sol. La escala de sombra vertical permitía la medida de la tan h' cuando h' es inferior a 45º.

    18 octubre, 2010

    COLÓN Y LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA

    Alfonso López Borgoñoz y Anna Vollmer Torrubiano
    Agrupació Astronòmica de Castelldefels
    Ponencia publicada con motivo del 'Encuentro internacional de Ciencia y Humanismo'. Planetario de Medellín, Colombia, 12-XII-1992. Medellín, 1992 y en unas Jornadas sobre Colón y el NuevoMundo, celebradas en la Universidad de Bucarest, Rumanía, en 1992.


    El motivo que nos ha llevado a escribir esta comunicación, en un año como el presente, ha sido el tratar de situar a Colón y sus viajes (así como a toda una serie de descubrimientos geográficos que tienen lugar en los inicios del Renacimiento) en el contexto de la Revolución Astronómica y Científica que se vivió en gran parte de Europa en los dos siglos posteriores a estos hechos, la cual, por otra parte, y tal como escribe Crombie:
    "es más fácil de entender cómo se produjo (...) que entender la razón de que se produjera" (1987:213).

    En realidad, no nos interesará tanto estudiar la influencia directa de Colón (o de las observaciones por él realizadas durante sus viajes a América) en dicha Revolución, como la influencia global que los hallazgos geográficos, y los inducidos por éstos en otras ramas del saber (zoología, botánica, etc...), provocaron en la percepción global de la realidad natural y de la filosofía de su tiempo, así como la relación de éstos con los avances conceptuales que se iban desarrollando.

    1.- EL MARCO CONCEPTUAL
    El modelo que seguiremos para introducirnos en la presente comunicación estará basado, de alguna manera, en el expuesto por Kuhn en su "Estructura de las Revoluciones Científicas" (1990), con algunas modificaciones fruto de la crítica posterior o de otras teorías, como la de sistemas, surgidas en otros ámbitos disciplinarios.

    Simplificando mucho, lo cual nunca es bueno, podríamos decir que Thomas S. Kuhn (1990), escribía que la noción de cambio científico venía dada por un cambio, revolucionario, en la percepción global sobre la realidad de los estudiosos de un determinado campo del saber, en un cambio de lo que él denomina "paradigma" o matriz disciplinario, ante la imposibilidad de resolver determinados "enigmas" o problemas por el cuadro conceptual de la ciencia precedente.

    Para nosotros, en cambio, sin tratar de desmentir al historiador de la ciencia norteamericano, la realidad del cambio científico es sumamente más compleja.

    La realidad social que se halla en torno al hombre de ciencia (y al hombre en general) tiene un marcado carácter caótico. Dicha realidad social forma lo que, en la Teoría de Sistemas, se conoce como Sistema Sociocultural (Clarke, 1968-1978).

    Dicho Sistema Sociocultural es el resultante de la búsqueda del equilibrio entre diferentes, y muy variados, subsistemas culturales profusamente interconectados (cultura económica, material, ecológica, social, científica, psicológica, religiosa, etc. -cada una de ellas multivariable-) y politéticamente homogéneos en dicha unidad sistémica, la cual se halla intercomunicada, al mismo tiempo, con otros sistemas socioculturales , con los cuales mantienen una cierta relación de dependencia (Teoría del "World System" o Sistema Mundial, enunciada por Wallerstein y recogida en trabajos como el de Gunder Frank-Gills, 1991).

    (A) Al hablar de una realidad social sistémica, nos basamos, primordialmente, en la "Teoría de Sistemas", enunciada en el mundo de la biología en los años cuarenta, y que de ahí paso a las ciencias sociales, siendo recogida en campos como la arqueología a mediados de los años sesenta por autores como Clarke, Renfrew y otros. Para dicha teoría, la estructura de la realidad social es sumamente más compleja e imprevisible que la de la mera infraestructura material y superestructura social, que establecen una dialéctica.

    La dialéctica es mucho más amplia y las reacciones a las causas (y las causas de los acontecimientos) son difíciles de explicar y de seguir, por un lado, ante la cantidad de variables que intervienen en cada proceso y por otro, dado que es difícil predecir los efectos directos que, finalmente, tendrán sobre las mentalidades futuras (o han tenido sobre las pasadas), y sobre su percepción de la naturaleza (influida además por razones psicológicas o psiquiátricas), los diferentes acontecimientos que se van desarrollando en un proceso histórico (aparte de la indeterminación que provoca la interacción del estudioso con dicho proceso).

    En cualquier caso, la rotura del equilibrio entre los diferentes subsistemas por la introducción (o pérdida) de determinados elementos en uno de ellos, acaba por modificar a todos los demás, produciéndose una continua transformación de los mismos, y por tanto de los sistemas que los contienen, a la búsqueda y captura del teórico equilibrio perdido. Decimos teórico, dado que el punto de equilibrio nunca se encuentra, siendo continuos los cambios que engendran nuevos cambios.

    (B) Al decir que los subsistemas son politéticamente homogéneos, hacemos referencia a un concepto -reelaborado en las ciencias sociales a partir de su enunciación dentro del vocabulario fenomenológico de Adolf Schutz (Ferrater Mora, 1991: 2264)- por el cual se dice que un Conjunto (de entidades, subsistemas, atributos, conocimientos, etc.) o Sistema es politético si cumple tres condiciones (Clarke,1968-1978:443):
    • (B.1) Si cada individuo o elemento perteneciente al mismo posee un número sin especificar de los atributos del agregado total.
    • (B.2) Si cada atributo pertenece a un gran número de esos individuos.
    • (B.3) Si ningún simple atributo es a la vez suficiente y necesario para formar el Conjunto total o Sistema.

    Además, no creemos que ninguna especialidad científica esté guiada por un único paradigma, como indica Kuhn, sino por una interacción multiparadigmática (este concepto nace precisamente del carácter también politético de la misma "ciencia" como conjunto de conocimientos).

    Al escribir que la realidad del científico es multiparadigmática, queremos indicar que en su práctica diaria, el trabajo del científico (su metodología de trabajo y su relación con su campo de estudio), por especializado que esté, no se halla bajo la influencia de un solo paradigma o matriz disciplinario, sino de varios (así como también sufre la influencia de varios tipos de experimentos ejemplares), siendo los avances en la resolución de enigmas en otros campos del saber (avances, a veces, sólo epistemológicos o metodológicos) los que pueden conducir a cambios revolucionarios en los cuadros conceptuales de una especialidad científica dada, siendo totalmente inconmensurable el cuadro de conceptos anterior con el posterior dentro de dicha disciplina (Kuhn, 1990).


