Área excavada en Tell Hamoukar, correspondiente al Calcolítico tardío, hacia el 3500 a.n.e.,
cuando se data la invasión de la ciudad. (Universidad de Chicago)
cuando se data la invasión de la ciudad. (Universidad de Chicago)
La misión requirió una gran labor de coordinación, así como el transporte de muchas municiones y armamento (se han hallado más de 1300 proyectiles de piedra). Y no sólo eso, un notable esfuerzo para alimentar a los combatientes. La triste forma de resolver el conflicto es, en sí, un indicio del desarrollo social y económico de las poblaciones que se vieron inmersas en él.
Para hacernos una idea de ello, nos deberemos trasladar a otra época. El historiador M. C. Bishop realizó un breve estudio sobre lo que significaba dar de comer durante una campaña militar a dos legiones romanas (formadas entre ambas por unos 12.000 hombres y unos dos mil caballos). Cada día se distribuía en grano 1,5 kg por cada soldado, así como unos 5 kg de cereales por animal. Ello implicaba unas 18 Tm diarias para los legionarios y 10 Tm diarias para los caballos.
Normalmente, pues, todos y cada uno de los días, los encargados de dar de comer a los legionarios debían obtener un mínimo de 28 Tm de comida y distribuirla de forma eficiente, lo cual debía ser especialmente complicado en según qué territorio.
Sólo el planificar las misiones de modo que se asegurara el sustento mediante un enjambre de carros que debían transportar y almacenar los consumibles durante días ya debía representar un gran trabajo. Mucha gente y mucho poder. También mucha comida.
Por arqueología experimental se sabe que se podía producir de media en la época unas 2 Tm de grano por hectárea y año. Es decir, las legiones se podían comer diariamente, como langostas —o, peor, como humanos que eran— la producción anual de 14 hectáreas (unos 14 campos de fútbol más o menos). Y eso, reitero, cada día (lunes, martes, miércoles...).
En seis meses, una campaña normal, podían llegar a consumir 2.548 ha. El coste para la población civil no era sólo la violencia de la guerra, sino el hambre para años, al quedarse sin reservas, ya que el aprovisionamiento de tropas propias o ajenas se hacía a diario, sobre el terreno, dado que la velocidad y dificultades del transporte no permitía llevar comida desde muy lejos.
Por eso quemar los campos en tiempo de guerra era tan normal. Mejor quemados que dando de comer a los que te iban a violar. Por ello también, cuando las tropas romanas pasaban el invierno en suelo extranjero, se dividían los seis meses entre diferentes acuartelamientos dispersos, aunque no en exceso.
¿Qué debe implicar ahora el aprovisionamiento diario de soldados extranjeros en Irak? ¿Qué implicó en Tell Hamoukar?
Alfonso López Borgoñoz
(A publicar en Tecnociencia nº 4, junio 2006, en la sección 'Pretérito Imperfecto')