“El hombre se hace civilizado no en proporción a su disposición para creer, sino en proporción a su facilidad para dudar” (H. L. Mencken)
(enlace para ver fotos de los protagonistas del juicio en Dayton y de la ciudad, así como también en este otro enlace, que contiene caricaturas de la época)
El 21 de marzo de 1925 entraba en vigor en Tennessee (EEUU) una normativa, conocida como los Estatutos de Tennessee sobre la Evolución (Tennessee Evolution Statutes), que fueron aún más conocidos con el nombre de la Ley de Butler (Butler Act), dado el apellido del autor de la misma.
La norma, breve, prohibía desde su preámbulo la enseñanza de la teoría de la evolución en todas las universidades y escuelas financiadas total o parcialmente con los fondos públicos de aquel estado sureño, especialmente en lo referente a las explicaciones sobre la procedencia de los seres humanos.
Tennessee no es demasiado grande. De hecho, su superficie viene a ser como la quinta parte de España, con sólo cinco millones y medio en habitantes en la actualidad. Pese a ser uno de los primeros estados que formaron parte de los EEUU (a los que se incorporó rápidamente en 1796), fue también una de las naciones sudistas que en el año 1861 se separaron, formando la Confederación de Estados de América, razón o excusa que sirvió como detonante del inicio allí de su guerra civil. Por suerte para ellos, tras perder el conflicto, pronto volvieron al redil de la Unión tras el conflicto, lo que les hizo que no padecieran algunas de las peores consecuencias del mismo.
Sin embargo, muchos de sus habitantes continuaron teniendo una mentalidad que poco o nada había cambiado desde las posiciones conservadoras, abiertamente racistas y fundamentalistas previas a la contienda. Incluso es posible que muchas de ellas se vieran exacerbadas tras la misma, en un intento de salvaguardar una hipotética identidad propia frente a la de los norteños, más industrial y liberal.
Sin duda, era posible rastrear, al menos en los inicios del pasado siglo XX, y sobre todo en el medio rural, una cierta inquina contra los habitantes de las grandes ciudades del norte, con cuya actitud en general ante la vida se sentían poco identificados.
UNA LEY NO ESTRICTAMENTE ANTIEVOLUCIONISTA, AUNQUE LO PAREZCA...
La ley es un tanto desconcertante en cuanto a sus objetivos reales tal como está expresada (aunque en un primer vistazo no lo parezca) y su lectura apresurada lleva a un cierto equívoco (aunque evidentemente, ese equívoco no afecte a la sustancia de la norma). De hecho, la misma, como tal, se salvó porque, según el más alto tribunal del estado en el que fue dictada, se podía entender de una cierta forma que no la hacía inconstitucional. Ya lo veremos, aunque quizás ahora al inicio no quede claro...
Pese a que en su preámbulo, aprobado en la sexagésimocuarta Asamblea del Estado de Tennessee, dice que se prohíbe la enseñanza de la teoría de la evolución en todos los centros educativos (desde las universidades hasta la primaria) financiados con cargo a fondos públicos, la primera sección de la nueva ley sólo indicaba (eso sí, claramente) que era ilegal “enseñar cualquier teoría que negara la historia de la creación divina del hombre, tal como se enseña en la Biblia, así como enseñar que el hombre procedía de un orden inferior de animales”1.
Según se recogía en su sección segunda, los profesores que la violaran podían ser castigados con una multa de entre 100 y 500 dólares2, lo cual era mucho para un maestro normal de los pasados años veinte. De hecho, lo sería incluso en la actualidad.
La norma, pues, era explícitamente antievolucionista en el preámbulo de la ley, pero no en su articulado, salvo en lo que afectaba al linaje humano, principal objeción de los contrarios a Darwin. Probablemente pretendía ser antidarvinista claramente en todos los sentidos, haciendo especial hincapié en lo concerniente al linaje humano, pero en su literalidad no lo fue, lo cual permitió que, al final de toda la historia del caso de Scopes, como veremos más tarde, el más alto Tribunal del estado no la considerara inconstitucional. Pero de eso ya hablaremos, aunque ahora cueste creer que eso fue así.
La ley se había redactado por la alarma que causaba en un cierto sector de la población de Tennessee, profundamente religioso, el avance de la enseñanza del darvinismo en algunos de los centros educativos de aquel estado. Fue fruto del trabajo de John Washington Butler3 (1875-1952), un terrateniente que poseía grandes plantaciones de maíz y tabaco y que fue miembro —entre 1922 y 1927— de la Cámara de Representantes del estado de Tennessee (que era la Cámara baja de dicho estado, siendo la alta el Senado) por los condados de Macon, Trousdale y Summer, en representación del partido demócrata, tras ganar las correspondientes elecciones.
El punto de vista de Butler sobre la evolución estaba claro. Por lo que él mismo explicaba, había escuchado una vez contar una historia a un predicador en su iglesia acerca de una joven de su comunidad de Tennessee que se había apuntado a un curso de biología en una universidad próxima. Cuando tras acabar el curso regresó a su casa, dijo el predicador, nunca más volvió a ser una cristiana. La teoría de la evolución había destruido su fe en Dios.
¿Podía, pensó Butler, pasarle eso a sus propios hijos? ¿Podía pasarle eso también a los hijos de sus convecinos del condado de Macon? Sin duda, para él era una aberración que los honorables impuestos de unos honrados granjeros temerosos de Dios de su zona sirvieran para que en los institutos o universidades adoctrinaran con una raras teorías —fundamentalmente ateas— a su descendencia y como consecuencia de todo ello todos los infantes se vieran de forma irremediable abocados a las llamas del infierno.
El problema para Butler no era tanto, curiosamente —según indicó casi al final de su corta vida política que tan larga se hizo para muchos—, la enseñanza en sí del darvinismo, que él aceptaba en las escuelas privadas si ello era la que los padres deseaban y eran éstos los que la pagaban de su propio peculio, sino el que con el dinero de todos se financiara la propagación del pensamiento evolucionista darvinista y de las ‘fatales’ consecuencias que ello conllevaba.
Butler se dijo a sí mismo que no, que eso no era posible y que había que hacer algo... y ese algo que debía hacerse fue una de las bases de su programa electoral del año 1922, cuando prometió a sus votantes que si salía elegido, trabajaría para proteger a los escolares de los efectos perniciosos del ateísmo que insuflaba el alma de las teorías darvinistas. Y cumplió su palabra.
Así, en los inicios del año 1925, Butler presentaba la base de sus Tennessee Evolution Statutes para su aprobación. Los mismos habían sido redactados durante la mañana de su cuadragésimo noveno cumpleaños, antes del desayuno, cuando parece ser que se planteó a sí mismo que ya tenía edad para empezar esta lucha. Su acción, y él lo sabía, no era un esfuerzo aislado. Por la misma época, otros estados del sur, hasta quince, tenían también en fase de aprobación otros estatutos muy similares contrarios a la evolución. Incluso en el propio Tennessee se había presentado por otro político una norma similar, más tajante, muy poco antes.
Tras redactarla, la pasó por la secretaría de la Cámara de Representantes el 21 de enero de 19254, para que se iniciaran los pasos legales pertinentes que permitieran su aprobación y posterior aplicación en todo el estado. Dio su primer paso en este sentido cuando, tras estudiarla muy brevemente (no hacía falta casi ni debatirla, en opinión de Butler), el Comité de Educación de la Cámara la recomendaba rápidamente el 23 de enero, dos días después sólo, siendo aprobada el 28 del mismo mes, por 71 votos a favor y 5 en contra por el pleno de la Cámara de representantes.
Al mismo tiempo que se discutía la propuesta de Butler en la cámara baja, en el Comité Judicial del Senado se debatía la otra norma antievolucionista que se había presentado, la cual fue rechazada por unos ajustados 5 votos a 4 el 29 de enero. Tras este esfuerzo llegó a este comité el turno de discutir el texto de Butler, el cual sí fue aprobado por este Comité por 7 votos a 4 el 10 de marzo, pasando a ser discutido en el Senado del estado el 13 de marzo.
Durante el debate, que no se prolongó en exceso, un senador trató de poner en ridículo al proyecto de ley uniéndole una enmienda en la que se leía que también se prohibía que se enseñara que la Tierra giraba alrededor del Sol. Sin demasiada sorpresa, la norma de Butler fue aprobada (y la del senador que la enmendaba, no) por 24 votos a favor y seis en contra, con un senador que se abstuvo.
Ante el avance del proceso de aprobación, los diarios del estado y de todos los EEUU fueron reflejando vivamente la polémica social que ello iba generando. Si bien era posiblemente cierto lo que indicaba Butler sobre el amplio apoyo de los ciudadanos de su estado a la nueva ley, los diferentes medios de comunicación también reflejaron que había muchos que no estaban tan contentos, como se vio después durante los sucesos que tuvieron lugar en torno al llamado ‘Juicio del Mono’, cuya crónica narraremos después.
Sin embargo, es cierto que en todo momento no hubo muchas dudas del amplio apoyo de las ideas del representante demócrata entre sus conciudadanos y votantes, con grandes concentraciones de gente, en general dirigidas por pastores de diferentes iglesias —muchas de ellas impregnadas con un aura mística notablemente retrógrada y fundamentalista—, en las que se defendía a ultranza la norma. Incluso parece ser que el mismo Ku-Kux-Klan realizó algún acto en su defensa.
Por el otro bando también se alzaron voces, pero de una forma más aislada, al menos, en Tennessee.
En cualquier caso, y pese a la críticas desde otros estados o desde instancias algo más progresistas, la nueva norma fue dando todos los pasos necesarios para su puesta en vigor, pese alguna indecisión, ante el temor de muchos políticos —debido a las presiones de grupos antievolucionistas— de perder sus apoyos electorales en sus condados de origen.
De forma cada vez más acelerada, pues, la norma pasó a ser aplicable tras la firma de la misma el 21 de marzo (sólo dos meses después de haber sido presentada para su aprobación) por Austin Peay IV5 (1876-1927), un gobernador del estado que también era del partido demócrata, y que en aquel momento estaba en la mitad de se segundo mandato, tras haber sido elegido para el cargo en los años 1923 y 1924 (y que aún lo sería una tercera vez en 1926).
A Peay, muy popular en Tennessee en aquella época, muchos lo consideraban un hombre medianamente progresista y pudo haber vetado la ley de haberlo querido. Pero, de nuevo, el temor a la pérdida de influencia electoral impidió que este cargo público actuara según lo que podía esperarse de su trayectoria.
Peay, a modo de disculpa, señaló a la prensa tras estampar su signatura que “tras una examen cuidadoso, no puedo encontrar nada de importancia en los libros que ahora se enseñan en nuestras escuelas con las cuales esta normativa interfiera de la manera más leve. Por lo tanto, no pondrá a nuestros profesores en peligro. La ley nunca será aplicada probablemente”.