    Dicho cambio, dicha revolución, a su vez, será la causa de nuevos cambios revolucionarios en otras ciencias, produciéndose el efecto de feed-back, de retro-alimentación entre unas y otras, por lo cual las diferentes ideas en las ciencias muchas veces tienden a ir acompasándose mientras se van sucediendo en el tiempo (o avanzando, según se quiera, dentro de los esquemas del propio Sistema Socio-Cultural).


    El mismo Kuhn señala ya algo de este carácter multiparadigmático y politético de la ciencia normal cuando, tras hablar de las teorías expresadas por el último Wittgenstein, escribe que "algo similar puede ser válido para los diversos problemas y técnicas de investigación que surgen dentro de una única tradición de ciencia normal. Lo que tienen en común no es que satisfagan algún conjunto explícito, o incluso totalmente descubrible, de reglas y suposiciones que da a la tradición su carácter y su vigencia para el pensamiento científico. En lugar de ello pueden relacionarse, por semejanza o por emulación, con alguna parte del cuerpo científico que la comunidad en cuestión reconozca ya como una de sus realizaciones estables" (Kuhn, 1990:83 y 84).

    2.- SIGLO XV: LOS ANTECEDENTES
    El medievalista italiano Franco Cardini (1991) señala, deforma concisa, algunos acontecimientos previos que se han creído tradicionalmente que, tal vez, posibilitaron el viaje colombino, y que también sirven para contextualizar los descubrimientos en general:
    "No hay dudas de que el descubrimiento del Nuevo Mundo es hijo de cuatro circunstancias 'La revolución náutico-cartográfica-cosmológica' de los siglos XIV y XV; el cierre de determinados recursos orientales a causa del avance turco y por tanto la necesidad de alcanzar Oriente por caminos diferentes a los habituales; la pugna entre España y Portugal después de la bula de Calixto III que, en 1456, asignó a los portugueses una especie de monopolio sobre los nuevos descubrimientos, hecho que un Papa Borgia, Alejandro VI, modificó en 1493 con la bula 'Inter Cetera' y, por último, la cultura humanista florentina (...)".

    Creemos que merece la pena matizar y comentar algo dicho texto y así podemos indicar que:

    (A) La Revolución náutico-cartográfica-cosmológica, a laque se refiere Cardini, hace mención al nuevo impulso que la astronomía (no sólo teórica, sino también de observación directa, con nuevas aportaciones, basadas en experiencias de los propios autores y no ya en "experimentos mentales"), la náutica -impulso de nuevas embarcaciones como las carracas y carabelas, de calado mayor que les permitía afrontar la navegación por el atlántico- y la cartografía habían experimentado durante el siglo XV, debido a diversas razones:
    A.1).- Las traducciones directas del griego de los originales de Ptolomeo y Aristóteles (u otros autores), y no ya las versiones en latín o romance traducidas de sus versiones en árabe ("las traducciones se sucedían sin cesar" (Genicot, 1976:159)).
    Entre los principales nombres de la época están los astrónomos Von Peurbach (1423-1461) y el citado Regiomontano y los cartógrafos Bernhard Walther (1430-1504), Fra Mauro y Toscanelli, etc. (Mason, 1985 vol.II: 7; Crombie, 1987: 151; Bricker, 1979: 52-57 y Kuhn, 1978: 70). En cualquier caso, y además de todo lo anterior, y tal como señala Crombie (1987 Vol. II: 11-112), y toda una línea historiográfica con él, desde el siglo XIII, o ya desde el XII, tiene lugar en Europa un lento cambio en la concepción de la ciencia que, partiendo desde posiciones aristotélicas (y desde conceptos recuperados de sus obras en el siglo XII, a través de las versiones árabes, como el de la deducción de la realidad desde los axiomas u otros), pero basándose más en la inducción y en el experimento, fueron minando lentamente la credibilidad de los diferentes conceptos expresados, incluso, en las mismas obras de Aristóteles.
    A.2).- Mejoras de las técnicas de navegación y cartografía, para adaptar las naves y mapas a las necesidades de la navegación por el Atlántico, así como una mejora en la técnica de proyección cartográfica (Thuillier, 1990 Vol.I: 153-154 y Crombie, 1959:219).
    A.3).- Los intentos de reforma del Calendario Juliano, ya durante el siglo XV, ante la evidente desconexión del mismo con los ciclos de la naturaleza, y que obligaba a nuevos cálculos y comprobaciones con la realidad, para determinar un nuevo calendario que sirviera en el futuro, con nombres como los del alemán Johannes MÜller (1436-1476) -más conocido como Regiomontano- (que fue, incluso, llamado a Roma para dicho fin).

    Entre los primeros en utilizar esa nueva teoría de la ciencia experimental estuvo Robert Grosseteste (¿1168?-1213), el cual ya se halló más interesado en la inducción experimental que no en la deducción aristotélica, queriendo dar una expresión matemática al pensamiento (Genicot, 1976: 174). Otros autores que siguieron dicha línea, dentro de la escolástica tardía, serían Roger Bacon (1214-1294), Guillermo de Ockham (c. 1284-1349), Juan Buridan (muerto c. 1358), Nicolás de Oresme (muerto en 1382) o Nicolás de Cusa (1401-1464), entre otros.
    El análisis del porqué de dicho cambio del sentido de la investigación en algunos grupos de estudiosos de la Europa Bajomedieval requeriría más espacio del que disponemos ahora, pero, seguramente, está también relacionado con una mayor abertura de Europa al mundo en general, a través del desarrollo de la burguesía urbana (que continuaba e impulsaba los acontecimientos en el tiempo de Colón), y con una ciencia más ligada a Universidades, enclavadas en las ciudades, que a monasterios (Thuillier, 1990 Vol. I: 115). 
    En cualquier caso, la sociedad, en general, del tiempo de Colón era aún fundamentalmente o aristotélica o neoplatónica, "la observación y la experimentación tuvieron un lugar bastante modesto. No se negaba su interés (...) pero su empleo continuaba siendo poco frecuente. (...) La especulación no se vió muy frenada por la experimentación" (Genicot, 1976: 169). La Ciencia de los Astros, seguía teniendo más que ver con la astrología que con lo que hoy entendemos como astronomía.

