30 enero, 2007

APROBADA LA REGULACIÓN DE TERAPIAS NATURALES EN CATALUNYA

Hoy creo que en Catalunya la sanidad ha dado un importante paso atrás a causa de la aprobación del "PROJECTE DE DECRET PEL QUAL ES REGULEN LES CONDICIONS PER A L'EXERCICI DE DETERMINADES TERÀPIES NATURALS".

En su preámbulo se dice textualmente:

'L'existència de diverses maneres d'entendre la persona, el diagnòstic, la malaltia i el tractament, relacionades amb la tradició de les diferents cultures, condiciona els criteris o les opcions mèdiques i terapèutiques distintes. Aquestes concepcions diverses es troben tant a la medicina oficial, convencional o al·lopàtica, com a la resta de criteris anomenats no convencionals, complementaris, alternatius, naturals o holístics. Cada un d'aquests criteris utilitza remeis o tècniques diferents.

Els criteris en que es basen les teràpies naturals parteixen d'una base filosòfica diferent a la que suporta la medicina convencional o al·lopàtica i apliquen processos de diagnòstic i terapèutics propis."

Vale la pena leer el texto aprobado (no por su calidad ni solidez de argumentación, sino por lo contrario), así como (si tenéis paciencia) un texto mío sencillo y un manifiesto redactado al respecto (y publicado en la revista 'El Escéptico 22-23), que recogen las alegaciones presentadas en el tiempo y forma correspondiente y que la Generalitat no se ha dignado a contestar en absoluto.

A partir de ahora, la diferencia de los médicos serios con los homeópatas, osteopatas, acupuntores y (llegará...) echadores de cartas será (al menos para las autoridades sanitarias catalanas) meramente un problema filosófico o cultural (según se deduce del preámbulo de este proyecto). Todo vale, parecen decirnos desde el Departament de Salut, si el paciente así lo cree.

Sin duda, es un primer paso (al que tememos seguirán otros, por lo que vemos en la misma norma ahora aprobada -que así lo dice o amenaza-) en contra de un proceso centenario -que se remonta a la ilustración- que trataba de sacar de la sanidad pública la ignorancia, la superstición y el fraude, mediante la búsqueda de la objetivización de las terapias gracias a la puesta en marcha de una serie de procedimientos -en proceso de mejora continua y sometidos a una dura crítica constante para mejorarlos- que trataran de validar su eficacia.

Pensemos que la misma introducción teórica sirve para cualquier práctica médica o supuestamente médica. Desde tratar el SIDA con limon y aceite, hasta el curanderismo. Todo es respetable y 'tiene su lógica' según la voluntad del enfermo. Pero eso no es verdad y todos lo sabemos. Incluso los 'alternativos' saben que eso no es verdad, que no todo vale (auqnue erróneamente crean que lo suyo sí pese a no haber demostrado su eficacia).

Las mismas bases hay para aprobar la mayor parte de las terapias reguladas en este decreto que cualquier otro tipo de terapias. Las mismas.

Sin el preambulo, podríamos haber admitido que podía haber un cierto interés en regular unas prácticas pseudoterapéuticas para minimizar su impacto negativo sobre la salud pública, siempre que quedaran claras que las diferencias no son meramente religiosas, culturales y filosóficas sino basadas en miles de ensayos clínicos y en millones de horas de investigación. ¿Para qué invertir en el Parque Científico de barcelona y en biomedicina si basta con recoger florecillas sin método?

Pero no ha sido así. Se ha preferido un camino que permite tener sólidos temores de cara al futuro de la sanidad en Catalunya. Ojalá me equivoque.


Gracias a los que me habéis apoyado en el proceso de alegaciones y de recogida de firmas, y me habéis alentado en continuar con el esfuerzo de defender la sanidad pública.

Gracias a aquellos que sin estar del todo de acuerdo, y por eso no han apoyado el manifiesto, también ven con preocupación el cariz que pueden llegar a tomar las futuras decisiones de las autoridades sanitarias catalanas, especialmente si las decisiones de éstas se toman sobre unas bases tan endebles como las presentes.

No se trata de cerrar el paso a las novedades, ¡bienvenidas sean éstas si realmente son útiles!, sino tan sólo de exigir a todas las terapias los mismos sistemas de validación de su eficacia que realmente permitan avanzar en la defensa de las mejores prácticas para la sanidad pública.

En cualquier caso, la cosa continua y vamos a seguir demostrando (hasta que nos demuestren lo contrario -lo que no nos importa en absoluto-) que esas terapias no tienen eficacia comprobada, según los estándares sanitarios habituales...