Sin duda, el gobernador se refería a textos como el de la Biología Cívica, obra escrita por George W. Hunter6, en el que se describía de forma clara y explícita la teoría de la evolución y cuyo uso era obligatorio en las clases de biología de secundaria, según se había aprobado por las autoridades educativas del propio estado de Tennessee.
Aunque ello contradecía abiertamente a los recién aprobados Tennessee Evolution Statutes, Peay debió pensar que políticamente le convenía no vetar una norma, que quizás sólo era algo teórico, cuya aplicación sería casi imposible a causa de los reglamentos educativos vigentes. Debió razonar para sus adentros que, tal vez, si los evolucionistas tenían sus libros y los creacionistas su ley, las cosas se quedarían tranquilas de momento y nada enturbiaría la paz de su estado.
Pero se equivocó (y mucho) a la corta, y los hechos se lo demostraron muy pronto.
Sin darse cuenta, la decisión de aprobar la norma por los poderes públicos del estado de Tennessee fue una de las primeras que permitió que aflorara con la máxima vehemencia por ambas partes (especialmente —y espero no ser parcial— por la religiosa) la enorme disputa que en los EEUU sigue enfrentando (casi siglo y medio después de Darwin) a los creyentes cristianos más reaccionarios y fundamentalistas, que apoyan el pensamiento creacionista, contra la influencia del evolucionismo de tipo darvinista en la mentalidad de los alumnos de secundaria de su país.
Pero no sólo Peay fue débil en la primavera del año veinticinco del siglo pasado. Seguramente el resto de los evolucionistas de Tennessee no supieron bien como hacer llegar su voz a la opinión pública en aquellos tiempos, más allá de divertidas o enfadadas cartas a los diarios.
Quizás no tuvieron tiempo dada la celeridad en la aprobación de la norma... Pero, sin duda, es fácil ver que en los círculos ilustrados también hubo algo del viejo temor académico a mezclarse en debates políticos con gentes sin una especial instrucción, aunque en ello les fuera la base de su libertad de cátedra. Recordemos que el hecho de explicar que los hombres teníamos antepasados comunes con los monos, estaba prohibido también en las universidades públicas...
Así, varias semanas antes de que la nueva norma fuera aprobada, el jefe del Departamento de Zoología de la Universidad de Tennessee ya había rechazado mostrar los libros de texto con los contenidos de su materia a los periodistas, en un intento de evitar polémicas. Ello fue apoyado por el presidente de la misma Universidad, el cual publicó secretamente unas instrucciones oficiosas en las que recomendaba que todos siguieran dicha conducta. Sin duda, los amantes del progreso de la ciencia en aquel estado perdieron una buena ocasión para que su voz fuera oída más allá de los muros de sus aulas. Mejor que hacer frente a la amenaza, rehuir la confrontación, debieron pensar.
Pero el problema no era sólo el del freno al avance del conocimiento, sino que también se ponían en juego otros valores como los de la libertad de expresión, así como el de la defensa del laicismo en las escuelas públicas.
Por suerte para todos, para la defensa de una buena parte de los valores que estaban en juego, ya había sido fundada en el año 1920 en los EEUU —por gentes como Roger Baldwin, Crystal Eastman, Albert DeSilver y otros—, la Unión Americana de Libertades Civiles (American Civil Liberties Union, ACLU), una organización sin ánimo de lucro que pronto alcanzó un sólido prestigio y que en la actualidad cuenta con más de 300.000 asociados en dicho país.
La ACLU, ya desde el primer momento, se dedicó a aportar abogados y ayuda legal cuando vislumbraba en algún caso que las libertades civiles de los ciudadanos de los Estados Unidos podían estar en peligro por alguna norma o actuación del gobierno7, lo cual, sin duda, no era fácil ni barato la gran mayoría de las veces. Pero, pese a todo, la firmeza de sus creencias hacía que trataran de entrar en liza siempre que vieran riesgos en el proceder de alguna autoridad pública.
Es por ello que, tras enterarse de lo que estaba sucediendo en Tennessee, la ACLU empezó enseguida a interesarse por el tema, situándose claramente en contra de la norma de Butler, actitud en la que fue apoyada por la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (American Association for the Advancement of Science, AAAS), editora de la revista Science.
Pese a la miopía de los gobernantes, que parece ser que nunca pensaron que hubiera para tanto (como hemos visto en el caso de Austin Peay), muy poco después, a mediados de un mes de julio especialmente caluroso del año 1925, por diversas razones que trataremos de ir explicando, en la pequeña —y casi desconocida— ciudad de Dayton —que por aquel entonces era sólo una tranquila población de 1.800 habitantes—, se celebró un juicio que tuvo una gran repercusión pública en muchas partes del mundo en aquel momento y que fue conocido como el juicio del mono.
En él se acusó de la práctica ilegal de la enseñanza de la evolución según la teoría de Darwin a un joven profesor, recién licenciado, cuyo nombre pasaría a la historia, casi sin pretenderlo, John Thomas Scopes8.
¿UN PEQUEÑO JUICIO PARA UN HOMBRE, PERO UN GRAN JUICIO PARA TODO UN PAÍS9?
El pase ante la justicia de Scopes10, tal vez pueda parecer a la gente de hoy en día que no tenía mayor importancia, dado que parece un juicio irrelevante a una persona en absoluto conocida en un pueblo aparentemente perdido en el enorme mapa de los EEUU. Pero no fue así.
Desde muchos meses antes de su inicio, gentes de todos los EEUU habían estado siguiendo lo que se estaba aprobando en Tennessee con atención, dándose cuenta de lo que estaba en juego y, poco a poco, los dos bandos enfrentados, los que defendían y atacaban la evolución, fueron juntando fuerzas para tratar de ganarlo.
Incluso se llegaron a enviar reporteros desde la Institución Smithsoniana un mes antes para fotografiar a los protagonistas de los acontecimientos, a medida que éstos se iban sucediendo, e ir captando el ambiente que se iba viviendo en la ciudad.
Por otro lado, la gente sabía que en las universidades era normal enseñar a Darwin en aquel tiempo. Los más importantes profesores de zoología del estado así lo hacían. ¿Porqué el gran juicio sobre este tema recayó sobre los hombros de un profesor recién licenciado, que tal vez, incluso, no había enseñado realmente esa materia en clase?
EL MEJOR MOMENTO PARA ATRAPAR UNA SERPIENTE ES CUANDO COMIENZA A MOVERSE
Y parafraseando a Rafael Sánchez Ferlosio, cuando un arco ya está muy tenso, lo normal es que se dispare su flecha. Así, justo tras ser aprobada, la norma fue rápidamente desafiada por la American Civil Liberties Union, que hizo público que si encontraban un profesor al que no le importara ser acusado de haber violado la nueva norma antidarvinista, financiarían los costes de sus abogados. Ello se hizo mediante una nota en el periódico Chattanooga Daily Times, el más importante diario de la zona, en la que se indicaba “Buscamos un profesor de Tennessee que esté dispuesto a aceptar nuestros servicios para poner a prueba dicha ley ante los tribunales”11. El peligro de que normas similares se estuvieran aprobando en los estados vecinos, fue seguramente lo que hizo que las cosas se precipitaran.
Enterado de ello, un inquieto vecino de Dayton, George Washington Rappleyea, un hombre bajito y nervioso, religioso aunque también partidario de la evolución, empezó a moverse también viendo las oportunidades que podía haber detrás de ese desafío. Por ello, mandó un telegrama nada más leer la noticia a la ACLU para saber si realmente le apoyarían si encontraba al profesor. La rápida respuesta de la organización fue que sin duda lo harían. Neoyorquino de origen, y con 31 años12 en 1925, Rappleyea era ingeniero metalúrgico y gerente de las seis minas que eran gestionadas en la zona de Dayton por la Cumberland Coal and Iron Company.
El 4 de mayo, pues, Rappleyea reunió en el colmado o drugstore de F. E. Robinson (que era a la sazón el presidente entonces del Consejo Escolar municipal) a un grupo de hombres y mujeres de Dayton, procedentes del mundo de los negocios o del derecho, a los que convenció fácilmente del interés que tenía para la ciudad el que el profesor que transgrediera la norma fuera de allí mismo y que se le juzgara en el mismo Dayton. Todos, aunque de forma tácita en algún caso, decidieron que debía aceptarse el reto de la ACLU y hacer algo al respecto.
Tras el acuerdo, Rappleyea convocó inmediatamente a su amigo Scopes, de sólo 24 años de edad, que también era partidario de la evolución, seguramente de un modo más firme13, con el que habló en la misma tienda de Robinson y al que convenció para aceptar a toda prisa el ser imputado, antes de que se les adelantara algún otro profesor de algún otro lugar del estado.
John Thomas Scopes14 (1900-1970) se había graduado en leyes por la Universidad de Kentucky en el año 1924. Tras acabar su carrera universitaria, había encontrado su primer trabajo provisional —durante un año— como entrenador deportivo de fútbol americano en el Instituto de secundaria del condado de Rhea, en Dayton. Su contrato también le permitía actuar como profesor sustituto en álgebra, física y química, y parece ser que también en biología en alguna ocasión, ya que había sustituido durante dos semanas por baja al profesor de dicha materia, Mr. Ferguson.
Rappleyea le dijo “John, hemos estado hablando y yo defiendo que nadie puede enseñar biología sin enseñar la evolución”. Scopes se mostró de acuerdo, mientras cogía de uno de los estantes de la tienda de Robinson un ejemplar del libro Civic Biology (Biología Cívica), escrito una década antes por George William Hunter15, el cual era un libro obligatorio para secundaria, en el que —tal cual ya hemos comentado— se describía de forma clara y explícita la teoría de la evolución y nuestra relación con los primates.
Ya en aquel momento Rappleyea y Scopes comentaron la curiosa circunstancia de que mientras la ley de Butler prohibía específicamente la enseñanza de la teoría de la evolución en todas las escuelas del estado, las autoridades educativas de Tennessee seguían manteniendo el libro de Hunter como manual obligatorio de biología para secundaria. Para ellos, el cumplimiento de la normativa educativa era imposible si se acataba la de Butler y viceversa. Algo que, por otra parte (tal como hemos visto) ya había sido entrevisto por el gobernador Peay y otra mucha gente.
NO TODO ERAN GRANDES IDEALES
Sin embargo, conviene dejar claro en este momento que no fue en ningún caso la defensa de la enseñanza de la evolución la que guió los pasos del grupo (aunque quizás sí la de algunos de los que intervinieron, como, evidentemente, Scopes y muy posiblemente el mismo Rappleyea, que según algunos autores despreciaba la nueva ley), ni la defensa de las libertades civiles en general, dado que como se ve por los acontecimientos que luego tuvieron lugar muy poco después, casi la mitad de los reunidos se presentaron posteriormente como abogados voluntarios para apoyar la acusación contra el pobre Scopes, pese a ser amigos suyos, como era el caso de los hermanos Hicks16.