    (B) El cierre de los recursos orientales no fue tanto por el avance turco, como por crisis internas en Asia Central, las cuales motivaron primero la ruina del Imperio Mongol y después el ascenso del turco que intentaría, precisamente, reestablecerlo (Heers, 1976: 129, Abu-Lughod, 1989: 338 y Gunder Frank y Gills, 1991). En cualquier caso, ello dió a Europa
    "the chance to ascend in the hierarchy of the world system, in the context of a new economic expansion and hegemonic reorganization during and following the crisis" (Gunder Frank y Gills, 1991).

    (C) La pugna hispano-lusitana a lo largo del siglo XV porel dominio y control de la navegación y pesca en el Atlántico sur fue constante, estando llena de episodios que van desde la lucha por la posesión de las Canarias hasta las que hubo por el control del tráfico marítimo desde las costas africanas. Hubo en esta pugna diferentes mediaciones papales, como la de Nicolas V, el 8 de enero de 1455, que confirmaba la exclusiva de Portugal al sur de los cabos Nao y Bojador (Arranz, 1991:23), quedando en poder de Castilla las Canarias. Por lo que respecta a la Bula del primer Papa Borja, Calixto III, ésta impedía la continuación de la expansión de los Reyes Católicos hacia los nuevos mercados del sur de Africa (u oriente) yendo hacia el sur del Atlántico, pese a lo cual, continuaron las escaramuzas y los intentos de la corona de Castilla de controlar la zona del Atlántico comprendida entre Andalucía y Guinea, escaramuzas que no finalizaron hasta su renuncia al tráfico africano por el tratado de las paces de Alcaçovas-Toledo de 1479-1480, que ponía fin a dichas rivalidades atlánticas en beneficio de Portugal (Arranz, 1991: 25, Morales, 1991 y Varela, 1986: 14), por lo que el único camino que les quedaba a los navegantes y comerciantes del reino de Castilla a finales del XV era hacia el Oeste.

    Tras el descubrimiento, el Papa tuvo que intervenir denuevo, en dos ocasiones más, en 1494, para marcar una nueva línea divisoria entre los territorios reservados a portugueses y a españoles, que esta vez, en vez de ser señalada por una distancia máxima que los españoles podían alcanzar hacia el sur se cambiaba por una distancia máxima que podrían alcanzar los portugueses hacia el oeste.

    En cualquier caso, la importancia de los genoveses, principalmente, y de los marinos vascos, portugueses o de Andalucía en la muy importante ruta comercial que unía el Atlántico -Africa y Norte de Europa- y el Mediterráneo desde el siglo XIII, ha sido bien establecida (Heers, 1976: 144-148 y Arranz, 1991: 20) entendiéndose mejor, por dicha fuerte relación, aún a finales del XV, los acontecimientos que posibilitaron el viaje de Colón.

    (D) En cuanto a la cultura humanista florentina que tuvo su auge en estos inicios del Renacimiento, creemos que sí fue relevante, pero no directamente en el campo de los descubrimientos, casi al contrario. Kuhn (1978) señala que el neo-humanismo renacentista imperante, de caracter platónico y basado en textos de autores como San Agustín, de por sí anti-aristotélico y anti-científico, ayudó a los científicos no aristotélicos sólo en la medida que quitó autoridad al sabio de Estágira en sus escritos, con lo que atacar sus posiciones científicas no estuvo tan mal visto como en épocas anteriores.

    3.- LA ASTRONOMÍA PRE-COPERNICANA
    El presente breve apartado de nuestro trabajo lo dedicamos a conocer algo del cuadro conceptual de la ciencia astronómica que conoció Cristóbal Colón, y que le sirvió como base de su propia fundamentación científica y astronómica, donde colgar los diferentes hechos y conceptos que le iban surgiendo merced a sus propias pesquisas y a sus descubrimientos.

    Creemos que Kuhn explica perfectamente la inserción del pensamiento científico y astronómico de Colón en el conjunto de su época, al hablar de la Revolución Copernicana, cuando nos introduce en lo que él denomina "el universo de las dos esferas", el cual es el modelo cosmológico imperante en la Europa Occidental desde la época griega, en la que se creía que había una gran esfera exterior, que era la de las estrellas fijas, y una esfera interior, que era la de nuestro planeta Tierra (la esfericidad de la misma no fue nunca puesta en duda por los astrónomos o astrólogos ya desde el siglo V a.C. en Grecia, como mínimo).


    Este universo:
    "habla al científico del comportamiento del sol y de las estrellas en regiones de la tierra (como el hemisferio austral o los polos terrestres) a las que jamás se ha trasladado. Además le informa acerca del movimiento de estrellas que nunca ha observado sistemáticamente; dado que, dichas estrellas también se hallan engarzadas en la esfera estelar, deben describir círculos diurnos similares a los de las otras estrellas. Se trata de un nuevo conocimiento, que con el tiempo puede tener considerables consecuencias, derivado, en un principio, no de la observación, sino directamente del esquema conceptual. Por ejemplo, la cosmología de las dos esferas enseña que la tierra tiene una circunferencia y sugiere una serie de observaciones (...) a través de las que el astrónomo puede descubrir sus dimensiones. fue un conjunto de tales observaciones (poco exactas, pues a partir de ellas se determinaron unas dimensiones bastante inferiores a las reales) el que condujo a Cristóbal Colón a pensar que la navegación alrededor del globo era una empresa perfectamente realizable (...)".

     "Los viajes de Cristobal Colón son un buen ejemplo de la fecundidad de un esquema conceptual. Muestran con toda claridad cómo las teorías pueden guiar a un científico a través de un terreno aún desconocido, indicándole hacia dónde debe centrar su atención y con qué puede esperar encontrarse. Quizá sea ésta la función más importante de que tienen los esquemas conceptuales dentro de la ciencia. Sin embargo, raras veces guían la búsqueda de forma tan clara y directa como en el ejemplo que estamos evocando" (Kuhn, 1978:70).

    El Renacimiento continúa siendo por otra parte, y lo será hasta mediados del siglo XVI, un tiempo que no diferencia claramente entre astrología y astronomía. La influencia de los astros sobre los sucesos terrestres, en la forma no determinante auspiciada por la Iglesia para permitir el libre albedrío de los humanos, tendrá más importancia, en numerosas ocasiones, en los estudios y trabajos publicados, antes y después de la invención de la imprenta, que no los estudios propiamente de los fenómenos que acontecían en el cielo.

