02 septiembre, 2007

SE HIZO LA LUZ...

Ya hace 50 años. Sólo y ¡tanto! al mismo tiempo. Este 4 de octubre se cumple el quincuagésimo aniversario del lanzamiento del pequeño Sputnik I en 1957. Enviado al espacio en un completo secreto, su bip-bip fue pronto detectado aquella misma noche, incluso desde España, como se escuchó en Radio Nacional. La sorpresa fue enorme.

No deja de ser curioso que su reiterativo sonido fuera oído por muchos expertos de todo el mundo, por primera vez, en nuestro país durante la celebración del VIII Congreso Internacional de Astronáutica de Barcelona, que se inauguraba al día siguiente, en pleno Año Geofísico Internacional. Algunos, como Von Braun, cancelaron su viaje en el último momento, quizás ante lo que implicaba la puesta en órbita del ingenio soviético, que pronto fue seguido por otro en noviembre.


Los EEUU, por su parte, lanzaron el 31 de enero de 1958 el Explorer I, su primer satélite. Habían pasado casi cuatro meses, cierto, pero no era demasiado... Pese a ello, fue percibido como una grave derrota, lo que tendría como resultado el espolear una carrera, seguida por gran parte de la población mundial, que haría del ruso Gagarin el primer cosmonauta cuatro años más tarde, en 1961 (seguido menos de un mes después por el estadounidense Shepard) y que llevaría, sólo doce años más tarde, a Armstrong y Aldrin a la Luna, en 1969.

Al igual que en el caso del mar, en esta nueva muestra de la llamada guerra fría, el control del espacio no se hizo tanto por un afán de conquista de nuevos territorios, como para demostrar el dominio de dicho medio, tanto por el prestigio técnico y científico en sí, como por el del modelo de estado que estaba tras el logro, como por su perspectiva militar –desde antes incluso del principio– y también comercial –algo más tarde–.


Sin duda, una fecha clave para los amantes del espacio, como muchas otras, similar a la de aquel día del mes de diciembre de 1609 en el que a Galileo se le ocurrió levantar su pequeño telescopio hacia el espacio para ver mejor los cuerpos de nuestro Sistema Solar, o a la de 1687 en que se publicaron los Principia, de Newton, o a la de 1781 cuando Herschel descubría Urano y, consecuentemente, que aún quedaba muchísimo por descubrir y explorar, más allá de los viajes de Colón o Magallanes, y de las columnas de Hércules de la superficie de nuestro planeta, ya quebradas para siempre.

Sólo cincuenta años, que han pasado del frenesí de los sesenta a la etapa actual, con unos enormes retornos económicos de la industria espacial, y con nuestras vidas ligadas al funcionamiento de los actuales satélites (de comunicaciones, meteorológicos, de investigación, etc.) en muchos más aspectos de los que pensamos.
En cualquier caso, esto no ha hecho más que empezar. Abramos bien los ojos, abramos más aún nuestra imaginación para soñar nuevas metas, lo mejor está todavía por llegar.

Alfonso López Borgoñoz

(Publicado en Astronomía, Octubre 2007)