04 octubre, 2006

POR SUPUESTO, MÁS PRESUPUESTO

Todos los premios Nóbel de ciencias de este año, todos, son científicos estadounidenses. En todos los campos. No sé si están en declive ante las modernas políticas europeas de investigación, fruto de múltiples y sesudas reuniones de expertos por todo nuestro continente, así como de viajes de estudio a países lejanos, pero, sin duda, no lo parece.

Mientras se acumulan declaraciones de las más altas instituciones del Parlamento Europeo y de cada Estado parte sobre la necesidad de apoyar los procesos de investigación, desarrollo e innovación (I+D+I) y mientras los principales líderes de cada país siguen hablando de grandes aumentos en sus inversiones en estos campos, nuestras universidades siguen descendiendo peldaños en el escalafón de la productividad científica mundial (o manteniéndose en el puesto ganado hace años gracias a la inercia de equipos fecundos).

Ello no se debe sólo al auge de otras universidades del mundo (aunque también lo sea), sino que la pérdida de competitividad nace del hecho de que en la mayor parte de Europa muchos de los que realmente sostienen el avance del conocimiento, que son los científicos de base -los que no sólo lucubran sino que llevan a cabo todo el control de la experimentación de la forma más óptima posible-, deben emigrar en búsqueda de una mejor perspectiva profesional. Hay dinero a veces para el número uno, pero se precisa también para el dos, el tres, el cuatro, ... la buena ciencia se hace en equipo. Y luego una industria que apoye.

Y, esta vez, los ganadores del Nóbel no han sido autores de otros países que se hayan nacionalizado estadounidenses, sino que es gente nacida y formada allí, con equipos, eso sí, llenos de europeos o de personas de otros continentes.

Cuando hablamos de ciencia, nos podemos plantear todas las posibilidades sobre cómo mejorarla, pero en ellas aparecerá siempre la palabra “dinero” (eso sí, bien distribuido). Los recortes y la imaginación no dan buenos resultados.

En España, pese al anuncio de la ministra de Educación y Ciencia de que el Gobierno aumentará en un 30% la cantidad destinada a I+D+I en los presupuestos del 2007 y que, por fin, se separará el gasto que se destina a investigación militar de la civil (para dejar de maquillar/esconder unas cifras por lo general patéticas), deberemos ver como queda ello realmente tras la aprobación de los mismos (y, sobre todo, tras su ejecución), y comprobar si avanzamos hacia la meta de alcanzar el dedicar el 2% de nuestro PIB a la ciencia en el 2010. El estar ahora en un magro 1,1%, hace que desconfiemos un tanto, pero bueno será dar un margen de confianza a nuestros gestores públicos para ver si esta vez sí.


Alfonso López Borgoñoz
(Publicado en
Astronomía, Editorial, noviembre 2006 )

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