    Todos, o casi todos, lo autores que conocemos del siglo XV o XVI tuvieron su creencia astrológica o bien determinaron horóscopos (como Toscanelli o el propio Kepler).

    4.- COLON Y LA CIENCIA
    Un comentario que tal vez pueda parecer obvio, pero que conviene recordar en este punto, a modo de entrada, es que el viaje de Colón, así como el de todos los otros navegantes de su tiempo (como Vasco de Gama, Magallanes, etc.) es perfectamente entendible dentro del marco conceptual básico aristotélico- ptolemaico (que tanta influencia había tenido a lo largo de la Baja Edad Media), excepto por pequeños detalles -de los cuales después hablaremos- que si bien pasaron inadvertidos a la mayoría de autores de su tiempo (como se puede observar en la prolija literatura científica española del momento -López Piñero, 1979-), sirvieron para reforzar la línea de pensamiento inductivista que se iba desarrollando en algunos centros de estudio de la Europa Occidental desde el siglo XIII, tal como hemos visto en el apartado anterior.

    El mismo Kuhn habla de esta cuestión e indica que:
    "Los viajes de Colón, así como los ulteriores de Magallanes y de otros navegantes, proporcionaron evidencias observacionales a convicciones que hasta entonces sólo se derivaban del esquema teórico y enriquecieron el edificio científico con una serie de observaciones absolutamente nuevas e insospechadas. Tales travesías nunca hubieran sido emprendidas, ni las nuevas observaciones que de ellas derivaron habrían enriquecido las ciencias, sin un esquema conceptual que mostrara previamente el camino a seguir" (Kuhn,1978: 70).

    a) La Formación de Colón
    Con respecto a las ciencias de la Cosmografía, Cartografía, Astrología, Geografía o Aritmética parece ser que Colón fue autodidacta, y lo que sabía se basaba en sus estudios y experiencia como marino bajo diferentes banderas en distintos lugares, tanto del Mediterráneo como del Atlántico.

    Escribe Arranz en su introducción a la edición del "Diario de a Bordo" de Cristóbal Colón que:
    "De sus actividades marítimas, a la vez que de sus aficiones científicas y técnicas, cuenta Colón allá por el año de 1501: 'De muy pequeña edad entré en la mar navegando, e lo he continuado fasta hoy... Ya pasan de cuarenta años que yo voy en este uso. Todo lo que fasta hoy se navega, todo lo he andado. Trato y conversación he tenido con gente sabia, eclesiásticos y seglares, latinos y griegos, judíos y moros, e con otros muchos de otras sectas. A este mi deseo fallé a Nuestro Señor muy propicio, y hube de El para ello espíritu de inteligencia. En la marinería me hizo abundoso; de astrología me dio lo que abastaba, y ansí de geometría y aritmética; y ingenio en el ánima y manos para dibujar esfera, y en ellas las cibdades, ríos y montañas, islas y puertos, todo en su propio sitio' " (Arranz, 1991: 8-9).

    En cualquier caso, parece ser que careció de una buena formación científica, que sólo intentó remediar conceptualmente durante el tiempo de preparación de su viaje por el Atlántico hacia el Oeste (Arranz, 1991: 15), pese a lo cual, cometió muchos errores metodológicos según la lógica científica incluso de su época.

    No tuvo la alta formación en ciencias, parece ser, que su hijo Hernando le atribuye con estas palabras:
    "Aprendió las letras y estudió en Pavía, lo que le bastó para entender a los cosmógrafos, a cuya lección fue muy aficionado, y por cuyo respeto se entregó también a la astrología y geometría; porque tienen estas ciencias tal conexión entre sí, que no puede estar la una sin la otra, y aún Ptolomeo en el principio de su Cosmografía, dice que ninguno puede ser buen cosmógrafo, si también no fuere pintor. Supo también hacer diseños para plantar las tierras y fijar los cuerpos cosmográficos en plano y redondo" (Colón, 1988: cap. III p. 82).

    b) La Fundamentación del Viaje Colombino y las Causas por él aducidas para el mismo
    Su confianza en los equivocados datos ptolemaicos sobre el diámetro de nuestro planeta, le hizo creer en la posibilidad de llegar a lo que él conocía como las "Indias" por Occidente, pese a la oposición de la mayoría de cosmógrafos y marinos de su tiempo, los cuales creían que era imposible el navegar tanto tiempo sin reaprovisonar un barco, como el que se precisaba para llegar a las Indias. Su hijo Hernando, de manera bastante liada, en la Historia dedicada a su padre, escribió lo siguiente sobre los motivos que llevaron a su padre a creer que podía descubrir América: La fundamentación esgrimida por Colón ante las Comisiones encargadas tanto por el Rey Juan II de Portugal como por los Reyes Católicos para estudiar su caso, se basaban tanto en nociones extraídas de profetas, como en consideraciones propias sobre la forma de la Tierra (que veía semejante a una pera), como en los datos de Ptolomeo sobre la redondez de la Tierra y en los trabajos de Toscanelli (Colón, 1988: Cap. VIII), el cual a partir de recientes traducciones de Ptolomeo -cuyos datos equivocados sobre el diámetro de la tierra, basados en los trabajos de Posidonio de Apamea, decían que la longitud del meridiano terrestre era de sólo 29.000 km (3/4 de la distancia real)-, y de los relatos de Marco Polo sobre la rica Cipango, había dibujado un mapa en el que indicaba la supuesta posición de dicha isla y la de Antilia en mitad de un enorme océano Atlántico. Colón traspasó las leguas a millas, asignando a cada milla un valor 1/4 inferior que Toscanelli (Arranz, 1991:43).   
    La fundamentación que Colón expuso ante las correspondientes Juntas dos Mathematicos o Juntas de cosmógrafos, astrónomos, astrólogos y marinos, propuestas por los reyes de Portugal o de Castilla y Aragón, eran un cúmulo de inexactitudes, verdades a medias, descontextualizaciones y fuentes para los datos dignas de poco crédito, tal como recoge la mayoría de los libros que han tratado el tema.
    A Colón no le hacían falta (mejor, no le eran necesarios) relatos de náufragos, ni misteriosos mapas para creer en la posibilidad de alcanzar oriente cruzando el océano Atlántico. Sólo un escaso conocimiento de las fuentes clásicas, enmarcadas por el cuadro conceptual general de su tiempo, y la ayuda de su carácter mesiánico (y una gran tozudez), así como las posibilidades brindadas por las necesidades de los Reyes Católicos y sus reinos eran lo que el Almirante precisaba para alcanzar las costas de las Indias.
    "Llegando a decir las causas que movieron al Almirante al descubrimiento de las Indias, digo que fueron tres, a saber: fundamentos naturales, la autoridad de los escritores y los indicios de los navegantes. En cuanto al primero, que es razón natural, digo que él consideró que toda el agua y la tierra del universo constituían y formaban una esfera, que podía rodearse de Oriente a Occidente caminando los hombres por ella hasta llegar a estar pies con pies, unos con otros en cualquier parte donde se hallasen opuestos; lo segundo, propuso y reconoció por autores aprobados que ya se había navegado gran parte de esta esfera, y que para descubrirla y manifestarla toda, no quedaba más de aquel espacio que había al fin Oriente de la India, el cual conocieron Ptolomeo y Marino siguiendo la vía de Oriente, y volverían por nuestro Occidente a las islas de los Azores y de Cabo Verde, que eran entonces la tierra más occidental descubierta. Lo tercero, consideraba que este espacio referido que está entre el fin oriental, conocido de Marino, y las dichas islas de Cabo Verde, no podía ser más de la tercia parte del círculo mayor de la esfera (...)" (Colón, 1988: Cap. VI a IX p.90-104).

