31 marzo, 2008

CARGA DOCENTE...

Un buen amigo, profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña, me hablaba el otro día de lo curioso que era que al principal trabajo (según creo yo) de un profesor universitario, el enseñar, se le denominara normalmente como ‘carga’ docente.

Esta carga suele ser objeto, además, de debate sobre la cantidad de la misma que debe ‘soportar’ cada miembro del profesorado, dado que se considera que se debe tratar de reducir en aras de que los profesores o profesoras puedan realizar otras tareas, como las de investigación, que son las que realmente cuentan.

En un momento en que, como cada poco (casi cada año), se vuelve a tratar el tema de los cambios en la universidad española, resulta curioso comprobar cómo se va sofisticando más la evaluación del trabajo de investigación, con complicadas discusiones sobre métodos, y, sin embargo, sigue existiendo un vacío enorme en la evaluación de la calidad de la enseñanza (aunque reconocemos que su valoración no es sencilla). Sin embargo, lo peor es el sentimiento de que ello, para muchos, no parece tener mayor importancia...

Si bien la investigación es básica en el desarrollo de cualquier estado, y eso lo seguimos defendiendo sin dudarlo como siempre, no es menos cierto que la mejor formación para nuestros estudiantes no pasa por tener un profesorado sólo con una acreditada solvencia investigadora, que se pasen todo el curso de congreso en congreso (dejando, al carecer lógicamente del don de la ubicuidad, su carga docente a becarios u otros profesores), sino que más bien tiene que ver con sistemas en los que los investigadores trabajan en centros de investigación, según sus méritos, y en los que la posibilidad de enseñar se deje a aquellas personas que puedan acreditar unos méritos mínimos en el conocimiento de la enseñanza, en sí, universitaria y de cada materia en cada uno de sus múltiples apartados de conocimiento.

El problema -no sólo en España-, es la dificultad del acceso a centros de investigación pura -con una retribución digna- especialmente en algunas áreas. Es algo más fácil (pero sólo algo) tratar de ‘quedarse’ en la universidad una vez se han acabado los estudios superiores, tras pasar licenciaturas, postgrados y doctorados, así como años de becas de investigación (no de docencia, claro) entre sus paredes, con una paga muy mala.

Los buenos enseñantes que publican poco, no suelen valorarse en mucho (salvo excepciones), a veces incluso por el alumnado, ya que se suele valorar sólo de forma especial el estar con profesores de prestigio, grado subjetivo que se obtiene por lo general tras una fecunda labor investigadora. Y esa subjetividad nace, claro está, de la posibilidad de ‘medir’ un currículum vitae.

Lo positivo en la actualidad, no sólo aquí, es estudiar con un Premio Nobel, aunque éste no sepa hablar en público ni se aprenda gran cosa con él, y aunque su carga docente sea realmente soportada por un amplio equipo.

Alfonso López Borgoñoz

(publicado en 'Astronomía', como editorial en mayo de 2008)

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