Lo que guió al grupo fue sólo, según todos los testimonios, el pensar como resucitar a su ciudad. En el ánimo de los congregados en la tienda de Robinson (fueran cuales fueran sus creencias), pesó más que ninguna otra consideración el hecho de que Dayton había perdido la mitad de su población desde finales del siglo XIX (de 3000 a 1800 habitantes en los últimos treinta años) y que ello no era bueno para los intereses de ninguno de sus comerciantes, de sus profesionales ni de sus orgullosos habitantes.
Pero había un pequeño problema, ya que según parece Scopes no recordaba exactamente sí había hablado alguna vez en clase sobre la evolución (aunque lo más probable fuera que no), pese a lo cual contestó a Rappleyea que “si se puede probar que he enseñado la evolución y que puedo servir como demandado, estoy dispuesto a ser acusado en un juicio”. No hubo que hablar mucho más, Scopes no era conocido, era un recién licenciado en otra materia, era sólo un profesor sustituto, quizás ni había dado la materia, pero, dadas las prisas, era lo único que Rappleyea tenía a mano y no lo iba a dejar escapar.
Con su profesor bajo el brazo (creemos que sólo en sentido figurado), Rappleyea mandó un rato después un telegrama a la oficina central de la ACLU en Nueva York indicando que ya tenía un profesor que se prestaba para el desafío a la norma. La organización en favor de las libertades civiles contestó al día siguiente aceptando la propuesta.
LA MÁQUINA EMPIEZA A FUNCIONAR
Es por esa razón que el mismo 5 de mayo se hizo pública la noticia de que el 24 de abril anterior Scopes había enseñado, basándose en el texto de Hunter, los conceptos evolucionistas en una clase de secundaria de su instituto, razón por la cual ese mismo día las autoridades se vieron en la obligación de imputarle por haber contravenido el estatuto de Tennessee contra la evolución. Si vemos las fechas, sólo mes y medio después de entrar en vigor la norma y únicamente tres meses y medio tras su presentación, deduciremos que es ciertamente complicado imaginarse alguna forma mediante la que se pudiera haber hecho que las cosas fueran aún más rápidas.
Tras una primera vista preliminar el 10 de mayo, y tras haber pagado una fianza, Scopes tuvo que presentarse a una primera audiencia el 25 de mayo ante un gran jurado especialmente convocado. Los miembros del mismo tramitaron la acusación y mandaron a éste que se presentara durante la mañana del viernes 10 de julio de 1925 en el Palacio de Justicia del Condado de Rhea, en Dayton, para que se viera el juicio por el delito que supuestamente había cometido. Pese a todas las peripecias judiciales, conviene señalar que no nos consta que Scopes ingresara jamás en prisión ni un momento.
De la enorme expectación que causó el juicio es toda una señal clara el que, según cuentan las crónicas y parece apreciarse por las imágenes que nos han llegado, miles de personas —entre ellas numerosas personalidades— se desplazaran hasta Dayton para ver con sus propios ojos lo que estaba pasando17.
Entre ellos estaban cerca de doscientos periodistas, lo cual —incluso ahora— sería muchísimo, cuyas crónicas eran enviadas por telegrama diariamente a diferentes periódicos situados por toda América, Europa y Australia.
Entre los informadores más destacados estaba Henry Louis Mencken18 (1880-1956), del Baltimore Evening Sun, un librepensador en el mejor de los sentidos (si es que hay alguno malo), que colaboró con su aguda pluma en defensa de Scopes y que atacó con verdadero vigor a la figura de Bryan, el principal abogado de la acusación en su contra. No hemos de olvidar que este periodista y afamado editor fue toda su vida un ácido defensor de la libertad de conciencia y de los derechos civiles, aunque desgraciadamente no debe ocultarse que es posible ver algunos muy desafortunados y no justificables toques racistas en sus escritos. Mencken se opuso en todo momento al puritanismo que se vivía en su época y luchó con su pluma continuamente contra el intransigente fundamentalismo cristiano de los Estados Unidos, hasta el punto que, años más tarde, en 1931, el gobierno de Arkansas aprobó una moción para que se rezara por su alma. Para Mencken “El hombre se hace civilizado no en proporción a su disposición para creer, sino en proporción a su facilidad para dudar”.
Mencken ya tuvo en su momento que escribir acerca de las hipótesis antievolucionistas de los que veían en la naturaleza la mano de Dios “El argumento teológico del diseño, popularizado en los países de habla inglesa por William Paley, no resulta convincente en absoluto. El creador que lo esbozó muestra sólo una inteligencia limitada si la comparamos con la de su supuesta obra maestra, el hombre, y todas sus invenciones [del creador], salvo algunas, son hostiles a la vida en la tierra más que beneficiosas. No hay nada en ellas que sea tan ingenioso, tan simple y tan admirablemente adaptado a sus aplicaciones como la rueda. Paso por alto las invenciones sumamente más complicadas de la era moderna, muchas de ellas enormemente superiores, por ejemplo, al corazón de los mamíferos. Y también paso por alto las contribuciones relativamente ordinarias de este creador en el campo estético, en donde él también ha sido sobrepasado por el hombre, por ejemplo, en la habilidad del diseño, complejidad y belleza de los sonidos de una orquesta. De la irracionalidad y del despilfarro del proceso natural en su conjunto es apenas necesario hablar. Nada hecho por el hombre se asemeja a él aquí, salvo solamente el Gobierno. No es por lo tanto ninguna maravilla que la mayoría abrumadora de hombres, siempre y en todas partes, se haya inclinado por la creencia del origen divino de los gobernantes”19.
Otro invitado de excepción en el juicio fue el mismo Butler, autor de la ley. Acreditado en esta ocasión también como reportero, señaló a la prensa que “nunca pensó que su norma pudiera provocar ningún revuelo. Sólo que sería una ley, y que todo el mundo la acataría y que no se volvería a oír hablar sobre la evolución en Tennessee”.
Y además de todo ello, que no es poco, quizás por primera vez las noticias sobre un juicio se retransmitían diariamente por radio a todos los EEUU gracias a la WGN, la primera emisora de radio inaugurada en Chicago, nacida en 1921 por iniciativa del diario The Chicago Tribune, mediante un acuerdo con Westinghouse Electric y Manufacturing Company’s KYW.
El esfuerzo de retrasmitir el juicio de Dayton no fue barato, según documentación de la propia emisora, ya que el coste del envío de una unidad a Tennessee, casi en la otra punta de los EEUU, fue de unos mil dólares diarios sólo en gasto telefónico. Hasta allí, además, enviaron al que llegaría a ser uno de sus locutores estrella en los años treinta en América del Norte, Quin Ryan, el cual había llegado a la emisora el año anterior, procedente del The Chicago Tribune, y al ingeniero Paul Neal.
La primera vez que vi la película que Stanley Kramer hizo treinta y cinco años más tarde sobre este caso, pensé que el peso que se le daba a la radio en dicha película —especialmente al final del film—, era excesivo, pero parece ser que es cierto que la sala se reordenó alrededor del micrófono de la WGN para facilitar la difusión de los debates a los radioyentes, en una época en que este medio ya era muy seguido en Norteamérica.
Así, todas las partes tuvieron muy presentes en sus intervenciones las posibilidades que les brindaba dicho medio —como en la actualidad lo harían con la televisión o Internet— y, sin duda, ello fue todo un peso para John Raulston, el juez del caso, el cual, seguramente, nunca debió imaginarse que cada uno de los pasos que iba a dar en un juzgado iban a ser “juzgados” a su vez de forma tan amplia por tantísima gente. Parece ser que incluso algunos de los miembros del jurado la escuchaban y, en un momento dado, se les pidió que no lo continuaran haciendo tras pedirles que se retiraran mientras se debatía un punto procedimental20.
DOS GIGANTES FRENTE A FRENTE
La composición básica de las dos partes contendientes, fue pronto decidida. El equipo de la defensa, muy sólido al final, se formó más o menos rápidamente, aunque con algún debate serio previo21, ya que —curiosamente— no se constituyó gracias a la intervención de la American Civil Liberties Union, como hubiera sido el deseo de esta organización, sino solamente tras vencerse sus reticencias hacia Darrow, que sería la ‘estrella’ de la defensa..
El abogado Clarence Seward Darrow (1857–1938) actuó al principio por cuenta propia y de forma gratuita, tras ofrecerse a Scopes de forma desinteresada. Era un abogado agnóstico (aunque quizás ateo sea lo que más correctamente definiría su posición según algunos autores), que era muy conocido por su ingenio y por algunos de los casos que había llevado, los cuales —en algún ocasión— habían tenido una gran repercusión en la prensa.
Recalcamos lo de que actuó a instancia propia en los primero momentos y no por cuenta de la ACLU —como se recoge en muchas fuentes— hasta el cabo de un tiempo, por el temor de la asociación estadounidense a que el proceso no se centrara tanto en la defensa de las libertades civiles como en la lucha contra la religión o contra los valores que ésta defendía.
Para la ACLU, el juicio debía basar la defensa en el ataque a una norma que violaba las libertades civiles, y no les parecía muy relevante en sí el hecho de que la libertad atacada fuera la de la defensa del evolucionismo o antievolucionismo, ni de la religiosidad ni de la antirreligiosidad.
Sin duda, Darrow, nacido a mediados del siglo anterior y que tenía en aquel entonces ya 68 años, atesoraba una larga experiencia procesal a sus espaldas y en diferentes ocasiones anteriores se había mostrado en los juzgados como una especie de cruzado antifundamentalista, como él mismo se describió en sus memorias22.
Otro abogado cuyo nombre no ha sido tan famoso posteriormente en el conjunto de esta historia, pero al que se le deben algunas de las mejores intervenciones según los expertos en defensa de la libertad académica y al que, incluso, respetaba el propio Butler, fue Dudley Field Malone (1882 - 1950), también miembro del partido demócrata, que había sido asistente de Bryan —el principal miembro del equipo de la acusación— cuando éste fue secretario de estado. Fue actor en los últimos años de su vida.
El equipo de la acusación también se formó de forma veloz. Estaba compuesto por muchas personas, entre las que destacaba el fiscal jefe Thomas A. Stewart, los hermanos Sue y Herbert Hicks, Wallace Haggard, J. Gordon McKenzie (que era juez del condado) —además de Ben McKenzie, padre del anterior y abogado retirado—, todos los cuales habían estado en la reunión en la tienda de Robinson (menos Stewart) y, sobre todo, William Jennings Bryan y su hijo, cuya actuación fue destacada así mismo.