    Tras una serie de consideraciones sobre que seguramente Asia era más grande de lo supuesto (citando a Estrabón, Aristóteles, Séneca, Marco Polo y otros autores como fuentes), y tras la cita de Alfagrano, el cosmógrafo árabe del siglo IX, que indicó que cada grado terrestre medía 56 millas y dos tercios (pero millas árabes de 1.973,50 m y no italianas -como creyera Colón- de sólo 1.477,50 m, es decir, que para Alfagrano -acertadamente- el meridiano terrestre medía unos 40.254 km y para Colón sólo 30.137 km), dedujo que la distancia entre la parte de la India más allá del Ganges, desconocida por los Europeos, y que él denominó como Indias Occidentales, y las islas de Cabo Verde no podía haber una distancia excesiva. Aparte de ello, dado que él suponía que había más tierra que agua en la esfera terrestre, no tenía dudas de que encontraría islas en las que abastecerse antes de arribar a las Indias (Colón, 1988:Cap. VI a IX p. 90-104). 

    En cualquier caso, hizo todo lo posible para adecuar los datos a su concepción de un ecuador terrestre que no podía medir más de 30.000 km, eliminando un cuarto de la distancia real del mismo. La importancia de demostrar este punto, en el que él seguramente creía de buena fe, era básico para llevar a cabo su proyecto.



    Pero, a veces, dos (o tres o cuatro) errores son un acierto, como parece testimoniar la vida de nuestro Almirante.

    c) COLÓN Y LA CIENCIA
    Colón era tan sólo un marino, un comerciante, y eso era lo único que le preocupaba la posibilidad de comerciar. No era un explorador ni un investigador, ni era esa su misión como lo fue la de Magallanes y Elcano, o dos siglos después, para Cook, Boungainville u otros.

    No trató de reflexionar sobre lo hallado fuera de los cauces de la tradición ni en contra de los supuestos teóricos de los sabios que habían discutido su aventura. Sus hipótesis no tuvieron nada de revolucionarias en lo conceptual en su tiempo.


    Fue un hombre del Renacimiento, como Copérnico y tantos otros. Su pensamiento era una curiosa mezcla de ideas venidas de la tradición aristotélica, de la humanista neo-platónica y del pensamiento judeo-cristiano.

    Realizó importantísimos descubrimientos de tipo geográfico (de los cuales parece ser que nunca tuvo conciencia clara), pero parece ser que no aplicó a dichos hallazgos ningún tipo de metodología inductiva para extraer conclusiones generales de lo que iba encontrando en sus recorridos marítimos. Tan sólo un hecho en este sentido, en el de extraer una teoría general de la observación de un hecho práctico, se le recuerda y fue el señalar que la estrella Polar no indicaba exactamente el Polo Norte celeste (y que dicha estrella tenía movimiento como las demás, lo cual se deducía de la discrepancia hallada con lo señalado por la brújula).

    En su Diario, transmitido por Fray Bartolomé de las Casas, hallamos el siguiente texto, fechado el domingo 30 de septiembre de 1.492, en su primer viaje de ida hacia América, tras haber tenido algunas observaciones parecidas en los días previos:

    "'Nota que las estrellas que se llaman las Guardas, cuando anocheçe, están junto al braço de la parte del Poniente, y cuando amaneçe están en la línea debaxo del braço al Nordeste, que pareçe que en toda la noche no andan salvo tres líneas, que son 9 oras, y esto cada noche'. Esto dize aquí el Almirante. También en anocheçiendo están con la estrella justo, por lo cual pareçe que la estrella haze movimiento como las otras estrellas, y las agujas piden siempre la verdad" (Varela, 1986: 56).


    Su hijo Hernando escribió que en el mismo día domingo 30 de septiembre:  
    "(Colón) Igualmente notó que desde las primeras horas de la noche, las agujas noresteaban toda una cuarta, y cuando amanecía, miraban derechamente a la estrella polar. Por cuyos motivos, los pilotos estaban con grande inquietud y confusión, hasta que él les dijo que de esto era causa el círculo que hace la estrella polar o del Norte, rodeando el Polo, cuya explicación les dió mucho aliento, porque en presencia de tales novedades temían el peligro en el camino, a tanta distancia y diversidad de regiones" (Colón, 1988: cap. XX pag. 132).

    Pero dicha inducción, fue la única que se le conoce. Aparte de ella, no se le conoce ninguna aportación en la que haga una elaboración teórica de lo hallado o encontrado, ni ninguna otra abstracción inducida por los datos. Sólo deducciones de verdades generales o sacadas de fuentes antiguas o medievales.


    Por lo que respecta a su conocimiento del instrumental astronómico que comúnmente se empezaba a usar en su época para la navegación, parece ser que en su viaje usó de la brújula, como queda dicho, aunque mayormente estableció su rumbo por la altura de la polar tal como se la marcaba el cuadrante o astrolabio, en torno al paralelo 28 N (que era el de Canarias). La navegación por brújula era imposible dado que pese a poder guiar hacia el este las corrientes marinas y los vientos hubieran de manera insensible cambiado la trayectoria del barco de manera muy significativa.


