Dos de mis máximos intereses son el avance del pensamiento científico (y su extensión crítica por el planeta, con el respeto de la gente que no lo quiera) y los derechos humanos. Me alegré mucho al descubrir que había un artículo de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el 27, que se hacía eco del derecho de todas las personas de este mundo a gozar del progreso científico*.
Estos días no dejo de pensar en ello, y como el terremoto de Puerto Príncipe de 2010 -Haití- (7,0 en la escala de Richter) y el más potente de Chile (8,8 en la misma escala), han causado en un caso más de ¿cien mil? muertos directos (y a saber los indirectos), y en el otro caso a día de hoy parece ser que no se llegará a los quinientos... en Japón, terremotos similares, no causan fallecimientos apenas.
¿Casualidad? No, sencillamente injusticia y falta de derechos humanos.
Alfonso López Borgoñoz
* Sobre las características de este derecho, que incluye el tecnológico, hablaré otro día, ya que es el único derecho de la declaración que no es completo, que no es un derecho humano en realidad, ya que se ve cercenado por el derecho a las patentes -que es prioritario ¿frente a la vida?-. Ya lo veremos...
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