Bryan (1860–1925) era un político demócrata muy conocido, que hacía años había sido nombrado candidato a la presidencia de los EEUU por su partido en tres ocasiones diferentes (1896, 1900 y 1908)23 y que, sin duda, había controlado la actuación de dicha formación política a lo largo de todo el cambio de siglo. De él podemos decir que, seguramente, el film de Kramer no le hizo justicia alguna, al caricaturizarlo en exceso, siguiendo la tendencia de la obra de teatro en la que se basaba su película24.
Al fin y al cabo, William Jennings Bryan, pese a ser un populista que siempre trató de presentarse como un defensor de los pobres (sin demandar grandes reformas sociales de fondo), era también un afamado pacifista, favorable así mismo al sufragio de las mujeres, que llegó a ser, tras no poder alcanzar la presidencia, secretario de estado (lo que es equivalente a ministro) bajo el mandato del presidente Woodrow Wilson entre los años 1913 y 1915, dimitiendo en dicho año por no estar de acuerdo con la política que dicho mandatario estaba llevando a cabo.
Cuando el juicio de Dayton, ya hacía tiempo que había finalizado su actividad política al frente del partido. Con 65 años de edad, tres menos que Darrow, su principal oponente, hacía tiempo, desde que abandonó la secretaria de estado, que había decidido dedicarse a la defensa de diferentes causas .
Pese a que siempre había tenido una clara posición antidarvinista, al sospechar que la misma podía socavar la moralidad de la época, conocía la obra de Darwin y no se hizo un activista en contra de las teorías evolucionistas hasta finalizar la primera guerra mundial, cuyos horrores atribuyó al materialismo fruto de teorías ateas como, entre otras, las darvinistas.
Para él, las ideas del naturalista inglés eran la principal amenaza con la que se enfrentaba en su tiempo los EEUU, y era necesaria combatirlas en todos los campos posibles. Como dijo en una cena ofrecida en su honor por un grupo de personas de Dayton unos pocos días antes del juicio, si la evolución ganaba, el cristianismo debería irse (“If evolution wins, Christianity goes!”).
Bryan, que ya era muy conocido por su defensa de los principios bíblicos, se ofreció directamente también de forma desinteresada para actuar para la acusación, aunque es cierto que el 13 de mayo de 1925, el pastor Baptista William Bell Riley y otros líderes de la WFCA (Asociación Mundial de Cristianos Fundamentales, World’s Christian Fundamentals Association), asociación religiosa fundamentalista nacida en el año 1919, que se hallaban reunidos en Memfis, le habían enviado un telegrama para pedirle su intervención en favor de la acusación. En cualquier caso, el 14 de mayo, Sue Hicks, que ya se perfilaba como una de las principales bazas de la acusación (pese a haber estado entre los habitantes de Dayton que se reunieron con Rappleyea), aseguró que era un honor el tener a Bryan a su lado, aceptando complacida su presencia.
El que la defensa estuviera integrada por abogados que casi todos eran de fuera de Tennessee (del ‘norte’ y de ‘grandes ciudades’) y el que la acusación la integraran abogados básicamente de Dayton, salvo el populista Bryan y su hijo, sirvió a una gran parte del público local para sentir de un modo un poco más profundo una cierta animadversión hacia los defensores, como si fueran un grupo de extraños que habían venido a atacar el ‘Tennessee way of life’ y a interferir en las decisiones libres y soberanas de su cámara de representantes.
No parece que un cierto nacionalismo sureño hiciera que nadie resucitara el fantasma de la guerra civil (acontecida sólo poco más de medio siglo antes) y de las causas que la provocaron, pero, sin duda, una pequeña parte del espíritu de dicho conflicto se paseó por las calles plenas de gente, excepto en las horas de máximo calor, de la pequeña Dayton.
Pese a todo, el ánimo en general de mucha gente no implicó en ningún caso que el recibimiento de la defensa fuera tan frío como se muestra en la película de Kramer. Rappleyea fue a buscar a Darrow a la estación acompañado por un grupo de gente, que les siguió durante el trayecto. La defensa no se alojó en el mismo hotel que la acusación, sino que lo hizo en un viejo caserón situado en las afueras, que había estado desocupado desde hacía años y que para algunos tenía fama de ser una ‘casa encantada’25. No parece ser que hubiera mala intención, sino sólo que no era fácil encontrar un alojamiento que permitiera estar y trabajar a la defensa con algo de comodidad y privacidad, en un pueblo atestado. Pese a que la ubicación no era la mejor deseable, Rappleyea les visitaba constantemente, tratándolos con suma cortesía.
COMIENZA EL ESPECTÁCULO...
Como ya hemos indicado antes, el viernes 10 de julio se iniciaba el juicio26 ante el Tribunal del Condado de Rhea en Dayton. Aquel iba a ser el primero de los ocho días laborables que duró el proceso, que como vemos no se extendió demasiado en el tiempo.
Ese día se dedicó a la elección del jurado, sin muchos problemas, pese a observar Darrow que todos eran de la localidad y once de los doce eran conocidos por tener, de alguna manera, posiciones cercanas a las fundamentalistas y un muy escaso conocimiento de las teorías evolucionistas.
Pero en el fondo, es normal. ¿Quién conoce ahora la obra de Darwin? ¿Quién la podía conocer en Dayton? Los miembros del jurado, casi por lógica, si eran de la zona, debían siempre estar más cerca de las posiciones religiosas más creyentes que no de las más abiertas a favor de la evolución.
Tras la elección, hubo un receso hasta el lunes. El fin de semana se multiplicaron las oraciones públicas. Un pastor de la rama norte de la iglesia metodista de la localidad, Howard Byrd, invitó a hablar durante una ceremonia religiosa celebrada en la mañana del domingo al aire libre a Charles Francis Potter, pastor liberal unitario, del que se sabía que estaba próximo a los principios evolucionistas. El público asistente, enfadado por ello, no le permitió que hablara cuando se subió al púlpito. Cuando Byrd, a su vez, trató de hacerlo, tampoco se lo permitieron.
Mientras, en otra iglesia metodista, William Jennings Bryan hacía un discurso ante una multitud exaltada que aplaudía cada una de sus frases. En uno de los asientos estaba John Raulston, el juez que iba a guiar el proceso, con su familia, escuchando atentamente. Por la tarde, nuevo discurso de Bryan en la calle, pronosticando que estaba muy contento de enfrentarse contra los evolucionistas en un juicio, en un duelo a muerte entre ellos y la religión.
El lunes 13 de julio, un público formado por una mil personas —de las cuales trescientas estaban de pie— esperaba el inicio del proceso con una expectación que, sin duda, rebasaba las previsiones más optimistas de Rappleyea y de sus “compinches”. Los alrededores de la sala estaban colmados por oradores religiosos, vendedores de limonada, vendedores de libros apocalípticos contra el evolucionismo, pancartas... Una atmósfera cargada. El show estaba asegurado.
Tras una breve oración, en la que un pastor poco conciliador mostró claramente su posición antidarvinista, se inició formalmente el juicio.
Tras comenzar los debates, rápidamente quedó clara la principal línea de trabajo de la defensa, que era la de hacer ver que la acusación contra Scopes debía ser desechada por violar tanto la Constitución de los EEUU, sobre la base de su primera enmienda, como la de Tennessee. Para los abogados de Scopes, según el Tribunal Supremo de los EEUU: “La ley no sabe de herejías, ni está comprometida con el apoyo de ningún dogma ni de ninguna secta”. Para Darrow y sus compañeros, la nueva ley de Tennessee era, sencillamente, inconstitucional27.
LA PRIMERA ENMIENDA
La primera enmienda de la Constitución de los EEUU, de 1791, indica que: “El Congreso no hará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del Estado o se prohíba practicar ninguna libremente, o que coarte la libertad de palabra o de imprenta, o el derecho del pueblo para reunirse pacíficamente o para pedir al gobierno la reparación de agravios”28. Esta enmienda fue promulgada ante el temor que algunos estados de la Unión pudiera imponer alguna determinada fe religiosa en las escuelas.
Curiosamente, para luchar por la libertad de religión en todos los estados, se prohibió hablar de teorías religiosas en los centros públicos. Aunque eso durante mucho tiempo sólo fue un papel legal más, sin mayor valor.
Según se puede interpretar de la enmienda (y así lo han hecho los jueces estadounidenses repetidas veces), el primar una teoría religiosa (de la Biblia o de otros libros sagrados) enseñando sus doctrinas en los colegios públicos, equivale a señalar las teorías de dicha religión como oficiales para las autoridades educativas, ya que se enseña sólo una y no todas las demás.
UN JUICIO PARA PERDERLO
Pero la base constitucionalista de la defensa, según la prensa de la época, no pareció impresionar en exceso al juez John Raulston, el cual dejó claro que no iba a tener en cuenta ese argumento para una posible anulación de la acusación que pesaba sobre Scopes.
El juez sólo estaba preocupado, por lo que parece, por la cuestión legal, sobre si Scopes había incumplido la ley o no. El tema constitucional no quiso abordarlo, como tampoco otro de los puntos argumentados por Darrow, el que la ley también estaba en contra el requerimiento educativo del estado de Tennessee que obligaba proteger la ciencia en las escuelas29.
Raulston no pareció durante el juicio que pretendiera que éste fuera más allá de ¿hay una norma? ¿qué dice exactamente? ¿se ha incumplido?... sin aceptar nada que le desviara de ello y sin entrar (y sin permitir que se entrase) en consideraciones acerca de si la evolución era correcta y la ley incorrecta e inconstitucional, y si Darwin y el cristianismo podían ir de la mano.
Sin duda mantuvo una cierta actitud de deferencia hacia Bryan (prueba de ello fue el haber ido a oír su plática el domingo), pero, sin embargo, seguramente actuó guiado, como señalara Winterton C. Curtis —un experto de la defensa al que Raulston no dejó dar su testimonio—, de acuerdo honradamente ‘con sus luces y también con sus prejuicios’, pero sin mala fe.
Pero, pese a ello, los encontronazos entre las partes (y de Darrow con el mismo juez) a lo largo del proceso fueron inevitables. Mucha tensión, mucho público, muchos medios de comunicación, mucho en juego, aparentemente.
Tampoco debió gustar al juez, profundamente creyente, uno de los alegatos de Darrow de ese lunes, que muestran claramente el talante del abogado: “La Biblia no es un libro, sino que está compuesto por sesenta y seis, escritos en un período de cerca de mil años, algunos de ellos muy pronto y otros comparativamente mucho más tarde. Es un libro principalmente sobre religión y moral. No es un libro de ciencia. Nunca lo fue y nunca quiso serlo. Allí no hay nada prescrito que te diga cómo construir una vía de tren o un bote a vapor o cómo hacer nada que haga avanzar a la civilización. No es un manual escolar ni un manual de química. No es lo suficientemente grande(...)”30, continuando después diciendo que muchos de sus principios se habían puesto posteriormente en tela de duda, como el que la Tierra estuviera en el centro el Universo y otros. La ‘ciencia’ de la Biblia, en definitiva, no servía para dar clases en una escuela ni universidad, ya que no era ese su propósito.