    Debiendo ser diestro en el manejo de tales instrumentos, como lo demuestra sus viajes, no se entienden algunos fallos enormes en la determinación de la latitud que tuvo primero en Islandia y más tarde en La Española, a la que señaló en la altura de Nueva York (Comellas, 1990).


    En cualquier caso, y fruto de ese ansia de conocer de la navegación y del hombre de su tiempo, así como del avance de la cartografía y la necesidad sentida de la geodesia, no es menos cierto que en el mismo prólogo a su "Diario de a Bordo", según se recoge en la versión de Las Casas, indica que:
    "tengo propósito de hazer carta nueva de navegar, en la cual situaré toda la mar e tierras del mar Occéano en sus proprios lugares, debaxo su viento, y más componer un libro y poner todo por el semejante por pintura, por latitud del equinocial y longitud del Occidente" (Varela, 1986: 45).


    Estaba tan seguro del cuadro conceptual heredado de sus mayores, que pese a tener en sus manos la posibilidad de deshacerlo, no pudo ni comprender que había descubierto un continente ignorado por el mundo clásico y medieval europeo.


    Kuhn (1978: 70), al hablar de la importancia de los descubrimientos, y cómo éstos entroncan en su tiempo, escribe:
    "Los viajes de Cristobal Colón son un buen ejemplo de la fecundidad de un esquema conceptual. Muestran con toda claridad cómo las teorías pueden guiar a un científico a través de un terreno aún desconocido, indicándole hacia dónde debe centrar su atención y con qué puede esperar encontrarse. Quizá sea ésta la función más importante de que tienen los esquemas conceptuales dentro de la ciencia. Sin embargo, raras veces guían la búsqueda de forma tan clara y directa como en el ejemplo que estamos evocando".


    Su preocupación, repetimos, fue únicamente la del comerciante, no la del teórico ni la del investigador práctico, tal como parece sí fue, en parte, el carácter de otros descubridores muy posteriores a él, que ya hemos señalado.


    Le interesaba algo muy concreto -el hallar un paso para llegar a las Indias Orientales y hacer riqueza con ello-, supuso como podía llegar a ello y tuvo el empeño y la constancia suficiente como para conseguirlo.


    El viaje de Colón o el de Magallanes no fueron revolucionarios en sí, dado que sus artífices simplemente siguieron unos esquemas conceptuales previos para conseguir sus objetivos, sin tener que alterarlos en demasía. Lo que descubrieron e hicieron, estaba sólidamente anclado en una concepción ptolemaica del mundo, matizada con elementos de la tradición judeo-cristiana, y sus motivos para ir más lejos que los demás estuvieron basados en características de la época así como de los individuos que las hicieron.


    Sin embargo, sus descubrimientos sirvieron para que toda una línea de pensamiento que se desarrollaba lentamente, tomara nuevos datos de la realidad para demostrar sus teorías en contra de las tradicionales, dado que los descubrimientos de Colón, llevaban en sí pequeñas contradicciones irresolubles para la ciencia ptolemaico-aristotélica, así como una negación a la autoridad de la misma en muchos de sus aspectos.


    La misma negación de los sabios de su tiempo (portugueses, españoles, ingleses o franceses -estos últimos a través de las gestiones de su hermano Bartolomé-) a dar crédito a los confusos datos proporcionados por Colón en los años anteriores a su viaje para justificar el gasto que tal expedición podía originar, respondían a una creencia en el modelo heredado de la antigüedad.


    El hecho de que el visionario, sin tener razón en lo conceptual (la tierra era mayor de lo que él calculaba y lo hallado no eran las Indias sino algo que, afortunadamente, halló en el centro), regresara triunfalmente de su expedición transoceánica, no hay duda que quitó mucha autoridad a los sabios que le habían negado consistencia a sus argumentos y a las autoridades en que éstos se fundaban.




    5.- SIGLOS XVI Y XVII: SEGUIMIENTO DE UNA INFLUENCIA

    Pero lo que descubrió Colón no estaba escrito, ni tan sólo previsto, en los libros que le habían servido como guía, tal como ya hemos indicado, y en ello (en este mismo no figurar en ningún texto previo), no hay duda (y pese a no saberlo ver Colón ni la mayoría de hombres de su tiempo) de que ya estaba el germen de una cierta posible crítica a la autoridad de los autores (y defensores) de aquellos tratados que en principio parecía que contenían todas las respuestas.


    Los enigmas no resueltos por el paradigma aristotélico o ptolemaico en las diferentes disciplinas de las ciencias, sirvieron como acicate, en muchos momentos, para la elaboración de nuevas teorías. Es más, nuevas maneras de ver las cosas, ni tan sólo vislumbradas en los escritos antiguos, tuvieron que irse creando a medida que los nuevos descubrimientos se iban sucediendo.


    El cuadro conceptual de la sociedad europea en general, de carácter variado y politético, registró la entrada de conceptos, productos y de la misma idea de un mundo nuevo como consecuencia de los viajes de los descubridores. Cuando los diferentes elementos que componían dicha sociedad se empezaron a reajustar para hallar un nuevo equilibrio entre sus diversas partes, se fue produciendo al mismo tiempo en la mentalidad de la gente que lo vivió, un cambio en su percepción del entorno y de la realidad, necesitándose, a la larga, una nueva manera de explicar los hechos que pudiera satisfacer, de forma más coherente, la resolución de los nuevos problemas planteados.


    Recordemos lo que indica Kuhn (1978:172) en su libro sobre Copérnico:
    "El cambio en un campo de actividades conlleva la disminución de la fuerza de los estereotipos en los restantes dominios".



    Se puede ver, por otra parte, que no parece que los cambios de paradigma fruto de la Revolución Científica fueran motivados por cambios técnicos o por notables mejoras en los aparatos de medición. Antes al contrario, parece ser que fueron los descubrimientos y la problemática por ellos engendrada los que obligaron a una mejora en la tecnología. Para Crombie (1987: 114):
    "De hecho la revolución científica, en sus etapas iniciales se produjo más por un cambio sistemático de la concepción intelectual, por el tipo de preguntas planteadas, que por un progreso de los medios técnicos".


    Dicho cambio en la concepción no fue porque sí, sino que vino auspiciado, en parte, por lo que hemos señalado en el apartado tercero del presente trabajo. Pese a todo, es difícil rastrear exactamente las razones exactas de los cambios, tal como hemos indicado al principio de esta comunicación, en nuestras consideraciones metodológicas.