Alfonso López Borgoñoz

25 enero, 2007

MENORES SOLDADO

El próximo día 12 de febrero se conmemora (que no es lo mismo que decir que se celebra), el día internacional de los menores soldado, en recuerdo de esos cientos de miles de chavales y chavalas, entre (a veces) 6 y 18 años, cuya vida pasa en las peores condiciones imaginables en milicias armadas, a las órdenes por lo general de señores de la guerra que han hecho de la violencia más absoluta su método personal de supervivencia.

Precisamente sobre este tema he tenido la suerte de poder publicar un artículo, escrito conjuntamente con Patty Masip, en el número 1 de marzo de 2007 de una revista muy interesante llamada Revista de Estudios de la Violencia, que edita el ICEV (Institut Català d'Estudis de la Violència).

La referencia del artículo (en PDF) es
"Los niños y las niñas en los conflictos armados" de Alfonso López Borgoñoz, miembro de la comisión internacional de la sección española de Amnistía Internacional y Patricia Masip, vocal de comunicación del Comité ejecutivo de Amnistía Internacional Catalunya (Revista d'Estudis de la Violència, nº 1 marzo 2007 pp. 1 a 24).

Una versión con algunas actualizaciones hasta agosto de 2007 de dicho trabajo, elaborada en html, es posible encontrarla directamente haciendo click en este enlace.

¿UNA GUERRA DE LAS GALAXIAS ORIENTAL?

A finales de enero nos sorprendía la desagradable noticia de que China había lanzado el 11 de enero, en el más absoluto y preocupante de los secretos, un misil balístico para destruir un satélite meteorológico de casi una tonelada de peso, no se sabe aún bien porqué. Bueno, seguramente el porqué era el comprobar la capacidad de destrucción en el espacio del nuevo armamento chino y, subsidiariamente, algún problema que se dirá que se encontró en el satélite. Sea cual sea la causa en este caso concreto, lo evidente es el desarrollo previo de toda una compleja capacidad bélica de dudosa utilidad ‘científica’.

Según parece, el misil alcanzó su objetivo, destruyendo el objeto impactado y llenando el espacio de microchatarra que, en el mejor de los casos, tardará décadas en desaparecer. La operación, por los pocos datos que tenemos, fue un éxito, aunque ello sólo lo habrá sido, claro está, en la estrecha mente de los actuales mandatarios de esa gran nación asiática.

Debo reconocer, sin embargo, que esa valoración positiva de los responsables chinos sólo la supongo dado que, de momento, éstos guardan silencio sobre el lanzamiento. Sólo un portavoz oficial, hablando en general de la carrera espacial, ha dicho que China no desea emprender ninguna carrera armamentística más allá de nuestra atmósfera, en una muestra de cinismo sólo comparable al anuncio de ETA de que, pese al miserable atentado y a los dos asesinados en Barajas, no habían roto el alto el fuego...


El descubrimiento de este hecho gracias al espionaje estadounidense ha provocado una alarma más que justificada. Que China se una a Rusia y a los EE.UU. en el grupo de países con esa capacidad de llevar la guerra al espacio no tranquiliza, sino todo lo contrario. Quizás alguien se alegre porque otro país rompa con la hegemonía estadounidense, pero a nosotros nos gustaría que eso se hiciera de otra manera y por otros gobiernos con una mayor tradición democrática. Con tantas cosas que se pueden hacer en el espacio, centrarse en su militarización es una idiotez que nos acabará por afectar a todos.

Los riesgos de este tipo de acciones ya fueron expuestos en los años ochenta, cuando se desarrollaba en los EE.UU. el proyecto conocido como ‘guerra de las galaxias’, el cual fue frenado gracias a la presión de una parte importante de la ciudadanía de dicho país y del resto del mundo. Por desgracia, en China, la gente puede hacer poca presión, sólo asistir a unas Olimpiadas que, seguramente, estarán dedicadas a la paz mundial y en las que se soltarán palomas en su inauguración...


Pero tan peligroso como el hecho en sí, puede que sea la reacción de sus vecinos (India, Pakistán, Japón, Rusia o EE.UU. —algo más lejos, al otro lado del Pacífico—,...) a los que la preocupación por la capacidad china haga que se vean tentados en invertir en un armamento similar o incluso ‘mejor’, quitando recursos de finalidades sociales o de investigación más necesarias.

A cincuenta años vista del Sputnik, conviene recordar cómo, por desgracia, han ido indisolublemente unidos los avances en el uso pacífico del espacio con el de su uso militar, excepto en el caso de la agencia espacial japonesa o en el de la Agencia Espacial Europea (aunque no en la de algunos de los países que la integran, como Francia o el Reino Unido, por ejemplo).
Sin duda, se hace imprescindible un nuevo tratado internacional que acote aún más el uso de armamento en el espacio, con más y mejores controles internacionales.

