Un segundo, es nuestra incapacidad tecnológica actual para mantenerlos vivos durante los casi tres años que duraría la aventura.
Un tercero, es la desolación que causaría la muerte de esos humanos (en caso de llegarles) abandonados tan lejos, y sin poder hacer nada por ellos.
Ese tercer motivo lo he sentido yo, un poco, al leer que el rover Spirit, que desde hace seis años va dando tumbos, trabajando afanosamente para enviarnos datos sobre sobre el planeta rojo (lo único realmente rojo que uno puede ver últimamente), se ha quedado atorado en una trampa de arena en Marte. A partir de ahora, funcionará como estación fija, no móvil.
(NASA)
Vamos que Spirit, como mi antigua lavadora, dejará de funcionar.
Sin embargo, pese a que quizás mi lavadora trabajó más e hizo más por mi (al menos a corto plazo, lodel a largo plazo ya se verá), la injusticia en el mundo de los humanos hace que, ciertamente, me haya llenado de pena leer que el ya, casi, viejo Spirit, no va a poder caminar más sobre Marte y que sólo le queda esperar inmóvil y sólo, a que su final, lentamente, le llegue.
(o no, quizás no nieve tanto en Marte este año como en Madrid o en la casa de mi amigo Ramón Hartopp, en Hadlow, Reino Unido).
Alfonso López Borgoñoz