    Conviene recordar que la Revolución Científica, como señalan los estudiosos, nace en un curioso ambiente en el que lo mágico se da de la mano con las conceptualizaciones más innovadoras y rupturistas (Harman, 1987, Crombie, 1987; Kuhn, 1978; Vickers, 1990; etc.).


    La coexistencia de cuadros conceptuales de origen muy dispar, sólidamente imbricados en la misma realidad y en las concepciones de los autores del momento (y que como tales se puede observar en las estrambóticas reflexiones -según la mentalidad de hoy- de Cristóbal Colón acerca de las tierras por él descubiertas), ha originado toda una serie de dificultades al estudiar este momento tan crucial en la historia del desarrollo del pensamiento en Europa. El estudiar una sociedad politética como monotética suele conllevar este tipo de problemas.


    El debate sobre el continuismo con la ciencia anterior o un drástico corte epistemológico continúa hoy plenamente vigente. La estructura caótica de la misma historia renacentista (y de la historia en general) hace que sean los propios estudiosos los que decidan, con todas las pruebas del mundo posibles en sus manos, que fue lo que realmente pasó. Para unos, el Renacimiento sería el lógico resultado de los avances en teoría del conocimiento científico habidos a lo largo de la Baja Edad Media, para otros, hubo un corte radical en los cuadros conceptuales, con un cambio de paradigma y de percepción de la realidad de una época a la otra.


    En cualquier caso, parece clara la importancia que tuvo la revolución astronómica, en primer lugar y la científica, en segundo, en la formación de todo el pensamiento contemporáneo, al ser la base sobre la que se asientan las concepciones que surgen con la modernidad y la ilustración, base, a su vez, de nuestro pensamiento contemporáneo.


    La revolución astronómica, la más radical en cuanto a su andar de camino hacia la "racionalidad" de sus asertos, seguramente fue una de las ciencias pioneras, con un Copérnico inclasificable (si el último autor medieval, si el primero moderno, el renacentista, en definitiva), abriendo las puertas conceptuales de todo el período.


    Y sobre todos estos cambios y transformaciones, el estudioso no puede menos que ver la importancia de la influencia de los viajes de Colón y de otros navegantes y descubridores, al ampliar el estrecho campo de miras europeo y crear las condiciones necesarias para esta transformación, que por evolución o revolución, significó el tránsito de las nociones científicas del siglo XIV-XV a las del siglo XV-XVI.


    Colón (sin saberlo) perteneció a esa generación de hombres herederos de la tradición aristotélica y ptolemaica (frente a los humanistas cuya raigambre filosófica era neo-platónica) que por tanto creer en la norma (y experimentarla), acabaron por transgedirla, de manera inocente, al ir la realidad mucho más lejos de lo previsto por las teorías heredadas de la antigüedad clásica.


    Una nueva percepción de las cosas, que de alguna manera ya habían tenido algunos autores a finales del XIII, se extendió por influencia de uno de sus frutos, los descubrimientos, al hacer que el hombre europeo, encerrado en un pequeño continente, pudiera llegar a cuestionar todo un modo de pensar, neo-platónico o aristotélico, que de tan poco le servía al adentrarse en los mares y enfrentarse a las nuevas situaciones.


    Los descubrimientos geográficos eran perfectamente posibles siguiendo las pautas de pensamiento que se habían ido desarrollando durante la Baja Edad Media, no suponían ninguna grave ruptura y fruto de ello fue que la ciencia española no produjo ninguna figura, en el momento previo a la Contrarreforma -después ésa ahogo todo posible pensamiento innovador-, que se hiciera eco de ese posible cambio en la percepción que pudo haber dado el estar en contacto con la nueva realidad americana, pero lo que sí que podemos afirmar es que la Revolución Científica y Astronómica es muy dudoso que se hubiera llevado de la misma manera (aunque sin duda, en otra forma, más tarde, se hubiera llevado a cabo) sin dichos descubrimientos geográficos, los cuales, desde un punto de vista eminentemente práctico, y sin conceptualizar iban sentando muchas de las bases empíricas que necesitaban los teóricos, produciendo un cambio en la percepción global y una quiebra en la confianza ciega en la autoridad de los antiguos, al no servir éstos para entender la nueva realidad que se iba abriendo a los ojos de los marineros españoles y portugueses, y más tarde, del resto de Europa.


    Otras rupturas tuvieron también lugar en el marco conceptual por los "descubrimientos" (desde la perspectiva europea) de nuevas tierras allende el mar. Crombie (1959: 163) escribe al respecto:
    "Al mismo tiempo, el descubrimiento de tierra esparcida por todo el globo, llevó a los filósofos de la naturaleza (...) a abandonar la teoría de esferas concéntricas de tierra y agua basada en la doctrina aristotélica del lugar natural y del movimiento. (...) el mar y la tierra formaban una única esfera".


    Las bases del movimiento (y de la realidad de todas las cosas) en el mundo escolástico-aristotélico, eran teleológicas, con tendencias naturales de las cosas a ocupar su lugar en un universo jerarquizado con el mundo en su centro. Dado que el mundo no parecía ordenado ni jerarquizado en ninguna parte, las bases de la física terrestre se podían poner en duda, siguiendo la tradición de la Escuela de París, tal como ya hacía dos mil años se habían puesto en entredicho las bases de la física celeste. El camino a un nuevo modelo cosmológico, que agrupara ambas físicas, quedaba abierto, y tras las investigaciones de Galileo, Kepler, Huyggens y Hooke, llegó Newton con su síntesis de ambas.


    Obviamente, las repercusiones de los descubrimientos en general, y el de América en particular, marcaron el futuro de la sociedad europea ya desde el principio. El feed-back que supuso para el sistema socio-cultural imperante en la mayor parte de las naciones de Europa lo que día a día se iba conociendo, como son los conocimientos y productos que se trajeron de América, o como la expansión a todos los niveles sociales de los habitantes del viejo mundo de la nueva percepción del espacio y del tiempo o el choque con unas realidades y con otros seres con unas civilizaciones y costumbres, así como modos de entender la vida, tan alejados de los suyos propios, produjo una serie de quiebras en la manera de relacionarse con la naturaleza o con los otros seres que ha marcado profundamente el devenir de todo este continente.


