04 noviembre, 2006

INVENTANDO LA RUEDA

Eje de ruedade carro encontrado cerca de Ljubljana (Eslovenia), de finales del IV milenio a.C. (Slovenia News)

Pocos descubrimientos, seguramente, son tan apreciados como el de la rueda. Sencillo y genial. Un descubrimiento redondo, se mire como se mire. Para muchos, incluso imprescindible...

Y, sin embargo, no debe ser así ya que, básicamente, es un invento reciente (al menos, relativamente) y no es universal.
Sí bien el otro famoso gran hallazgo de la antigüedad, el del fuego, es anterior a nuestra especie —con restos de hogares de hace medio millón de años—, la invención de la rueda fue muy posterior. Mucho.

Su entrada en escena fue al final del Neolítico, de la mano de sociedades en las que la agricultura, el pastoreo y el comercio tenían una gran importancia. Es decir, sociedades en las que había un excedente importante para ser transportado. Evidentemente, no debe confundirse la rueda con objetos con forma redondeada o de disco, sino sólo en su sentido de ingenio para facilitar el movimiento o el transporte.

Para muchos, su origen estaba en el Próximo Oriente en el cuarto milenio a.C. y se asociaba a los tornos de alfarero. Su uso para el transporte fue algo posterior y se dio en el mismo área, más exactamente en la Mesopotamia de época sumeria, donde hay representaciones de ruedas —sin radios— fechables en ese tiempo, y donde algunos hallazgos así parecían haberlo demostrado hasta hace poco.

Así, la primera rueda conocida como tal procedía de la antigua ciudad de Ur, ubicada en el sur de lo que ahora queda de Irak. Dicha rueda no era de transporte, sino que era un disco de arcilla agujereado en el centro, con algunas pequeñas perforaciones en su zona media. Se trata de un objeto muy sencillo construido hacia el año 3250 a.C. La primera rueda con radios no nacería hasta mucho más tarde, hacia el 2000 a.C., tal como atestiguan sus representaciones más antiguas en bajorrelieves egipcios.


Pero quizás, la cosa no fue tal como hasta ahora se suponía. En el año 2002, un equipo de arqueólogos liderado por Anton Velušček encontró en una zona pantanosa a 20 km de la ciudad eslovena de Liubliana —entre los restos arqueológicos de un poblado de palafitos (casas de madera, sostenidas sobre el agua por postes)— una rueda de madera compacta, hecha con dos paneles de fresno del mismo árbol —y con algún elemento de roble— y sin radios, que debía tener un diámetro de 1,40 m y unos 5 cm de grosor. Se halló cerca del que posiblemente fue su eje, hecho de roble, de 1,20 m de longitud. La rueda y el eje habían sido requemados.

Según los expertos austriacos que la dataron mediante carbono 14, los restos hallados podían fecharse ente el 3350 y el 3100 a.C., siendo un siglo o dos más antiguos que otros similares encontrados con anterioridad en Suiza o Alemania. Y es que los récords no duran.
Seguro que esta rueda tampoco es la más antigua, pero nos muestra que en el cuarto milenio ya habían ruedas no sólo en Mesopotamia sino también en Europa.

¿Un mundo sobre ruedas a partir de entonces? No exactamente, pero eso lo veremos en otro texto futuro.

Alfonso López Borgoñoz
(A publicar en Tecnociencia , núm 7, diciembre 2006)

02 noviembre, 2006

LO BUENO, LO FEO Y LO RARO

A punto de llegar al 2007, el año del cincuentenario del Sputnik, vemos cómo en estos últimos meses se han publicado varias noticias relacionadas con la astronáutica, de diferente signo, que, de alguna manera, nos recuerdan las grandezas, miserias y curiosidades que aún nos depara esta ciencia tan compleja. Todas nos llegan de EEUU.
La nota positiva son los mil días (ya sean terrestres o marcianos —que son ligeramente más largos—) sobre Marte de los dos pequeños róvers gemelos Spirit y Opportunity, llegados al planeta rojo en enero de 2004. Pese a que se les había calculado una corta vida, allí siguen con su trabajo, que ha podido ser captado desde el espacio por una de las muchas sondas que rodean Marte continuamente tratando de desentrañar sus misterios y descubriendo agua cada poco.
Entre lo negativo está la noticia —aparecida también en octubre— de que el actual presidente estadounidense ha dictado una nueva política por la que el control del espacio exterior es considerado tan vital para la defensa de su país como el control del espacio terrestre, reservándose el derecho a tratar de evitar que haya en él nada que pueda llegar a perjudicar los intereses de los EEUU.
Cierto es que, desde su inicio, uno de los principales motores de la carrera espacial fue el de su uso militar. Pero dadas las supuestas amenazas actuales más allá de la atmósfera (tan irreales en la práctica como las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein), el revisar ahora —desde un temor que sólo es teórico— la política estratégica en este campo elaborada hace trece años bajo el mandato de Clinton —que ya era muy defensiva—, nos parece un exceso sólo justificado por el interés en desplegar en el espacio nuevos artefactos bélicos que obliguen al desarrollo militar acelerado también de otras potencias, articulando un sistema de ingenios de contragolpe (cada vez más sofisticados, complejos y rápidos), cuyas dificultades prácticas de control en caso de error (ante la velocidad a la que se suceden los acontecimientos) ya fueron denunciadas en los años ochenta por científicos como Carl Sagan entre otros.
Entre las curiosidades está la desaparición de las cintas originales de la NASA relacionadas con el primer alunizaje. Pese al reciente hallazgo de algunas de ellas (las importantes siguen perdidas), no hay duda que la fragilidad de nuestro recuerdo exige unas mejores medidas de protección de un bien que debiera estar ya catalogado como patrimonio de la Humanidad.
1957-2007. Abróchense los cinturones. Hace cincuenta años, en estos momentos, una nueva era estaba a punto de despegar. Pero, tampoco lo olviden, también comienza un nuevo año. Ojalá nos vaya muy bien a todos.
Alfonso López Borgoñoz

(Publicado en 'Astronomia' Página 5 Diciembre 2006)