Este noviembre volvemos a tener una conmemoración relacionada con la astronáutica. El ir acordándonos del medio siglo que nos va a ir separando de los muchos éxitos y algunos fracasos de la conquista del espacio será usual en los próximos años.
El día 3 de este mes, así, recordamos especialmente (como seguro muchos de nuestros lectores de una cierta edad) a una perrita, Laika, que en dicha fecha fue puesta en órbita. No era el primer ser vivo en asomarse al espacio exterior. Según parece, diversos tipos de insectos, como moscas de la fruta, ya habían sido lanzadas antes por los estadounidenses a bordo de cohetes tipo V-2 a inicios de los años cincuenta, así como por los soviéticos.
Pero Laika fue el primer animal doméstico que se puso en órbita, el primero además con nombre propio, y ello se hizo sólo un mes después de lanzarse el Sputnik I y dos meses y medio antes del primer satélite yanqui.
Su viaje sin retorno causó también en su momento una gran conmoción en todo el mundo, similar a la del Sputnik I. De unos 6 kg de peso, la perrita viajó a bordo de la estrecha cápsula de la Sputnik 2. En esa época no existía la tecnología para recuperarla tras el vuelo, y Laika murió de estrés y sobrecalentamiento muy poco después de llegar al espacio, dato que fue ocultado entonces. En los sesenta, con menos de diez años, yo creía que se había perdido flotando por el Universo. Su muerte, sólo aclarada recientemente, nos hizo a muchos soñar intranquilos con la posibilidad de vagar por la noche eterna del Cosmos, sin rumbo, solos. Otras perritas más tarde tuvieron algo más de suerte, como Belka y Strelka en 1960, que orbitaron la Tierra y regresaron vivas.
El programa estadounidense con seres vivos empezó algo más tarde y experimentó con monos de diversos tipos. Incluso importó chimpancés de África, enviando algunos, como Ham, al espacio antes de lanzar a su primer astronauta humano. En junio de 1997, las Fuerzas Aéreas de los EEUU anunciaron que se desharían de sus últimos chimpancés, transfiriéndolos a un laboratorio de investigación. Sólo dos meses después, una fundación iniciaba un pleito para liberarlos. Y lo ganaron, lo que obligó a soltar a los simios cautivos en una zona protegida del sur de Florida en 1999.
En una época en que surgen noticias como las del intento de rapto de una mujer por una astronauta, o la posibilidad de que algunos viajeros al espacio hayan sido lanzados ebrios (lo cual ha sido desmentido por la NASA), vale la pena recordar a los perros y chimpancés que fueron, a su pesar en muchos casos, los auténticos pioneros de los vuelos espaciales.
Alfonso López Borgoñoz
(Publicado en Astronomía, página 5, noviembre 2007)
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