    La sociedad europea, ante las nuevas necesidades y las riquezas halladas en América, pudo liberar a algunos de sus hombres para que se dedicaran a la investigación cosmográfica, cartográfica, a la mejora de las técnicas de navegación, a la geodesia, etc., y así, señala López Piñero (1982: 359):
    "La ocupación de cosmógrafo fue un caso destacado de tarea científica que comenzó en este período a cobrar autonomía social. Su perfil fue concretándose a partir del período de los Reyes Católicos, principalmente en relación con los problemas náuticos y geográficos que planteó el descubrimiento y explotación de América. La importancia social de estos problemas permitió que un número creciente de personas pudiera ganarse la vida con una actividad basada en su sólida formación en cosmografía, y también en matemáticas, geografía y otras materias científicas (...)".


    Pese a ello, los trabajos prácticos fueron los únicos tenidos en cuenta en el desarrollo de estas ciencias en la España del XVI. Los aspectos teóricos, en la mayoría de los casos, continuaron en manos de la Iglesia (López Piñero, 1982: 366), que poco ánimo tenía para cambios en los sistemas de conocer el mundo. La secularización del conocimiento científico, que se dio en otras partes de Europa, tuvo lugar tan sólo parcialmente en la península Ibérica.


    Pese a que hubo algunos miembros de órdenes religiosas que trataron de insinuar alguna innovación, incluso tras la Contrarreforma, aunque sólo algunas voces aisladas se permitieron, muy de vez en cuando, apuntar innovaciones teóricas sobre la base de los descubrimientos que fueran de algún relieve, y en consonancia con lo que se hacía fuera de nuestras fronteras.


    Esto, unido a la expulsión de España de judíos y moriscos, así como una actitud muy desfavorable hacia los descendientes de los judíos conversos, explica en parte la poca repercusión teórica que tuvo en la ciencia española o portuguesa la expansión de ultramar.


    Pero las repercusiones -escasas al principio- de estos descubrimientos no sólo se podían encontrar al sur de los Pirineos, sino también en la obra de insignes estudiosos y teóricos de los siglos XVI y XVII, de toda Europa, para los que dichos hechos significaron una ruptura importante con las tradiciones culturales y al marco conceptual del mundo medieval anterior.


    Así se pueden observar las citas que del descubrimiento de América hacen tres autores paradigmáticos de esa época.


    El primero de ellos sería Copérnico (1473-1543), a cuya obra, en la que defendía el modelo heliocéntrico, muchos atribuyen una de las primordiales raíces del cambio de mentalidad y paradigma de relación con la naturaleza. Sin duda le impresionaron los viajes por ultramar, llegándole la noticia de la existencia de un nuevo continente a sus diecinueve años, o tal vez algo más tarde, durante su estancia en Italia. Para él, los datos que le procedían de dichas expediciones, le permitían hablar de la redondez de la tierra, así como ver -lo cual es mucho más sutil- que Ptolomeo no lo sabía todo y que sus textos podían ser mejorados mediante las nuevas experiencias fruto de los descubrimientos geográficos. Casi cien años después de la muerte de Copérnico y de Colón, en 1618, un matemático polaco, Ioannes Broscius, dedicaría dos epigramas a "celebrare la grandezza di Copernico e di Colombo" (Bilinsky, 1992: 5). Para dicho matemático, ambos eran las figuras representativas de la nueva manera de pensar, gracias a sus descubrimientos revolucionarios.


    También Johannes Kepler (1571-1630) hizo alguna referencia en su obra al tema colombino, especialmente tal fue en su Disertatio cum nuncio Sidereo (1610), escrita en arrebatada alabanza del revolucionario texto de Galileo conocido como el Sidereus Nuncius, publicado hacía poco tiempo. No duda el astronómo alemán en introducir varias veces el ejemplo de los descubrimientos geográficos como ejemplo de esa nueva ciencia que va emergiendo a despecho de una antigüedad superada por los nuevos descubrimientos que se van realizando y que parecen no tener fin, en una forma próxima a como trata la cuestión el siguiente autor que estudiaremos.


    Mucho más acentuada se puede ver la influencia en la obra del tercero, Francis Bacon (1561-1626), uno de los conceptualizadores mas sobresalientes de la nueva manera inductivista de entender la ciencia que iba emergiendo y un elemento básico a la hora de estudiar la historia de la epistemología, clama constantemente en su obra contra la ciencia escolástica oscurantista, y hace servir el ejemplo de los descubrimientos y la quiebra de la concepción del mundo anterior como modelo para el científico. El profesor García Doncel, al hablar sobre la obra del autor inglés de la Instauratio Magna indica que:
    "Toda esta obra, desde su frontispicio ilustrado con dos carabelas que rebasan las columnas del "Plus Ultra", respira la euforia de los descubrimientos geográficos y técnicos de la época: pólvora, seda, brújula, imprenta..." (García Doncel, 1989:18).

    Para Bacon, los descubrimientos geográficos fueron el paradigma del espíritu que debía insuflar el alma de la nueva ciencia.




    6.- CONCLUSIÓN

    Creemos, como conclusión, que en la segunda mitad del siglo XV inciden toda una serie de factores variados, los cuales van desde la mejora en las embarcaciones atlánticas y de los instrumentos astronómicos de navegación hasta el cierre de las vías de comercio por oriente, que motivaron una serie de descubrimientos geográficos, los cuales, a su vez, actuaron como feed-back, como retroalimentación, de ciertas líneas de investigación que habían sido seguidas a lo largo de los siglos XIII, XIV y XV por gentes como R. Bacon, Ockham, Buridan, Oresme o Nicolás de Cusa, entre otros.


    En cualquier caso, todo ello, desde los nuevos descubrimientos geográficos (lógicos y posibles, pese a forzarlo, dentro del cuadro conceptual bajomedieval), por un lado, y desde la falta de posibilidad de resolver enigmas (problemas) de los viejos conceptos escolásticos, por otro, llevó a una lenta transformación en la percepción de la naturaleza y de la realidad (cambio de Gestalt -Kuhn, 1990-), que facilitó, al reforzarlas, el triunfo final de las líneas de pensamiento de gentes como Galileo o Francis Bacon, ya en el siglo XVII, al quitar autoridad y credibilidad a los textos de los antiguos, por un lado y hallar nuevas experiencias que contradecían las bases del cuadro conceptual sobre el que se asentaba la filosofía natural de la Edad Media europea y de su antigüedad grecorromana.



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