Pero ya no sólo era eso, ¿Biblia’ ¿Qué Biblia?, habiendo más de 500 credos cristianos, según Darrow, ¿a cuál seguir?. Como defendería Hays, otro abogado de la defensa que continuó con la misma línea el miércoles siguiente, la propia Biblia católica tiene 80 libros, la protestante 66 y la hebrea 39. ¿Cuáles tienen las correctas enseñanzas sobre Historia natural? Incluso había varias versiones de las principales biblias protestantes. ¿Cuál era la buena? El debate surgió cuando Darrow hizo que el fiscal jefe Thomas A. Stewart, hablara de la versión de la Biblia que usaba, enarbolando Hays en ese momento una diferente.
Sin duda, había tensión. Darrow, al final justo de la sesión, pidió alargarla cinco minutos más para dejar claro que: “Mi cliente está aquí porque campean la ignorancia y el fanatismo, y esa es una combinación poderosamente fuerte... Si se toma hoy la evolución y se hace un crimen enseñarla en las escuelas públicas, mañana puede ser un crimen el hacerlo en las privadas (...). En la siguiente sesión de la legislatura pueden prohibir los libros y los periódicos. Puede poner a un católico contra un protestante y a un protestante contra otro protestante cuando intenta introducir su propia religión en las mentes de los hombres. Si es capaz de hacer una cosa, es capaz de hacer la otra. La ignorancia y el fanatismo están siempre trabajando y necesitan alimentarse (...). Hoy son los profesores de escuelas públicas, mañana los de las privadas. El siguiente los religiosos y sus lecturas, las revistas, los libros, los diarios. Después de algún tiempo, Su Señoría, (...) veremos al hombre contra el hombre y un credo contra otro credo, y mientras ondean las banderas y resuenan los tambores nos encontraremos retrocediendo hasta los días gloriosos del siglo XVI, cuando los fanáticos encendían piras de leña para quemar a los hombres que se atrevían a llevar algún conocimiento e ilustración a la mente humana”31.
En cualquier caso, tras escuchar a la defensa, el juicio se suspendió hasta el día siguiente.
El martes 14 de julio se reanudó la vista con una agria polémica por la práctica del juez, al fin y al cabo cristiano conservador, de comenzar cada sesión con una oración. Para Darrow, dada la plegaria del día anterior y dado que en ese juicio se discutía sobre un posible conflicto entre ciencia y religión, el rezo no parecía adecuado si se hacía en público, aunque no había nada que objetar a los rezos en privado.
Para el fiscal Stewart, por el contrario y como representante del estado, el juicio era sólo por una violación de una norma por un maestro y no había conflicto entre ciencia y religión, por lo que el rezo no le parecía inapropiado. Ese argumento del fiscal, que acabó imponiéndose en la actuación, frenaba las proclamas externas de Bryan (y de otros fundamentalistas), que sí iban en ese camino de enfrentamiento, Sin duda tanto al fiscal, como a Raulston, no les interesaba que la cosa se fuera de quicio, y se empezaran a discutir cuestiones trascendentes que ellos veían muy lejanas a lo que se trataba de ver en la vista. Los hechos del miércoles siguiente, con la negativa a oír a los expertos, iría en ese sentido también.
La propuesta de Darrow también fue rechazada por el juez, dado que los habitantes de Tennessee eran unos buenos cristianos ‘temerosos de Dios’.
También Raulston, por su parte, se enojó de nuevo un poco más tarde, al reanudarse la sesión por la tarde, al saber que algunos medios habían hecho público, antes de hacerlo él mismo, el texto en el que se indicaba que finalmente no apoyaría la moción de la defensa de anular la acusación sobre la base de los argumentos constitucionales, creándose un comité para investigar el tema, tras lo cual acabó la sesión de ese día.
El miércoles 15, tras nuevas objeciones al rezo inicial y descubrirse que la filtración a la prensa de la decisión de Raulston la había hecho un joven periodista, Hutchinson, que había visto a Raulston con el texto de su decisión escrito en un papel, el juez la leyó para hacerla pública oficialmente.
Por la tarde, Malone leyó un excelente discurso para la defensa, en el que trataba de demostrar, entre muchas otras cosas, que la Biblia no era un texto científico y que, al fin y al cabo, la Biblia quedaba siempre por encima de la legislación (por lo que no podía haber contradicción entre ambas), que la evolución era un hecho (los fetos tenían cola al principio de su generación); que la evolución era vital para la agricultura, etc. De nuevo hubo críticas de Stewart por hablarse de la evolución (no era el caso) y por citarse a Bryant. Hays luego habló sobre lo que era la Biblia o las biblias, ya que había muchas versiones de las mismas, tal como hemos indicado antes.
Tras ello, la acusación llamó al estrado a diversos testigos procedentes del Instituto en el que había dado clases Scopes, como diferentes profesores, siete alumnos y a algunos de los miembros del Consejo de Educación. Todos creyeron recordar que, efectivamente, Scopes había hablado sobre evolución (lo cual, como sabemos, era dudoso). Darrow, por su parte, no hizo casi preguntas, pero si señaló con una sonrisa que el propio estado había facilitado a Scopes el libro de Hunter en el que se enseñaba la materia ahora ilegal.
Los abogados de la defensa habían conseguido que diversos expertos fueran hasta Dayton para hablar a favor de las teorías de Darwin, dado que otra de las bases de su trabajo era demostrar que no había necesariamente conflicto entre cristianismo y evolución. Entre los expertos estaba Maynard Metcalf —profesor de zoología en la Universidad John Hopkins—, Kirtley Fletcher Mather —profesor de geología en la Universidad de Harvard —, Winterton C. Curtis —profesor de zoología en la Universidad de Missouri—, Wilbur Nelson —geólogo del Estado de Tennessee— y Fay Cooper Cole —antropólogo de la Universidad de Chicago—.
Darrow llamó declarar entonces a su primer experto, Maynard Metcalf. Este zoólogo tuvo el tiempo justo para efectuar una intervención sobre la evolución que Mencken juzgó que fue magistral y uno de los momentos culminantes del juicio. Pese a todo, el periodista escribió acerca del poder de Bryan sobre las gentes que escuchaban el juicio y que no había que subestimar “la magia que yace bajo sus ojos negros y malignos, y su voz rota pero aún elocuente. Todavía puede remover e inflamar a estos pobres ignorantes como nadie más entre nosotros”.
No era para menos, tras la intervención de Metcalf, se discutió muy duramente acerca del derecho de la defensa a presentar los testimonios de sus expertos, por no ser éstos considerados como pertinentes por la acusación.
Al día siguiente, jueves 16, se discutió todo el día, con larguísimos discursos de una y otra parte, sobre si debían tenerse en cuenta lo que dijeran los expertos. Tras charlas de Stewart o Malone, por la tarde, Bryan leyó un discurso en el que criticaba la teoría evolucionista, especialmente en la parte dedicada al origen de los seres humanos, indicando que de ninguna manera la evolución se podía conciliar con la Biblia.
El viernes 17, y tras la oración, el juez Raulston decretó que no se le permitiría a la defensa presentar testimonios sobre la evolución o sobre la consistencia de ésta con la Biblia, ya que no era eso lo que debía establecer el jurado.
Después de los rifirrafes habidos a lo largo del día anterior y la no aceptación de los expertos, la defensa estaba exasperada. El mismo. Darrow parecía no comprender nada de lo que estaba viendo. Dijo que, pese a todo, iba a dejar que la prensa supiera la opinión de sus expertos, para que la difundieran.
Tras decir el juez que el tribunal siempre trataba de portarse correctamente, Darrow dijo (lo que provocó risas) que él no lo creía y que finalmente trataría de proteger los derechos de su defendido ante otro tribunal. Luego pidió el resto del día para hacer una declaración sobre lo que la defensa entendía del caso, cosa que el tribunal no sabía si podía concederle. Tras ello, Darrow se preguntó porqué cada sugerencia del fiscal o de la acusación se resolvía tras largas discusiones con una pérdida de tiempo para todos y porqué en cambio cada sugerencia de peso de la defensa sobre algo que era perfectamente competente se veía enseguida invalidada. Raulston le dijo a Darrow, “Espero que no intente reprobar al tribunal”, a lo que Darrow contestó: “Bien, Su Señoría tiene derecho a la esperanza...” Raulston rápidamente, le espetó entonces que “Tengo derecho a algo más que eso.”. Raulston estaba visiblemente enojado por este debate.
Bryan preguntó entonces si Darrow no iba a presentar más testigos, a lo que este contestó que no servía para nada, y que se iba a limitar a adjuntar declaraciones de expertos al acta de las sesiones y ordeno un nuevo receso hasta el lunes siguiente.
El lunes ya estaba claro que al juicio no le quedaban muchos días. Ambas partes, en el fondo, querían liquidarlo ya. Pero la cosa empezó fuerte, con Rauslton condenando a Darrow a una multa de 5000 dólares por desacato al tribunal, por las expresiones y chanzas efectuadas contra éste. La multa se ofrecieron a pagarla desde un diario de Chatanooga.
Pero la cosa no avanzaba. De nuevo se discutió hasta la hora de comer sobre cómo se podía aplicar una ley antievolucionista si el libro base de enseñanza en secundaria era pro-evolucionista y sobre que la misma Biblia tenía en el Génesis dos explicaciones diferentes sobre el origen del hombre (Cap. 2 ver. 7 y Cap. 2 ver. 2 a 24).
Por la tarde, Darrow pidió excusas al juez por los sucesos de la tarde del viernes, lamentando sus frases, el cual le tendió la mano y le perdonó, dados sus principios cristianos.
Por la tarde, al poco, hubo un cambio de estrategia en la defensa. Dado que el resto de sus armas no habían servido para conmover mínimamente al juez ni, por lo que parecía, al jurado, Darrow, Malone y Hays y el resto la defensa tuvieron una idea y llamaron a declarar aquella tarde al propio Bryan, su principal contrincante, dados sus enormes conocimientos sobre los textos sagrados, interrogándole sobre su sentido y la edad de la Tierra, en una sesión recogida con bastante libertad por la película de Stanley Kramer, pero que se puede seguir fácilmente en el texto publicado con la trascripción íntegra del juicio.
Si los expertos a favor de la evolución no eran admitidos, ¿lo serían los expertos sobre la Biblia? Tal vez este camino a la inversa podía permitir a la defensa llegar al mismo punto, la de la no contradicción entre el texto sagrado de cristianos y judíos, y la evolución.
UN INTERROGATORIO MUY MITIFICADO, QUE APENAS SIRVIÓ DE NADA32
De hecho, el interrogatorio de Bryan, tal como recogen las imágenes de la época, se celebró fuera de las salas del tribunal, por decisión del juez Raulston —justo tras haber perdonado a Darrow—, debido al extremo y agobiante calor que se padecía en la sala del Tribunal, donde las fotos han recogido abundantes testimonios de unos abogados hablando acompañados por un pay-pay, y con sus camisas medioabiertas.
