Noviembre también es época de impetuosos vientos presupuestarios y de pensar en cómo ayudar a impulsar nuestra maltrecha investigación. Según la Fundación por la Paz, el gasto en el 2006 en investigación y desarrollo de programas militares, que desde hacía años era de unos 1.330 millones de euros, se aumentará en un 27%, hasta alcanzar los 1.684 millones de euros (unos 280.000 millones de pesetas). Es decir, el 26% del total del gasto en I+D se dedicará a lo militar, cuando lo normal —en los países sin armas atómicas— es que ronde entre el 10/15%.
Como siempre, nuestros gobernantes nos repiten que crecerá el presupuesto dedicado a la ciencia (que en una parte pequeña ha sido verdad), cuando lo cierto es que sólo lo hará de forma muy significativa en aspectos no relacionados con la investigación civil, que es la que se desea y que es la que nuestra economía precisa. Y, como antes, se continúa con la práctica de enmascarar unas cifras con otras.
Se debe reclamar unos porcentajes de inversión en lo civil y militar adecuados (lo que implica un mayor esfuerzo en lo civil), una ejecución efectiva de los presupuestos aprobados, una mayor claridad en las cuentas y una transparencia más grande en las motivaciones de los gastos, que permita a la gente hacerse cargo de qué es lo que se dice y qué es lo que se hace.
En tiempos de debate sobre la financiación de la sanidad, vale la pena saber que una sola empresa recibirá para el desarrollo de dos tipos de carros de combate más dinero que el total que se destina a investigación sanitaria.
(Publicado en Astronomía, noviembre 2005)
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