Alfonso López Borgoñoz

(versión larga del editorial un poco más breve publicado en la revista Astronomía en marzo de 2007)

17 enero, 2007

RECUERDA, ALMA DORMIDA

Nuestra relación con la muerte propia o ajena es algo deprimente. Es por eso que tenemos una serie de comportamientos o ritos funerarios con los difuntos que son diferentes según cada cultura. En cambio, más allá del canibalismo, el vínculo con los fallecidos de la propia especie de la gran mayoría del resto de los seres vivos no parece muy elaborado. Es poco más que aquello de ‘un fraile menos, una ración más’. Entre los humanos, sin embargo, normalmente eso no es así (claro está que, al menos, eso pasa entre aquellos que en cada grupo cultural se han reconocido como ‘humanos’ —lo que, habitualmente, casi nunca ha ido más allá de los componentes del propio grupo—).

Tampoco debieron quedarse indiferentes ante la muerte nuestros predecesores. Hay alguna prueba en el caso de los neandertales. Incluso, recientemente, Juan Luis Arsuaga (1)
indicaba que quizás el hallazgo de numerosos enterramientos de niños de dicha especie podía ser un síntoma del cariño que sentían aquéllos por éstos. De hecho, a igualdad de cronologías, se hallan más infantes neandertales enterrados que de humanos como nosotros.

Seguramente, más allá de los neandertales, otras especies anteriores también tuvieron una relación especial con sus amados difuntos. ¿Desde cuándo? Es difícil establecerlo con certeza. Los restos de hace unos 400.000 años de treinta Homo heidelbergensis en la Sima de los Huesos (Atapuerca) y el hallazgo de algún material lítico asociado a los mismos (como —quizás— el discutido bifaz llamado Excalibur), hace pensar que ya hubo entonces un trato diferenciado para los cadáveres de sus congéneres por parte de quienes los enterraron aunque, desgraciadamente, no es fácil ir mucho más allá de momento. Los restos arqueológicos escasean cada vez más a medida que se retrocede en el tiempo (especialmente los hechos con material perecedero). Sobre otros restos como los de la cueva Pontnewydd, en Gales (Reino Unido), donde se han encontrado los dientes de cinco neandertales de hace unos 230.000 años, también se ha especulado sobre si habrían sido depositados en dicha cueva con ánimo funerario.

Pero, tal vez, esas sensaciones hacia el último paso sean muy anteriores. Tenemos una ayuda para saberlo en el estudio del comportamiento de los chimpancés. Parece ser que se ha observado en algún caso (al menos entre los bonobos) una serie de comportamientos diferenciados hacia los cuerpos de sus muertos
(2). Pero ello no se observa siempre, lo cual hace que se piense que igual no es del todo instintivo, sino que hay algo cultural.

Escribía hace poco Steven Pinker
(3) que “está claro que nadie puede negar la importancia del aprendizaje y la cultura en todos los aspectos de la vida humana. Pero las ciencias cognitivas han demostrado que, para empezar, tiene que haber complejos mecanismos innatos para que sean posibles el aprendizaje y la cultura” . Tenemos una serie de estructuras mentales que ‘facilitan’ el que seamos como somos y que poseamos el lenguaje, por ejemplo, así como algunas otras de nuestras peculiaridades como especie. Quizás entre éstas, curiosamente, esté la del temor a la muerte y el respeto hacia nuestros fallecidos. Tal vez ese temor y respeto nos haga humanos, nos haga diferentes, en un sentido más profundo del que nunca habríamos imaginado. ¿Llorarían la muerte de Lucy, la afamada australopiteco, sus compañeros?

Alfonso López Borgoñoz

Notas
1.
Juan Luis Arsuaga “Lágrimas por un niño neandertal” El País, miércoles 29 de noviembre de 2006, pág. 55.
2. “Chimpanzees have been reported to possess funeral rites and to take away the bodies of the deceased after death”en http://en.wikipedia.org/wiki/Chimps. Groves, Colin (16 November 2005), extraído de Wilson, D. E., and Reeder, D. M. (eds): Mammal Species of the World, 3rd edition, Johns Hopkins University Press, 182-183. ISBN 0-801-88221-4. Ver también los casos en bonobos y chimpancés narrados por Paul Pettitt “When Burial Begins” British Archaeology Issue 66 August 2002, en http://www.britarch.ac.uk/BA/ba66/feat1.shtml.
3. Steven Pinker “Por qué la cuestión naturaleza/ medio no puede desaparecer” Claves de Razón Práctica nº 167. Noviembre 2006 pp. 58-64. Trad. E. Rodríguez Halfter.

(A publicar en Tecnociencia, febrero 2007)