La sesión se reanudó sobre una plataforma situada enfrente del edificio que albergaba al Tribunal del Condado de Rhea, para acomodar a los pastores de las diferentes creencias cristianas que habían expresado su deseo de orar allí mientras duraran las sesiones del procesamiento de Scopes.
En este caso en concreto, dado que era Bryan el llamado a declarar, la acusación no objetó nada en contra, ya que estaban seguros de que su capacidad dialéctica borraría a la de Darrow. Pero seguramente cometieron un error al aceptar este paso, casi desesperado, de la defensa, ya que son muchos los autores que consideran que este interrogatorio favoreció algo a Scopes, haciendo que al final sólo fuera condenado de una forma muy leve, lo cual era lo mínimo si tenemos en cuenta que no se iba a aceptar por el tribunal el argumento de la inconstitucionalidad de la normativa contraria a la evolución aprobada en Tennessee.
El problema para los fundamentalistas que lo apoyaban radicó en el hecho de que, en realidad, Bryan no era, como algunos de ellos, un simple memo fundamentalista radical (que es también como lo presentan en la película de Kramer), sino un cristiano muy conservador que, pese a serlo, conocía las teorías de Darwin así como otros descubrimientos de la ciencia, y esa diferencia hacía que entendiera y aceptara que no todo en la Biblia debía aceptarse tal cual estaba escrito. Y la habilidad de Darrow fue mostrar eso precisamente, que el principal valedor de los escritos sagrados admitía rápidamente y con convicción que éstos se debían tratar de leer en algunos de sus fragmentos no de un modo literal sino a la luz de la razón. Y no es que engañara a Bryan, sino que Bryan no era eso lo que negaba, ya que, según parece, lo único que él quería, como Butler, era que en los colegios públicos sólo se enseñara la teoría de la creación tal como se defiende en los textos sagrados.
Así, una vez situado Bryan en su silla, Darrow le preguntó si se consideraba un experto en la Biblia, a lo que aquel le contestó que lo era más ahora de mayor que cuando era joven. El abogado de la defensa entonces le interrogó sobre si creía que todo lo escrito en las Sagradas Escrituras se debía interpretar literalmente, a lo que Bryan respondió que todo debía ser aceptado, aunque es evidente que se usaron metáforas, como la de que el hombre era la sal de la tierra.
En este punto, Darrow indicó que cada persona, interpretaba por ello a la Biblia de acuerdo con sus creencias, conocimientos, etc. Tras esta reflexión, el abogado de la defensa continuó preguntando a Bryan, basándose en un artículo del propio acusador particular publicado en el Chicago Tribune en 1923, sobre el tema de Jonás y la ballena, sobre Josué deteniendo el curso del Sol durante una batalla y sobre la Torre de Babel...
Sin mayor problema, por lo que se deduce de las fuentes, Bryan señaló que debía ser verdad que la creación, tal como se describía, en el Génesis tuvo que durar más de los seis días que se indican allí33. Aunque el uso de la palabra día en el Génesis (2.4) se puede interpretar que se refiere a un periodo de tiempo no determinado, y ello era ampliamente aceptado por muchos cristianos en la época del juicio de Dayton, ello iba en favor de la argumentación de Darrow, ya que implicaba que la Biblia debía ser interpretada, y no entendida de forma literal, por lo que no era forzoso que el punto de vista evolucionista estuviera en contra de lo escrito en el Viejo o en el Nuevo Testamento. Todo era cuestión de interpretación.
Para Bryan, la Biblia había sido inspirada por el Sumo Hacedor, pero había usado unas palabras que podían ser comprendidas en el tiempo en que se redactó.
Tras dos horas de debate, Raulston lo cortó y mandó al reanudar la vista durante la mañana del siguiente día, martes 21 de julio de 1925, que toda la sesión de la tarde del día anterior fuera borrada de las actas, por no creer él que fuera procedente. Pero el jurado no podía negar haberlo escuchado y haber sido influenciado por ello.
Pero la cosa no admitía que durara mucho más y ese mismo martes 21 de julio el jurado tomó su decisión en contra de Scopes, tras sólo nueve minutos de deliberaciones, considerándolo culpable según la ley. El juez lo condenó por ello a una multa de cien dólares, que era lo mínimo que se marcaba en la Ley propuesta por Butler. ¿Hay penas leves por el incumplimiento de normas injustas?. En cualquier caso, en un noble gesto, Bryan dijo que él mismo pagaría la multa si Scopes no tenía fondos y ello era necesario.
Preguntado por el juez, tras leerse la sentencia, si tenía algo que decir, Scopes acabó su intervención con las siguientes palabras: “Su señoría, siento que me han condenado por la violación de un estatuto injusto. Continuaré en el futuro, como he hecho en el pasado, oponiéndome a esta ley de cualquier forma que pueda. Cualquier otra acción podría ser una violación de mi ideal sobre la libertad académica; esto es, la de enseñar la verdad tal como se garantiza en nuestra Constitución sobre la libertad personal y religiosa. Pienso que la multa es injusta”34.
Finalmente, como se ve, la última declaración de Scopes fue recogiendo la idea central que había guiado en este caso a la Unión Americana de Libertades Civiles, sobre la libertad académica, y no sobre la consistencia de las tesis darvinistas y/o inconsistencia de las creencias bíblicas. ¿Se sentiría Darrow decepcionado? Aunque ello es difícil saberlo ahora, y aunque es difícil preparar grandes discursos cuando uno es derrotado, la frase de Scopes suena a estudiada, por lo que muy probablemente ya era conocida por la defensa, que le habría dado su visto bueno,
LA PAZ SEA CONTIGO
El pago de la multa impuesta a Scopes no llegó a efectuarse nunca, ya que se recurrió la sentencia por parte de la ACLU y del mismo equipo de defensores. Y el Tribunal Supremo de Tennessee la revocó un año después por un tecnicismo sin importancia35, debido a que, en su opinión, era el jurado y no el juez el que debía haber fijado el importe de la multa (el juez sólo podía hacerlo en el caso de multas con un importe inferior a 50 dólares). Sin embargo, no estimaron en absoluto, como quería la defensa y como ya había desestimado también Raulston, que la ley sobre la que se había basado fuera inconstitucional sobre la base de la Primera Enmienda a la Constitución de los EEUU.
El comentario de los jueces al respecto es interesante, ya que señalan que la ley en realidad no estaba escrita en contra de la evolución, en general, sino sólo en contra de que se enseñara que los seres procedían de un orden ‘inferior’ de animales’ (lo cual era cierto que estaba en contra de la Biblia pero también de muchos otros textos tenidos como sagrados en otras religiones) y eso sólo cuando sucediera en un colegio financiado con fondos públicos. Una lectura atenta y literal de la norma indica eso, hasta cierto punto, ya que el preámbulo de la misma es mucho más amplio. De hecho, para los jueces, había muchos tipos de evolución y muchas teorías que podían ser enseñadas...36. Es por esa razón que tampoco la norma violaba la obligación de proteger la ciencia, ya que la misma sólo estaba en contra de enseñar que el hombre venía del mono.
Pero había más. Según ellos, no se atacaba la primera enmienda por otra razón y era porque, por un lado, no se obligaba a enseñar ningún tipo de teoría en concreto (de tipo religioso o no), sino que sólo se prohibía una en particular, y por otro, dicha prohibición de enseñar un concreto origen humano no iba a favor ni en contra de ninguna religión en concreto, ya que no había ningún colectivo religioso que en su totalidad la rechazara o fuera a favor de ella. Al contrario, según argumentaban los miembros del jurado en su sentencia, la creencia o no en la evolución era motivo de discusión entre los protestantes, católicos y judíos, por lo que su ataque o defensa no beneficiaba de modo especial a nadie.
En un mundo enteramente bíblico, la defensa literal de las teorías de la Biblia descritas en la ley, obra que era común a todos los credos con peso en los EEUU del momento (cristianos y judíos), no se entendió como improcedente y ni se valoró casi. Ninguna religión en particular que se diera en la población de los EEUU, según ellos decían, salía beneficiada.
De hecho, en muchas normas religiosas o civiles se hablaba de que todos éramos iguales como hijos de Dios, por lo que afirmar que los seres humanos eran hijos de Dios no podía ser inconstitucional37. No había problema, pues, según ellos. Como es evidente, no había brahamanistas entre los jueces.
No se revocaba, pues, la decisión del tribunal de Dayton por la cuestión constitucional, sino por otra causa muy menor que no afectaba a la vigencia de la norma cuya aprobación había causado todo. La resolución de la Cámara de Representantes de Tennessee que había propuesto Butler quedaba viva, pues, tras todo el terremoto, aunque no se castigara a nadie por ella.
EN EL FONDO, LA NADA
El juicio ha pasado a los anales judiciales estadounidenses y a la memoria de muchos de los habitantes de este país como uno de los más grandes o controvertidos del siglo XX. Su mitificación, especialmente en lo que respecta al último interrogatorio, era ya posible verlo en las crónicas periodísticas realizadas durante el transcurso del mismo, en algunos de los textos escritos en los años inmediatamente posteriores a los acontecimientos y, sobre todo, en la película de Stanley Kramer.
Los sucedido en Dayton en 1925 fue mucho más lejos de lo soñado nunca por Rappleyea y sus compinches del Drugstore, pese a que los mimbres que tenían entre sus manos no parecían ser capaces de fabricar semejante cesto.
Como historiador, no me ha sido fácil sumergirme en las múltiples declaraciones de los diferentes personajes, siempre apasionados, que participaron en los actos ni en los textos de aquellos que posteriormente han escrito sobre el mismo., Ni siquiera me ha sido posible acceder a toda la bibliografía existente.
No es una labor sencilla tratar de establecer qué pasó para que los lectores decidan por sí mismos su interpretación de lo acontecido en aquel tribunal de Dayton, con una serie de personas pasando más calores y sudores de lo normal por culpa de un bochornoso mes de julio y de una legislación aún más bochornosa.
En cualquier caso, como toda buena historia, ésta tampoco tiene conclusión, y ni siquiera consecuencias realmente reconocibles, ya que nadie ganó en realidad en aquel momento y —por causa de la guerra mundial, el McCartismo y otras cuestiones— el debate quedó vivo, pero soterrado —aunque con algunas importantes escaramuzas que dañaron los derechos y libertades de mucha gente— durante casi los siguientes cuarenta años.
Como quisiera Peay en su momento al firmar la norma y aprobarla, ésta fue vigente, sin aplicarse durante las siguientes cuatro décadas, y los libros evolucionistas continuaron funcionando sin problemas en la mayor parte de escuelas de Tennessee. Pero Peay, que ganó su siguiente elección, no llegó a verlo, ya que murió al poco, en 1927, con sólo 51 años.
Bryan también murió pronto, sólo cinco días después de finalizar el juicio, el 26 de julio, con una muerte tal vez acelerada por el estrés del juicio multiplicado por el calor de la sala.
Como ya hemos indicado, la ley siguió siendo vigente hasta el año 1967, cuando hubo una reclamación ante los tribunales por un profesor despedido (en plena carrera espacial y en medio del miedo a una guerra nuclear) por haberla violado. Temiendo otro fiasco ante los tribunales, los legisladores de Tennessee anularon dicha norma finalmente el 17 de mayo de dicho año38.
Butler, en su último despacho como corresponsal el 21 de julio de 1925, señalaba, tras indicar que la verdad era poderosa y prevalecería, que el debate sobre la evolución era “la controversia de la era” y que el “juicio de Dayton era el principio de una gran batalla entre la infidelidad y el cristianismo”. No se equivocaba esta vez y la polémica sigue viva.
En realidad, pese al entusiasmo que los hechos provocaron por todo el país a mediados de los años veinte, los mismos fueron casi olvidados en el ámbito popular hasta el éxito de la película de Stanley Kramer. De hecho, la mayor parte de la gente asistió a cursos en que ambas teorías, la creacionista y la evolucionista, se estudiaban casi por igual hasta mediados de los sesenta.
La ley sólo parecía tratar de evitar, básicamente, que se dijera en las escuelas públicas que el hombre procedía del mono. Es cierto que sólo era eso, pero no es menos cierto que lo que en realidad pretendía era frenar una hipótesis científica que, de alguna manera, ponía en especial entredicho las enseñanzas de la Biblia y, según los fundamentalistas, nuestra dignidad. ¿En realidad, a imagen y semejanza de quién habíamos sido creados?
Para Benjamín Disraeli, el conocido político inglés, que ya tuvo que lidiar con esta cuestión en el año 1868, si debía elegir entre ángeles y monos, prefería a los monos. El problema es que los hechos y las pruebas, para los creyentes radicales, siguen demostrando con cabezonería que nuestra relación no es con seres supuestamente superiores sino con los chimapnces, y que es ahí donde están nuestras raíces.
Aunque quizás no para el juez o para el fiscal, el juicio fue de la religión fundamentalista contra el darvinismo, tal como la acusación y la defensa plantearon, y tal como lo vivió la mayor parte de la población estadounidense de la época, así como sobre una manera de vivir y tratar de interpretar el mundo, tal como Darrow y Bryan, cada uno desde su lugar, trataron de explicar.
El juicio de Scopes no acabó, en ningún caso, con el debate sobre la evolución, pero en la práctica representó un cierto frenazo a las tentativas legislativas antievolucionistas. De los quince estados que tenían una legislación antievolucionista a punto de ser aprobada en el año 1925, sólo dos (Arkansas y Mississippi) las aprobaron finalmente, restringiendo la enseñanza de la teoría enunciada por Darwin, mientras que en Tennessee la ley de Butler se mantuvo vigente durante cuarenta años más, aunque se aplicó muy pocas veces y sólo en algunos centros educativos de ciudades pequeñas.
NOTAS
1. Ver detalles sobre la ley en la Wikipedia, en inglés, en su artículo sobre la ‘Butler’s Act’, accesible en la dirección http://en.wikipedia.org/wiki/Butler_Act y sobre la misma ley en la página http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/scopes/tennstat.htm. La norma ponía textualmente en inglés: Public Acts of the State of Tennessee passed by the Sixty - Fourth General Assembly, 1925 (Chapter No. 27, House Bill No. 185, by Mr. Butler): AN ACT prohibiting the teaching of the Evolution Theory in all the Universities, Normals and all other public schools of Tennessee, which are supported in whole or in part by the public school funds of the State, and to provide penalties for the violations thereof. Section 1. Be it enacted by the General Assembly of the State of Tennessee, That it shall be unlawful for any teacher in any of the Universities, Normals and all other public schools of the State which are supported in whole or in part by the public school funds of the State, to teach any theory that denies the story of the Divine Creation of man as taught in the Bible, and to teach instead that man has descended from a lower order of animals. Section 2. Be it further enacted, That any teacher found guilty of the violation of this Act, Shall be guilty of a misdemeanor and upon conviction, shall be fined not less than One Hundred $ (100.00) Dollars nor more than Five Hundred ($ 500.00) Dollars for each offense. Section 3. Be it further enacted, That this Act take effect from and after its passage, the public welfare requiring it. Passed March 13, 1925, W. F. Barry, Speaker of the House of Representatives and L. D. Hill, Speaker of the Senate. Approved March 21, 1925. Austin Peay, Governor”.
2. Andy Bradbury “How it All Began” The Scopes Monkey Trial, en la web Honest Abe’s NLP Emporium http://www.bradburyac.mistral.co.uk/tenness4.html#drugcon (18.08.2006).
3. Doug Linder “John Washington Butler” en la web de la University of Missouri-Kansas City (UMKC) School of Law (2004), se puede ver en http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/scopes/SCO_BUT.HTM y Jeanette Keith, Bloomsburg University of Pennsylvania “John Washington Butler 1875-1952” The Tennessee Encyclopedia of History and Cultura. Tennessee Historical Society (1998), edición en Internet de la University of Tennessee Press (2002), accesible en http://tennesseeencyclopedia.net/imagegallery.php?EntryID=B119.
4. Chapter 117, House Bill 198, by Mr. Butler, Public Acts of Tennessee for 1925.
5. Se puede ver una nota biográfica de este gobernador en inglés en “Austin Peay” Wikipedia, http://en.wikipedia.org/wiki/Austin_Peay_IV (18.08.2006).
6. Ese era el nombre habitual con el que se conocía el manual de biología para secundaria A Civic Biology: Presented in Problems escrito por George William Hunter y editado en 1914. Era el manual que se usaba en Tennessee, por recomendación del estado, en los institutos públicos en el año 1925, pese a que su sección sobre la evolución violaba abiertamente la legislación de Butler contra la enseñanza de la evolución. Como era normal en su tiempo, y por un mal entendido darvinismo social, por el que se hablaba de que sólo sobrevivían los más válidos, en el mismo se apoyaban sin dudarlo nociones de eugenesia y supremacistas blancas, claramente racistas, en sintonía con el pensamiento político de una gran parte de la población blanca conservadora estadounidense de la época. [‘Civic Biology’ Wikipedia, en http://en.wikipedia.org/wiki/Civic_Biology (17.08.2006)].
7. Su misión, desde sus inicios, ha sido básicamente la de “luchar en contra de las violaciones a los derechos civiles en donde sea y cuando sea que ocurran”, tal como indican en su publicidad en castellano. Es recomendable darse una vuelta por la información de la ACLU que aparece en su web (http://www.aclu.org/), o bien leerse “Acerca de la Union Americana de Libertades Civiles (ACLU)” ACLU (sin fecha), accesible en http://www.aclu.org/immigrants/espanol/index.html (18.08.2006).
8. Nacido el 3 de agosto de 1900, murió el 21 de octubre de 1970, habiendo tenido la oportunidad de poder seguir a lo largo de su vida los avatares en su país de los diversos juicios habidos por la misma cuestión en los EEUU.
9. Además de en las páginas Web que vamos a ir citando, es posible ver muchas fotos curiosas con todos los protagonistas de este libro en los fondos de los archivos de la estadounidense Institución Smithsoniana, captadas durante la celebración del juicio por Watson Davis (1896-1967), editor del Science Service de la Institución Simthsoniana, cuando se dedicó a cubrir el juicio de Dayton como periodista, que han sido recientemente descubiertas por Marcel C. LaFollette, y publicadas en la página web de la Institución, en el apartado “Unpublished Photographs from 1925 Tennessee vs. John Scopes ‘Monkey Trial’ Found in Smithsonian Archives” (2005), accesible en http://www.siarchives.si.edu/research/scopes.html (18.08.2006).
10. Ver detalles sobre el juicio en http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/scopes/scopes.htm o en http://jurist.law.pitt.edu/trials1.htm, y de la sentencia en http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/scopes/day8.htm. Hay un libro sobre este juicio al que no he podido acceder: Larson, Edward J. Summer for the Gods: The Scopes Trial and America’s Continuing Debate Over Science and Religion. Cambridge: Harvard University Press, 1997. pp 89, 107. 11. Curt Sewell “The Scopes ‘Monkey Trial’ vs. Inherit the Wind”, en http://www.rae.org/scopes.html (06.09.2006).
12. Doug Linder “State v. John Scopes (‘The Monkey Trial’)”, en Famous Trials in American History, en http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/scopes/evolut.htm (31.08.2006)
13. Andy Bradbury “Another ‘Trial of the Century’?” The Scopes Monkey Trial, en la web Honest Abe’s NLP Emporium http://www.bradburyac.mistral.co.uk/tenness1.html, 17-08-2006.
14. ‘John T. Scopes’ Wikipedia en inglés, en http://en.wikipedia.org/wiki/John_Scopes y ‘Butler’s Act’ Wikipedia en inglés, en http://en.wikipedia.org/wiki/Butler_Act (17-08-2006).
15. Ese era el nombre habitual con el que se conocía el manual de biología para secundaria A Civic Biology: Presented in Problems escrito por George William Hunter y editado en 1914. [‘Civic Biology’ Wikipedia, en http://en.wikipedia.org/wiki/Civic_Biology (17.08.2006)].
16. Entre las curiosidades de la reunión está el hecho de que en ella intervinieran los hermanos Herbert y Sue Hicks (amigos de Scopes, según Linder), así como Wallace Haggard y J. Gordon McKenzie, todos ellos abogados que luego actuaron como voluntarios a favor de la acusación contra el mismo Scopes. Si tenemos en cuenta que a la reunión fueron primero 9 personas, a las que luego se unió Scopes, vemos que sólo 5 no actuaron contra el profesor del Instituto (Rappelyea, Walter White –Superintendente escolar del condado de Rhea—, W. E. Morgan —un hombre de negocios—, B. M. Wilber —Juez de paz—y el propio Fred Robinson, dueño del negocio.
17. Carol Iannone “The Truth About Inherit the Wind” First Things 70 (Febrero, 1997): 28-33, accesible en la página de Internet http://www.firstthings.com/ftissues/ft9702/iannone.html (17-08-2006) -interesante texto, pese a partir de un notable sentimiento religioso de la autora-; Andy Bradbury “Another ‘Trial of the Century’?” The Scopes Monkey Trial, en la web Honest Abe’s NLP Emporium http://www.bradburyac.mistral.co.uk/tenness1.html (17-08-2006) y “Unpublished Photographs from 1925 Tennessee vs. John Scopes ‘Monkey Trial’ Found in Smithsonian Archives” (2005), accesible en http://www.siarchives.si.edu/research/scopes.html (18.08.2006).
18. Una biografía: Gore Vidal “H. L. Mencken” Prólogo del libro The Impossible H. L. Mencken, editado por Marion Elizabeth Rodgers (1991), accesible en http://www.positiveatheism.org/hist/mencken.htm (20.08.2006). Para sus escritos ver “The Monkey Trial: A Reporter’s Account”, en la página web de Doug Linder sobre ‘Tennessee vs. Scopes: The Monkey Trial’ en Famous Trials in America, accesible en http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/scopes/menk.htm (20.08.2006) o las páginas dedicadas a sus escritos en la web de positiveatheism.org http://www.positiveatheism.org/tochmenk.htm (20.08.2006). En castellano está el artículo “Mencken” Wikipedia, en http://es.wikipedia.org/wiki/Mencken (20.08-2006).
19. Cita 336 extraída de “H. L. Mencken Quotes”, que a su vez las ha seleccionado de Minority Report, H. L. Mencken’s Notebooks, Knopf, 1956 [accesible en http://www.lhup.edu/~DSIMANEK/mencken.htm, 30.08.2006 y en http://skepdic.com/news/newsletter2.html].
20. “WGN Radio TimeLine”, en http://wgngold.com/timeline/1920s1930s.htm (06.08.2006).
21. Con Clarence Seward Darrow, John R. Neal (ACLU), John W. Davies (ACLU), Arthur Garfield Hays y Dudley Field Malone, entre otros. Tanto Darrow como Malone, actuaron por voluntad propia, gratis, pese a una cierta oposición de la ACLU ya que no formaban parte del equipo de activistas de esta organización y temían que la cosa degenerara en un debate sobre temas religiosos y no sobre la violación de las libertades civiles marcadas en la constituión a favor de Scopes. Pese a ello, finalmente, la opinión de Scopes, que deseaba ser defendido por Darrow, prevaleció, siendo el equipo aceptado por la ACLU [Andy Bradbury “How it All Began” The Scopes Monkey Trial, en la web Honest Abe’s NLP Emporium http://www.bradburyac.mistral.co.uk/tenness4.html, 17-08-2006].
22. The Story of My Life, según se recoge en Andy Bradbury “How it All Began” The Scopes Monkey Trial, en la web Honest Abe’s NLP Emporium http://www.bradburyac.mistral.co.uk/tenness4.html#drugcon (18.08.2006).
23. Earl Lane “At AAAS Seminar, Long-Lost Photos Shed New Light on Scopes Trial” News Archives. ACLU (22.07.2005), accesible en http://www.aaas.org/news/releases/2005/0722scopes.shtml (18.08.2006).
24. Probablemente siguiendo a Mencken, que pese a haberlo admirado algo de joven, tras el juicio, escribió de él “Bryan was a vulgar and common man, a cad undiluted. He was ignorant, bigoted, self-seeking, blatant and dishonest. His career brought him into contact with the first men of his time; he preferred the company of rustic ignoramuses. It was hard to believe, watching him at Dayton, that he had traveled, that he had been received in civilized societies, that he had been a high officer of state. He seemed only a poor clod like those around him, deluded by a childish theology, full of an almost pathological hatred of all learning, all human dignity, all beauty, all fine and noble things. He was a peasant come home to the dung-pile. Imagine a gentleman, and you have imagined everything that he was not” [H.L. Mencken “Bryan” The Baltimore Evening Sun, 27 de julio de 1925, accesible en la web http://www.positiveatheism.org/hist/menck05.htm#SCOPESC (20.08.2006)]. Según Gore Vidal “For Mencken, Bryan is the id —to use Freudian jargon— of American politics: the ignorant, religious, underclass leader whose fateful and dramatic climax came in the trial to determine whether or not we are descended from monkeys” [Gore Vidal “H. L. Mencken” Prólogo del libro The Impossible H. L. Mencken, edited by Marion Elizabeth Rodgers (1991), accesible en http://www.positiveatheism.org/hist/mencken.htm (20.08.2006)]. Para rebatir ese punto de vista ver Carol Iannone “The Truth About Inherit the Wind” First Things 70 (Febrero, 1997): 28-33, accesible en la página de Internet http://www.firstthings.com/ftissues/ft9702/iannone.html (17-08-2006).
25. Winterton C. Curtis “A Defense Expert’s Impressions of the Scopes Trial”, en From D-Days at Dayton: Fundamentalism vs Evolution at Dayton, Tennessee (1956), en http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/scopes/wccurtisaccount.html (20-09-2006) y Robert Silverberg ‘Monos a juicio’, en http://encontrarte.aporrea.org/anuncio.php?art=8852 (20-09-2006), extraído de Un Extraño Juicio: El hombre antes de Adán, de Robert Silverberg. Editorial Diana S. A., México, 1965. Trad. del Inglés René Cárdenas Barrios.
26. Scopes v. State, 152 Tenn. 424, 278 S.W. 57 (Tenn. 1925),
27. Robert Silverberg ‘Monos a juicio’, en http://encontrarte.aporrea.org/anuncio.php?art=8852 (20-09-2006), extraído de Un Extraño Juicio: El hombre antes de Adán, de Robert Silverberg. Editorial Diana S. A., México, 1965. Trad. del Inglés René Cárdenas Barrios.
28. Ver http://usinfo.state.gov/usa/infousa/facts/funddocs/billes.htm.
29. David Barton “Evolution and the Law: <>“, accesible en http://www.wallbuilders.com/resources/search/detail.php?ResourceID=18 (06.09.2006).
30. Frederick C. Foote “The Scopes Monkey Trial Transcript”, edición en PDF, sin fecha, que recoge íntegra la trascripción del juicio tal cual fue publicada en The World’s Greatest Court Trial, National Book Company, Cincinnati, Ohio, 1925 [allí pág. 78].
31. http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/scopes/SCO_BUT.HTM y Robert Silverberg ‘Monos a juicio’, en http://encontrarte.aporrea.org/anuncio.php?art=8852 (20-09-2006), extraído de Un Extraño Juicio: El hombre antes de Adán, de Robert Silverberg. Editorial Diana S. A., México, 1965. Trad. del Inglés René Cárdenas Barrios. “If today you can take a thing like evolution and make it a crime to teach it in the public school, tomorrow you can make it a crime to teach it in the private schools, and the next year you can make it a crime to teach it to the hustings or in the church. At the next session you may ban books and the newspapers. Soon you may set Catholic against Protestant and Protestant against Protestant, and try to foist your own religion upon the minds of men. If you can do one you can do the other. Ignorance and fanaticism is ever busy and needs feeding. Always it is feeding and gloating for more. Today it is the public school teachers,tomorrow the private. The next day the preachers and the lectures, the magazines, the books, the newspapers. After while, your honor, it is the setting of man against man and creed against creed until with flying banners and beating drums we are marching backward to the glorious ages of the sixteenth century when bigots lighted fagots to burn the men who dared to bring any intelligence and enlightenment and culture to the human mind.” En http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/scopes/day2.htm.
32. Parece ser que en realidad la cosa fue muy diferente, según se transcribe en el juicio, y así “Bryan agreed to go on the stand to explain his Bible beliefs, on the condition that Darrow would also become a witness to explain his agnostic and evolution beliefs. The judge had also agreed to this condition (transcript, page 284). Darrow did put Bryan through quite an inquisition. When he finished, and it should have been Bryan’s turn to question Darrow, Darrow surprised everyone by suddenly announcing that his client pleaded guilty (abstract, page 306), and requested Judge Raulston to issue a directed verdict of guilty. This automatically stopped the trial. Bryan objected, wanting to question Darrow, but it was too late; Scopes was already guilty -- the trial was over. The jury did not ever retire for deliberation., en Curt Sewell “The Scopes ‘Monkey Trial’ vs. Inherit the Wind”, en http://www.rae.org/scopes.html (06.09.2006).
33. La trascripción del diálogo entre Darrow y Bryan fue como sigue: Darrow - ¿Cree que la tierra sólo tiene 4000 años de antigüedad?; Bryan - Oh, no; Creo que es mucho más vieja...; Darrow - ¿Cuánto?; Bryan – No sabría decirlo...; Darrow - ¿Sabe si la Biblia misma dice que es más vieja que eso?; Bryan – No creo que la Biblia indique si es más antigua o no; Darrow - ¿Cree que la Tierra fue hecha en seis días?; Bryan – No en seis días de 24 horas.
34. Se pueden ver detalles sobre el juicio en www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/scopes/scopes.htm y de la sentencia en http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/scopes/day8.htm.
35. Se puede ver la sentencia íntegra en http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/scopes/statcase.htm. No deja de ser sorprendente la decisión, ya que este mismo tribunal, muy poco antes, a fines de mayo, se había pronunciado ya sobre esta misma ley indicando que “We are not able to see how the prohibition of teaching the theory that man has descended from a lower order of animals gives preference to any religious establishment or mode of worship. So far as we know, there is no religious establishment or organized body that has in its creed or confession of faith any article denying or affirming such a theory.” Scopes v. State 289 S.W. 363, 367 (Tenn. 1927). [‘Butler’s Act’ Wikipedia, en http://en.wikipedia.org/wiki/Butler_Act (17-08-2006).]
36. “This was further confirmed in Justice Chambliss’ concurring opinion in which he pointed out that under the law, several theories of evolution, and even evolution in general, could still be taught: (...) ‘Our laws approve no teaching of the Bible at all in the public schools, but require only that no theory shall be taught which denies that God is the Creator of man—that his origin is not thus to be traced’”, en David Barton “Evolution and the Law: <>“, accesible en http://www.wallbuilders.com/resources/search/detail.php?ResourceID=18 (06.09.2006).
37. “Because, as Justice Chambliss explained, the law reflected the provisions of...<<>>“, en David Barton “Evolution and the Law: <>“, accesible en http://www.wallbuilders.com/resources/search/detail.php?ResourceID=18 (06.09.2006).
38. ‘Butler’s Act’ Wikipedia, en http://en.wikipedia.org/wiki/Butler_Act (17-08-2006). La ley está recogida en http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/scopes/tennstat.htm, donde se lee “Public Acts of the State of Tennessee passed by the eighty - fifth General Assembly, 1967 (Chapter no. 237, House bill no. 48, by Smith, Galbreath, Bradley), substituted for : Senate Bill no. 46 (By Elam); AN ACT to repeal Section 498 - 1922, Tennessee Code Annotated, prohibiting the teaching of evolution. Be it enacted by the General Assembly of the State of Tennessee: Section 1. Section 49 - 1922, Tennessee Code Annotated, is repealed. Section 2. This Act shall take effect September 1, 1967. Passed : May 13, 1967. James H. Cummings, Speaker of the House of Representatives. Frank C. Gorrell, Speaker of the Senate. Approved : May 17, 1967. Buford Ellington, Governor”.
Alfonso López Borgoñoz